Justicia lenta no es justicia

Fotografía de Virginia Noceti

Cuatro años de ausencia. Ausencia de la risa al hacer una broma, al llegar a casa, al comer esa tortilla que tanto le gustaba y que compraba en la misma panadería, cada tarde, al volver con la carretilla vacía de plantas y llena de esperanzas. Cuatro años en que Ismael no está. Cuatro años en que ese hijo, ese vecino, ese amigo, ese hincha de Atlético, ese joven vendedor de plantas es un recuerdo, es la tristeza de no tenerlo, es la consigna de marchas. Cuatro años en que la lucha es el único camino que permite a todos los que lo quisieron continuar.

En estos cuatro años que pasaron desde el 10 de noviembre de 2011, día en que Ismael Lucena fue asesinado, también hubo ausencia de justicia. Ya pasó más de un año desde que el juez Romero Lascano, quien presidía el tribunal que tenía a cargo la causa, se inhibiera. “La fiscal me dijo que es un caso complejo”, contó Isabel, cuñada de Ismael. Tal vez la complejidad radica en que se juzgan a miembros de las fuerzas de seguridad de la provincia. Policías que, según se intentará probar a lo largo del juicio, fueron responsables de la golpiza que llevó a Ismael a la muerte.

Las querellas de Ismael Lucena y Marcelo López, la otra víctima del caso, habían propuesto la presencia como testigo experta de la antropóloga Sofía Tiscornia, especialista en violencia institucional. La presencia de Tiscornia se fundamentaba en la necesidad de enmarcar la muerte de Ismael y la violencia ejercida sobre Marcelo en una problemática que se repite en cada barrio humilde del país, con cada sector que sufre la estigmatización de la sociedad. Este pedido fue denegado por la sala que lleva el caso. “Creemos que esto es una falta de entendimiento de quienes tienen la tarea de juzgar. Lo que estábamos haciendo es acercarles herramientas para contextualizar una situación que veníamos afirmando como verdadera”, dijo Julia Albarracin, abogada querellante de la causa, respecto de la negación por parte del tribunal.

La muerte de Lucena no es un caso aislado sino que, afirman las querellas, es un caso más de lo que se denomina gatillo fácil, donde la institución policial funciona como el brazo represor del Estado. Los mecanismos de persecución, tortura y asesinato que implementan las fuerzas de seguridad, demostrados en muchos juicios de casos con iguales características al de Ismael, han sido heredados de la última dictadura militar. Además, la institución encargada de juzgar parecería ser cómplice de las medidas dilatorias que presentan las defensas de los cinco policías imputados.  “Creemos que las cosas se acelerarían disponiendo la fecha del debate oral, porque si no hay fecha la investigación se lleva a cabo sin prisa alguna”, afirmó Albarracín y contó que a la defensa sí se le hizo lugar a la presentación de una prueba informativa que tiene que ver con un conjunto de noticias de medios de prensa. Esta prueba, según contó la abogada, intentaría demostrar que en Tucumán hay mucha inseguridad y bajo este contexto los policías atacaron a Ismael y a Marcelo. “Esto es inadmisible. Los chicos no solo fueron perseguidos, les dispararon hasta que finalmente agarraron y los golpearon”, expresó.

Después de cuatro años la lucha en contra de sistemas poderosos como son la Policía y el propio poder judicial se vuelve cuesta arriba. El dolor y la impotencia de no poder cumplir con la promesa de justicia sobre esa tumba a la que no le faltan ni velas ni flores se empieza a hacer carne. “Después de estos cuatro años me di cuenta que no estaba sola. Si no fuera por la mesa de apoyo hace tiempo que hubiera abandonado esta lucha”, contó Isabel de Lucena. La mesa de apoyo a la causa Ismael Lucena se conformó hace unos años con el objetivo de generar un espacio, no solo de apoyo a familiares y amigos, sino también de debate y visibilización de la violencia institucional en Tucumán.

“Yo quiero justicia. Una justicia que sea la esperanza para muchos que sufren la violencia de la policía y no se animan a denunciar”, concluyó Isabel y con ello dio cuenta de que no baja los brazos, de que la muerte de Ismael se convertirá, finalmente, en el “para qué”. Para que la policía deje de actuar con la impunidad con la que actúa en los barrios. Para que se deje de implementar la ley inconstitucional de contravenciones. Para que ningún pibe más muera bajo el gatillar fácil de la policía. Para que Ni Un Pibe Menos sea más que una consigna.