Arquitectura de la crueldad: frente a la estética urbana, la expulsión humana

Foto: Marianela Jeréz | La Palta

*Por Alejandra Miranda

Asientos de cemento con pinchos, plazas cerradas por las noches, bancos individuales con apoyabrazos y un sinfín de espacios limitados. Bajo este panorama, dormir entre bolsas de basura dentro de un contenedor pareciera ser la única opción para pasar la noche frente al frío de la ciudad. Una ciudad que hace tiempo comienza a construirse pensándose estéticamente visible pero que expulsa a un porcentaje de la población: las personas en situación de calle.

Foto: Marianela Jeréz | La Palta

Los primeros días de abril se conocía el caso de un hombre que había sido llevado por un camión de basura por encontrarse durmiendo dentro de un contenedor. Este hecho hizo visible una problemática que hace tiempo carece de solución y que, para sorpresa de pocos, sigue aumentando producto de las políticas económicas neoliberales aplicadas en el país que arrojan a cientos de personas a vivir en la calle.

La crisis habitacional es moneda corriente no solo en la provincia sino a nivel nacional y global. Frente a esto existe una práctica que refuerza la estigmatización: “la arquitectura hostil”, una tendencia de diseño urbano donde los espacios públicos se construyen o alteran para desalentar su uso y las conductas no deseadas por el poder.

La arquitecta Agustina Ramón dice que “este tipo de construcciones tienen un estilo específico sobre cuáles son las herramientas y recursos que hacen que una persona no pueda sentarse o acostarse en determinados lugares”. Esto representa una limitación en el espacio, no solo para quienes hacen un uso incorrecto según las normas de la sociedad sino también para todos los ciudadanos que buscan un lugar de descanso en el medio de su transitabilidad habitual.

Un ejemplo de esto son las entradas de los edificios, o incluso casas, que tienen delante un cantero en donde una persona podría sentarse a esperar el colectivo y colocan hierros para incomodar y evitar que la gente se siente, y sobre todo que se acerque alguien a dormir.

Por otro lado, en esta falta de espacios surge otra limitación como lo son las plazas y parques que se cierran durante la noche. “Si bien esto no entra dentro de la categoría específica de la arquitectura hostil, sí es una tendencia cuestionable porque limita el uso de un espacio público pensado para toda la comunidad”, explica Ramón.

La excusa principal para cerrar estos lugares suele ser el cuidado y mantenimiento de estos espacios y quizás hasta un pedido de la comunidad que los rodea por cuestiones de seguridad, pero habrá que pensar si es ese el único fundamento o hay una posición marcada detrás que busca salvaguardar la estética urbana y protegerse del comportamiento de los marginados.

“Los cierran con esta excusa del mantenimiento pero pienso que el uso adecuado tiene mucho que ver con la apropiación del espacio público, cuando alguien lo siente suyo al lugar no lo vandaliza, no se roba las cosas y ayuda a cuidarlo.” reflexiona Agustina sobre su experiencia en la construcción de estos espacios.

foto: Marianela Jeréz | la palta

La realidad es que esta tendencia no solo afecta a quienes viven en la calle (que claramente son los principales perjudicados) sino a la sociedad en su conjunto, al limitar los espacios de sociabilidad. Por ejemplo, otro sector que tiende a ser expulsado de estos espacios son los jóvenes que comúnmente se juntan en grupo. En este caso, la disposición de estos elementos representa además una tendencia disciplinaria para controlar su uso porque este tipo de mobiliario no te invita a usarlo, sino todo lo contrario: te expulsa.

Teniendo en cuenta esto, es evidente que esta arquitectura produce incomodidades para la población en general y utilizada al extremo, al realizar diseños con elementos cortantes o punzantes, también puede ocasionar riesgos graves.

En Uruguay, por ejemplo, un joven falleció en noviembre de 2024, luego de estar 20 días en coma, producto de un pincho incrustado en su pómulo derecho que se clavó cuando iba caminando, tropezó, y cayó encima de uno. Ante esto surgió un debate que llevó a que el Municipio B de Montevideo decrete una reglamentación que prohíbe este tipo de elementos arquitectónicos cortantes o punzantes en la ciudad.

Si bien en Tucumán esta tendencia no se utiliza tanto en espacios públicos, cada vez son más las edificaciones privadas que optan por este tipo de arquitectura, lo que muestra una clara intención de alejar a las personas de ciertos lugares. “Quizás en la intención de hacer espacios públicos desde los municipios no exista esta restricción, pero sí se les permite a los edificios privados y eso también es culpa de quien ordena y regula. En Montevideo tuvo que pasar ese hecho para armar una ley que prohíba la arquitectura hostil en la ciudad y nosotros no tenemos nada de eso para prevenirlo” agrega Agustina.

Ahora bien, está claro que la solución a la crisis habitacional no está en crear lugares cómodos en el espacio público sino pensar en políticas que puedan generar acceso a una vivienda digna y estable para quienes lo necesitan, pero esta hostilidad urbana también termina por fragmentar la sociabilidad. Se puede alejar a los jóvenes de las plazas, pero en consecuencia estas podrían quedar vacías. Se pueden hacer bancos individuales para que nadie duerma, pero esto también evita el contacto cercano entre un grupo de amigos.

Si se piensa en cuál es la mejor forma, o la más amigable, de habitar esta ciudad es importante rever cómo se la construye y para quiénes, porque pensar en expulsar a ciertos sectores también puede terminar por alejar a todos.