El sueño de tener su microemprendimiento

Fotografía de Exequiel Reinoso

Romina, María y Andrés son tres jóvenes que no se conocen. Viven en la misma ciudad, en Tafí Viejo, sus edades son casi parecidas y, aunque ellos no lo sepan, hay algo que los une en su historia de vida: los tres son emprendedores tucumanos.

Según la Real Academia Española, una persona emprendedora es aquella “que emprende con resolución acciones o empresas innovadoras”. Y eso es lo que ellos hicieron. La falta de empleo y una familia por mantener fueron el motor que los impulsó a pensar cómo generar su propia fuente de trabajo. La solución la encontraron en las ramas del trabajo independiente, ahí donde cada uno es jefe y empleado y el crecimiento está en sus propias manos. Como cuenta Andrés Cardozo, él va inventándose la vida como su madre le enseñó. “Con superación y muchas ganas de crecer”, agrega. Y en ese afán de mejorar su calidad de vida y la de sus dos hijas, fue que tuvo el sueño de tener su propio emprendimiento. Sueño que hoy es una realidad.

Hace unos meses, Andrés consiguió poner en marcha su taller de herrería donde fabrica rejas, puertas, ventanas y todo lo relacionado a la soldadura con aluminio, cobre y bronce. Para comenzar su iniciativa primero tuvo que capacitarse, y lo hizo a través de cursos gratuitos que se dictan, desde el Estado, en las instituciones públicas. Estos cursos también fueron aprovechados por Romina Lecesse pero, en su caso, para aprender a reparar celulares. Aunque resulte sorprendente, ella se animó a incursionar en un mundo que, por lo general, está cerrado socialmente para las mujeres. Aun así, no fue un obstáculo para animarse a trabajar como reparadora de celulares. “Me animé por una necesidad, la necesidad de poder tener mi trabajo y hacer algo que me gusta. Con un buen local y, por suerte, todo marcha bien”, cuenta.

El emprendimiento de Romina aún está en camino. De a poco fue comprando las herramientas y los repuestos para comenzar a trabajar en su casa, pero su objetivo es poner su local. Como explica, el crecimiento depende de uno y, también, del apoyo de la familia. Y ella no está sola. Junto a su marido y sus padres quiere que su emprendimiento crezca, que se genere una nueva fuente de empleo para ella y, en futuro, para más personas. “Mi marido también me acompaña en esto. Él hizo cursos en reparación también, y por medio de eso pensamos mucho a la hora de armar el proyecto. El ya realiza la reparación de celulares y le está yendo bien”, sostiene.

Al realizar los cursos de formación profesional, tanto Andrés como Romina accedieron a una línea de financiamiento del Ministerio de Trabajo de la Nación, mediante el Programa de Empleo Independiente. Así consiguieron que el Estado los ayude mediante un subsidio de 25 mil pesos para comprar herramientas e insumos. Este dinero no debió ser reembolsado, porque hoy sus pequeñas empresas funcionan. El Programa de Empleo Independiente es una de las políticas que funciona desde el 2004 y a la que pueden acceder, también, los jóvenes del Programa de Respaldo a Estudiantes de Argentina (PROGRESAR) y del Programa Jóvenes por Más y Mejor Trabajo. Solo deben acercarse a las oficinas de empleo de los municipios para ver cuáles son los requisitos para concretar sus proyectos.

En la búsqueda de ayuda para financiar su proyecto, María Romero encontró respuesta en el programa provincial Tucumán Productivo y Solidario. Política local que convoca a personas mayores de 18 años a acceder  a un subsidio para la compra de herramientas de trabajo, con el fin de realizar actividades productivas o de servicios. En su caso, logró comenzar a armar su taller de costura y producción de accesorios para mujeres. “Comencé a coser desde niña, por falta de recursos económicos”, cuenta. Y esa falta de fue la que la obligó dejar su provincia, Jujuy, y llegar a Tucumán. De a poco su taller comienza a prosperar gracias a los clientes que la acompañan desde hace años. Sin embargo, hoy tiene un nuevo objetivo: recibirse de docente para nivel inicial. “Es lindo tener un microemprendimento, pero no hay que detenerse en la ayuda de un gobierno. Por eso estoy estudiando porque a la vida hay que pelearla. Yo tengo mi hijo y para tener esto me tuve que mover un montón. Para ir a capacitarme, tenía que ir caminando porque no tenía para el boleto. He luchado como he podido y todos deberían hacerlo”, explica.

Hoy estos jóvenes dieron el primer paso y no dudan en incentivar a que muchos más lo hagan. Porque aún son muchos los tucumanos que ante la falta de información y recursos, no saben cómo concretar sus proyectos de microemprendimientos. La experiencia de Romina, María y Andrés quizás permita que la información sobre los distintos programas llegue a los tucumanos y, de poco, más sueños se concreten.