La escuelita del Nunca Más

En 1972, en la localidad de Famaillá se empezó a construir una nueva escuela. En 1974 la escuelita cuyo nombre sería Diego de Rojas estaba casi terminada pero su inauguración como institución educativa no fue sino hasta 1978. “Aquí me trajeron en mayo de 1975 estuve unos días y después me soltaron. En setiembre de 1975 me trajeron de vuelta”, dice Teresa mientras con la mano temblorosa se presiona la blusa a la altura del pecho. Teresa es una de las sobrevivientes de la última dictadura militar y fue testigo en al menos dos juicios por delitos de lesa humanidad realizados en la provincia. “Venir para acá es terrible. Pasar por esa galería, contar los pasos de nuevo. Yo contaba los pasos cuando me sacaban al baño”, agrega con la mirada fija en la galería.

La galería está ahora cubierta por banners. Sillas blancas en filas desordenadas empiezan a ser levantadas o corridas por quienes se abren paso para encontrarse y fundirse en un abrazo fuerte. Hasta hace poco más de dos horas las cintas en el acceso principal de la ahora exescuela Diego de Rojas impedían el paso. Una placa recientemente colocada señala que este edificio se ha convertido en un “Lugar Histórico Nacional”, según el decreto N° 2243/15. Ahora, al final del acto, los centenares de asistentes que cantaron el himno nacional emocionados, que al grito de “o juremos con gloria morir” levantaban las manos con los puños cerrados o con los dedos en V marcando encuentros en medio de la diferencia, que contestaron “¡Presentes!” cada vez que alguien decía “30.000 compañeros detenidos desaparecidos”, sonríen, se abrazan. “Gracias”, es la palabra que más se escucha en el final de un acto que fue menos protocolar de lo que muchos esperaban.

Desde febrero de 1975 el edificio que había sido pensado como una escuela, sin siquiera haber sido inaugurado todavía, se convirtió en el primer centro clandestino de detención del país. En  este lugar, según datos oficiales, se estima que estuvieron secuestradas alrededor de 2000 personas. Muchas de ellas todavía se encuentran desaparecidas. En 1978, con una dictadura militar que ya había ‘perfeccionado’ las técnicas de desaparición, tortura y exterminio, la Escuela Diego de Rojas es inaugurada con los fines previstos inicialmente. Así funcionó hasta junio del año 2013 cuando fue trasladada a un nuevo edificio. Sin embargo, hasta el presente año algunos alumnos siguieron asistiendo a clases. Se trata de los estudiantes de las carreras terciarias del Instituto de Educación Superior Famaillá que finalmente fueron trasladados permitiendo que este espacio se convierta en un sitio de memoria.

“Era una deuda de la democracia poder tener un centro de la memoria aquí”, destaca María Coronel. María, militante desde que tiene memoria, es ahora la coordinadora de este nuevo espacio. “Son muchísimas sensaciones encontradas”, dice y suelta palabras como “orgullo y compromiso”. “Es un gran orgullo que me hayan elegido”, dice “y mi compromiso es con todos los compañeros que estuvieron, que se fueron, que quedaron y que se suman a seguir construyendo”, agrega.  

A las 20 horas del miércoles 2 de diciembre de este 2015 ya no queda casi nadie. Las banderas y los banners ya fueron retirados. Algunas sillas faltan guardar y las luces artificiales empiezan a querer reemplazar la iluminación de un día soleado y caluroso. Dentro de poco menos de una hora la ‘escuelita’ va a quedar en silencio, pero un silencio distinto. Uno de esos que no ocultan sino que dicen. La galería, las aulas, se irán resignificando pero seguirán estando ahí contando lo que pasó. A la misma distancia. Esa distancia que muchos sobrevivientes conocen porque la midieron en pasos. La ‘escuelita’ de Famaillá quedará preservada para recordar un pasado que no puede ni debe olvidarse y para construir un futuro desde la memoria y desde el compromiso.

Fotografías de Bruno Cerimele, Paloma Cortés Ayusa (Agencia Infoto) y Valentina Becker.