Ni una menos: la marcha en Tucumán

El #NiUnaMenos expresa una necesidad y un reclamo. La necesidad de una transformación cultural y el reclamo al Estado para que la impulse. Este fenómeno es la expresión del hartazgo de una importante porción de la población respecto a la naturalización de la violencia hacia las mujeres. La primera marcha, el 3 de junio de 2015, fue convocada tras el asesinato de Chiara Páez, una adolescente santafecina de 14 años embarazada que murió al ser golpeada brutalmente por su novio de 16, quien luego la enterró en el patio de la casa de sus abuelos. El hecho provocó un movimiento que logró convocar a cientos de miles de argentinos que se volcaron a las plazas de todo el país. Incluso traspasó las fronteras nacionales y se desarrollaron manifestaciones en Chile y Uruguay bajo la misma consigna.

Un año después poco ha cambiado y los números no son alentadores. El nuevo gobierno no ha dado ninguna señal que muestre un cambio en la magra política que mostró el kirchnerismo en sus últimos dos mandatos. Pese a la brutal inflación, el Consejo Nacional de las Mujeres recibe $4,50 anualmente por mujer, lo mismo que recibía durante los últimos años, es decir el 0,005% del presupuesto nacional. Las políticas estatales poco parecen ayudar sin presupuesto y sin políticas de mediano plazo y la escalada de violencia no parece frenarse. Según La Casa del Encuentro, una organización feminista, desde 2008 la cantidad de femicidios ha ido aumentando sostenidamente año a año. Hoy en día muere una mujer cada 30 horas producto de la violencia de género y son pocas las provincias que cuentan con refugios para aquellas que logran romper el círculo del maltrato a tiempo.

Es por eso que es necesario impulsar un cambio cultural desde la sociedad misma; una trasformación que por su escala y profundidad requiere del compromiso de todos aquellos que se sintieron interpelados por el llamado a terminar con la violencia de género. Una transformación que debe darse a nivel cultural, en las escuelas, en las organizaciones de la sociedad civil y particularmente en los medios de comunicación que, muy por el contrario a lo que suele pensarse, no son quienes inventan las formas de relacionarse entre los hombres y las mujeres, sino que son reproductores de estructuras presentes en la vida cotidiana. Así, tienen el poder de potenciar la presencia de formas más racionales y solidarias de convivencia y desestimar las relaciones violentas que colocan a la mujer en una posición de mero objeto sexual que puede ser poseído.

En Tucumán, cientos de tucumanos marcharon una vez más.
Fotografías de Ignacio López Isasmendi (hacé click para agrandar).