“Lo que aquí pasa muere en este lugar”

Acceder a un puesto en la Policía de Tucumán representa para muchos de los aspirantes un futuro seguro. La mayoría de los jóvenes que toman la decisión de incorporarse a la fuerza de seguridad provincial, más que vocación, ven en la institución la oportunidad de trabajar dignamente y conseguir un buen sueldo. A esto se le suma la adquisición de una imagen que, socialmente, llega a ganar respeto. En cada convocatoria, tanto para la escuela de cadetes como para aspirantes a agentes, cientos de chicos entre 18 y 26 años buscan obtener un puesto en la fuerza. Pero para acceder a éste, ¿qué tienen  que hacer?

En primer lugar, en el caso de aspirar a agentes, los jóvenes deben realizar un curso de cinco meses de duración, donde son capacitados física e intelectualmente, lo que incluye conocimiento en derecho, lengua, oratoria, armado y manejo de armas, entre otras cuestiones. En lo que respecta a la preparación física, ésta incluye torturas, maltrato verbal, golpes, intensos ejercicios y todo tipo de actividad que, al parecer, los volverá excelentes policías.

Aunque parezca paradójico los futuros agentes, que serán parte responsables de la seguridad de toda una sociedad, durante el proceso de ingreso a la institución sufren violentas situaciones que deben ser calladas bajo el discurso “lo que aquí pasa muere en este lugar”. De este modo las instalaciones de policía guardan muchos secretos, entre ellos el sufrimiento y agotamiento de los jóvenes que llegan buscando un futuro seguro.

Al llegar un minuto tarde los ingresantes deben anunciarse y, dependiendo del profesor, deben dirigirse a su asiento en “cuerpo tierra” o bien haciendo flexiones de piernas. Si  alguno de los jóvenes se mueve sin pedir autorización, como castigo puede recibir un golpe en la nuca o, si están en pleno entrenamiento, realizar “lagartijas de puño” en medio del pavimento a 40° C de temperatura. En algunas ocasiones, los castigos son planteados de manera colectiva, lo que da lugar a disputas entre los chicos que terminan a los golpes y girando alrededor de una bomba de gas lacrimógeno.

Resulta interesante pensar por qué esta institución, encargada de combatir la violencia y que enseña en sus aulas DD. HH., ejerce este tipo de acciones sobre los ingresantes, quienes no tienen otra opción más que quedarse callados. A lo largo del tiempo dentro del discurso público policial se escuchó la frase “la violencia genera más violencia", entonces cómo pedir seguridad y protección a una policía que forma a sus integrantes por medio de la tortura y el maltrato, situaciones absorbidas y que a futuro serán puestas en práctica por estos jóvenes.

A pesar de todo la fuerza de seguridad dice adecuar la capacitación de los aspirantes a los tiempos actuales, pero al parecer se quedó congelada varios años atrás. Tiempos en donde reinó la violencia y el silencio, que no se deben olvidar, pero sí dejar de poner en práctica.

Exequiel Reinoso

ereinoso@colectivolapalta.com.ar