Un problema que la comunidad puede erradicar

Fotografía cortesía de Gustavo Coronel

Estornudos, ardor de ojos y pañuelos. Las manos en los bolsillos y a esperar que pase el invierno, la sequía y la quema de cañaverales. Como cada año, Tucumán se convierte en esta época en el centro de alergias y enfermedades respiratorias, que atacan a grandes y chicos. Y esto no es casualidad, sino que tiene la influencia de importantes factores climáticos, como la sequía, la alternancia entre altas y bajas temperaturas y la quema de cañaverales.

Desde hace varios años, los tucumanos están acostumbrados a pasar el invierno rodeados de nubes negras y consecuentes lluvias de hollín por las tardes. Esto se debe a que por mucho tiempo el gobierno local trató de hacer frente a los incendios de plantaciones de cañas pero, a pesar de creer haberlo conseguido años atrás, hoy la quema se duplica en toda la provincia.

La ley provincial 7459 (Quema de Cañaverales) prohíbe en todo el territorio de la provincia la quema de vegetación enraizada, arraigada, aclimatada o seca para evitar la degradación de los suelos, la atmosfera, los daños a la salud de la población y el desequilibrio del ecosistema. Aún así, la legislación parece no cumplirse dado que, al vivir la última etapa de la zafra 2013, se registró un considerable aumento de incendios.

Como explicó Francisco Toro, docente en la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Tucumán, esto se debe a dos factores importantes. Por un lado, la sequía que vive Tucumán y, por otro, las fuertes heladas que incentivan a las personas, residentes en las inmediaciones de los cañaverales, a iniciar fuego para calentarse sin dimensionar que es una ocasión de incendio.

Entre las calles tucumanas circula la versión de que los incendios de cañaverales son generados por los productores de azúcar, a fin de disminuir los costos en la cosecha (al incinerarse las hojas, se evitaría la mano de obra para pelar el vegetal). Pero, según explicó Toro, esto no es tan cierto, dado que el 90% de incendios es producto de la negligencia de ciudadanos o de terceras personas que quieren afectar al productor, ya que la caña quemada se “avinagra” (el jugo se desnaturaliza y no sirve para al producción de azúcar). El porcentaje restante es dejado para aquellos fuegos generados por la naturaleza, como ser mediante las lluvias secas.

Actualmente, desde el Estado provincial se controlan los incendios mediante un sistema de fotos satelitales, que le permite sofocar las llamas de manera rápida con la ayuda del Departamento de Bomberos. Aún así, la prevención es dejada en manos de los productores del campo que, en su mayoría no poseen el equipo o dinero necesario para ello.

Una campaña de concientización podría ser la solución al problema, según sostuvo Toro, dado que la comunidad necesita ser educada sobre el fuerte impacto que la quema produce en el medio ambiente y la salud. Ellos son una pieza clave en la disminución de los incendios y, colateralmente, de las enfermedades respiratorias. El llamado a la reflexión está abierto.

Exequiel Reinoso

ereinoso@colectivolapalta.com.ar