Megacausa Jefatura III: una casa marcada por la militancia

foto de elena nicolay | la palta

La casa de Segunda Honoria Soria y Agustín Sánchez era un símbolo de ayuda para todos los vecinos de la calle 12 de Octubre, en San Miguel de Tucumán. Como una casa humilde, la describen aquellos que les conocían. Ambos junto a su hija Susana Sánchez y su hijo Hugo Sánchez, formaban una familia marcada por la militancia que no dudaba en ayudar a aquellos que lo necesitaran.

"No era una familia de puertas para adentro, sino de puertas hacia afuera. Esa casa representaba un centro vecinal en esa zona. Su casa era una permanente circulación de compañeros y compañeras que accedían a veces para comer o dormir tranquilos ", recuerda María Cristina Barrionuevo. Ella, a través de la militancia, conoció a Agustín, Segunda y Hugo de quiénes aprendió sobre el peronismo, dejándole una huella imborrable. En los 70, Agustín era dirigente del sindicato de Luz y Fuerza de Tucumán, a él acudían diferentes agrupaciones juveniles para aprender de un peronismo que desconocían. Segunda colaboraba en la comisión de presos políticos.

En la madrugada del 4 de septiembre de 1976 fueron secuestrados por militares y policías. Entraron a su casa y preguntaron por su hijo Hugo. Con las manos hacia atrás y encapuchados los hicieron subir a un auto en donde se movilizaban los militares. Hugo formaba parte de la Juventud Peronista y era miembro de la agrupación Montoneros. En aquel entonces, se encontraba en Buenos Aires. "Revolvieron los cajones de la casa, se llevaron una foto donde yo aparecía y mi cédula", cuenta Hugo.

Días previos al secuestro, se realizaron diversos allanamientos en aquella casa sin ninguna razón. La última vez, los militares les dijeron que tenían solo cinco días para dar la dirección de su hijo.

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La búsqueda

Casi una docena de habeas corpus fueron presentados ante la justicia para dar con el paradero de Segunda y Agustín, todos sin ninguna respuesta. Fue una búsqueda intensa de todos sus familiares e incluso acudieron a organismos internacionales. No fue hasta el 2010 cuando tuvieron certeza de dónde habían estado. Sus nombres aparecieron en las listas presentadas por el testigo Clemente. Junto a ellos estaban las siglas DF (Disposición Final).

En otra documentación, el nombre de Hugo Sánchez también figuraba y se pedía su captura.

En Buenos Aires, Hugo continuó buscando a su madre y a su padre. Cada domingo, desde la madrugada, esperaba en la fila de presos comunes, tenía la esperanza de hallar alguna información sobre las personas secuestradas y desaparecidas. Tenía la esperanza de encontrarlos.

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La voz hecha papel

"Hugo me dijo yo te voy a entregar una carta", dice María Cristina en la sala del Tribunal Oral Federal. Esa carta era de su mamá, la última que le escribiría antes de ser secuestrada. María aún la conserva, después de tantos años, como un tesoro en un cuadro de madera y vidrio. Aquella carta es una prueba de un amor filial, dice María, es la voz hecha papel de Segunda. Ella pide al juez del Tribunal leerla e incorporarla como prueba en este juicio.

En aquella carta Segunda le contaba sobre los planes a futuro junto a Agustín y sobre sus allegades. "Espero que estés tranquilo porque nosotros acá estamos tranquilos. Me despido con todo mi cariño y mi corazón", dice el último párrafo de la carta.

Las declaraciones de Hugo y de María permiten reconstruir aquellos días en donde el terrorismo de Estado se desplegaba por todo el país. Permiten revivir la lucha, la militancia y la solidaridad de Segunda y Agustín, permiten mantener su recuerdo vivo. Ambos continúan desaparecidos y la búsqueda de respuestas por parte de su familia aún permanece. "El tiempo de la justicia es demasiado lento. El hermano de mi madre falleció y era quien más datos tenía, el hermano de mi padre también", finaliza Hugo.