Violencia entre adolescentes y medidas de prevención punitivas
Durante los primeros días de mayo, en el centro de San Miguel de Tucumán, un par de enfrentamientos violentos entre adolescentes se hicieron virales en las redes sociales, instalando este debate en los medios de comunicación a nivel nacional. Por esto, el Gobierno de la provincia emitió una respuesta inmediata que generó polémica.
Agostina Tosi, psicóloga e integrante del Centro de Estudios y Acciones en salud mental y derechos humanos (CEA), habla de la responsabilidad que tenemos los adultos, y la sociedad en su conjunto, respecto a la problemática. La psicóloga afirma que lo primero que hay que hacer es sentar a las distintas instituciones del Estado e instituciones de educación privada, a pensar en instancias para “prevenir violencias, promoviendo derechos, salud, y herramientas”.
“Luego de estos hechos empecé a preguntarme ‘¿qué pasa con nuestros adolescentes?’,”, dice la profesional, haciendo énfasis en la palabra “nuestros”, y continúa: “No podemos pensar que no tenemos nada que ver con estos adolescentes, incluso yo, incluso vos. Es el primer acto de irresponsabilidad, de resistencia y de disociación”.
Dos días después de los eventos mencionados, el gobernador de Tucumán, Osvaldo Jaldo, declaró: “Los chicos tienen que saber que el gobernador dio orden al jefe de la Policía de detener inmediatamente a aquellos que hagan disturbios y ponerlos a disposición de la Justicia. Automáticamente van a ser desafectados de la institución a la que pertenecen. No solo eso, durante este año no se los va admitir en ningún colegio”.
El funcionario oficializó sus palabras a través de un decreto, en el cual el Gobierno de la Provincia también hizo mención a Matías Albornoz Piccinetti, un adolescente que falleció en un incidente similar en mayo de 2017. La organización de jóvenes para la prevención de la violencia, Proyecto MAP (Matías Albornoz Piccinetti), emitió un comunicado a través de sus redes sociales en repudio al decreto.
“Al ponerse en la vereda del frente, el gobernador se aleja, nos aleja y ofrece de nuevo la deriva” dice Tosi, haciendo hincapié en que “las palabras de Jaldo son un peligro, teniendo en cuenta que quien las dice es una voz que tiene poder y autoridad”. Explica, además, que “estas restricciones y castigos, proponen un modelo socioeducativo que no es aislado, ni mucho menos actual, porque responden a tratamientos somatopolíticos, algo político que va hacia el cuerpo de manera directa, que lejos de ser un tratamiento subalterno o de contención, son tratamientos de la más rancia hegemonía”.
La psicóloga sugiere que es muy necesario el tiempo, para pensar, debatir y planificar una respuesta, sobre todo, teniendo en cuenta que “hablamos de cuerpos adolescentes que necesitan otros bordes y otros alojos”. Además, hace una lectura crítica respecto a las acciones que se llevaron adelante desde el gobierno, como sumar presencia de distintas fuerzas de seguridad en los ingresos de algunas instituciones educativas, y en distintos espacios públicos. Refiere que este intento de “ir inmediatamente a dibujar una respuesta que no propone una estructura de demora frente a la urgencia, responde entre comillas, reduciendo el cuerpo, marcándolo y castigándolo”.
En su análisis, Tosi habla del contexto como “un escenario de castigo, de punitivismo y de higienismo” y de lo obsceno que esto resulta “porque está, descaradamente, a la vista”. “Esta medida pretende limpiar, entre comillas, las calles y las escuelas de la violencia adolescente, entonces es más de lo mismo que sacar a los pobres y a los mendigos de las calles, y encerrar a los locos. Encima de que la estrategia de limpieza es muchísima violencia más”.
Agostina analiza esta temática en sintonía con el trabajo de la psicoanalista Gabriela Insua, que en su libro Saltar de la Cuna habla del derecho al síntoma. “Es necesario darle lugar al síntoma, para leerlo en su contexto, entonces poder pensar: ¿Por qué pelean? ¿Qué son esos golpes? ¿Qué dicen? ¿Qué reclaman? ¿A quiénes van dirigidos? ¿Qué es lo que no se puede tramitar a través de palabras que aparece el cuerpo?”. La misma, también expresa que la adolescencia no necesita encierro en su momento de desborde y desorganización “necesita de instituciones y de adultos que ofrezcan otra cosa para ponerle borde a lo que les pasa”, eindica que estos castigos son pensados con clasismo fundamentando, que “no cualquier cuerpo es encerrado y castigado”.
La profesional comenta que le preocupa y le llama la atención que los adultos no apartemos los ojos de la pantalla, donde constantemente se nos muestra a menores desbordados o desorganizados, sin hacernos preguntas como: “¿Dónde estamos los adultos? ¿Dónde están las instituciones educativas? ¿Dónde está el club barrial? ¿Dónde están los servicios de salud?” Concluye: “Porque parece que lo único que hay para ofrecerles a los adolescentes como escenario, dentro de este contexto adultocentrista, clase mediero y progre mediocre, es un pavimento roto, gris, y vacío, para que lo primero que suceda sea la violencia y después el castigo policial”.