Salir a pescar
/Por Julián Miana
Para Alfredo, mi padre y amigo. Para Franco, mi hermano y amigo. Entre anécdotas con uno y metáforas con otro, he construido esto.
Me gustaba ir de pesca los domingos con Ferreira. Íbamos en su auto, auto viejo, ex verde del óxido en puertas y capó, pero bueno, de los buenos que ya no se hacen. Salíamos el domingo casi entrada el alba, en las primeras horas del día, para llegar alrededor de las ocho. Empezábamos a pescar no bien bajábamos del auto. A veces armábamos el campamento antes de ir, pero la gran mayoría esa tarea quedaba en segundo plano, para los momentos en los que agarraba hambre y recién ahí notábamos que no estaba mamá con la comida lista. Entonces acercábamos la lancha a la orilla, bajábamos al suelo, subíamos una pequeña escalera natural hacia el lugar donde dejábamos el auto. Sacábamos la parrilla y un asado como Dios manda, querido, un asado para chuparse los dedos. Carne grasosa, con pan, vino, gaseosa, chorizo, morcilla. ¡Qué asado, madre mía!
Pero, ¿dónde estaba? Ah, sí. Pescar con Ferreira. Yo le enseñé a pescar al pibe. Cuando fuimos las primeras veces, creía que era solo cuestión de meter la caña a lo loco. De colocar cualquier sedal, cualquier carnada, y largarse nomás al agua, chapuzón en chapuzón de la boya, en algún momento iba a picar algo. Obviamente, con Ferreira nada, los peces se espantaban. Te imaginás, un tipo gritando en medio del río: ¡Quiero peces, quiero peces para comer! Mucho caso no había. Se ponía mal el tarado, cada vez que volvíamos se pasaba un par de días sin aparecer por el Bar. Pero llegado el jueves ya mandaba alguna señal de vida, el viernes comíamos un sándwich acá en lo del Polo, sí, el de la esquina, y el sábado a la noche nos mandábamos y que se haga agua como quien dice.
Sí venía a mí por consejos, ¿eh?, pero cuando volvía a la lancha con la caña arreglada, mantenía la paciencia por cinco minutos. ¡Tranquilo pibe, tranquilo!, le decía. Pescar es como salir con mujeres, se hace de a poco y con paciencia. Pero no había con qué darle al loco, muy apresurado era. Picaba che, picaba y ahí nomás pegaba el cañazo, empezaba a dar vueltas el reel desesperado. ¡Ya sale, ya sale!, me acuerdo que decía. Pero no, no le salía nada. Le robaban el bocado y le escupían el anzuelo en la cara. Ferreira, decepcionado, volvía a deprimirse.
Me harté de que el pibe se ponga mal y le dije: Compadre, algo hay que hacer. Venga, venga, le dije. Le voy a mostrar cómo armar las cosas para que uno pesque bien. Yo sí sé, me contestó el desagradecido. Usted no sabe un carajo, le grité. Yo me había molestado, pues. Yo soy pescador viejo, yo, y vos un pebete. Vení, no seas cabeza dura, te voy a mostrar. Entonces me siguió.
¿Qué es lo primero que hay que hacer cuando uno pesca?
Preparar correctamente la caña. Hay cierto tipo de boya para cierto tipo de peces. Algunos ven más las luminosas, a otros les gustan las de colores. La carnada también, algunos comen peces chicos, a otros les gusta más la tripa de pollo. Hay que saber entrar en el mercado con la oferta correcta, Ferreira. No puede entrar al baile de esmoquin y zapatillas, es uno o lo otro. Y no puede esperar atrapar un dorado con la carnada de un bagre. No, Ferreira, o es uno o es el otro.
La caja de herramientas es muy importante para esto, ¿sabe? Debe tenerlo todo el arsenal, pesas, boyas, señuelos. Algo imprevisto puede ser necesario en algún momento, y usté debe tenerlo a la mano y a disposición. Si la pesca se dificulta, cambie de estrategia, así no se va solo a la casa.
Una vez que tenga la caña justa para el tipo de pez que quiere, Ferreira, empujamos la lancha al agua. Pero despacito, no hay que desesperarse. Uno tiene que llegar al lugar justo en el momento correcto. Hay que saber adónde se juntan, qué peces, y en qué momento del día. No esperará desayunar a las doce de la mañana, ni querrá pedir mate cocido en un lugar donde le ofrecen jugos. Pare y mire, Ferreira, las elecciones son suyas.
Cuando esté en la lancha, mi viejo, suelte la seda. Le sube la palanquita al reel y deja correr la línea. Tenga cuidado de no meterse en donde haya ramas porque va a tener que cortar al toque y empezar de nuevo. Así, mire, en un solo movimiento suave. Localiza los peces, y mueve para atrás y para adelante. Suavecito nomás. Tire lejos, pues cerca de la lancha los peces ya lo han visto y se van.
Espere. El anzuelo ya está en el agua, cerca de los escamosos. Ojo que no son ningunos boludos. Se avivan, Ferreira, como usté, como yo. Si miran que uno los está tratando de sacar para comer, ¿qué quiere? No van a ir donde está el peligro. Seduzca, Ferreira, quédese ahí quieto, como si no le importara. Como si lo estuviese haciendo porque no le queda otra, ya tiene demasiados pescados para comer en el freezer y le da lo mismo si saca otro o no. Mentalícese con eso. Pescar más, no le interesa -aunque haya acabado de llegar- y otro sería hasta una molestia. Verá cómo se van acercando de a poco.
Pica de repente y se debe seguir en paz. Algo así como que para usted era natural que pase, era inevitable por lo bien que había preparado la caña. Cuando de abajo tira un poco, usté pega el cañazo. Nada de violencia, Ferreira, le hace un movimiento hacia atrás de una sola vez. Lo suficiente como para que la presa sepa que usté está acá y que es el que manda en toda la cuestión, pero no tanto como para que se asuste. Deje correr el nylon.
Que se escape si quiere, si tan capaz se siente, que se vaya. Que vea que a usté no le interesa. Total, usted sabe que el anzuelo está en la boca y ya nada hay por hacer. Ese pez será suyo y los dos lo saben. Tampoco demasiado, eh, cuando usté vea que se quiere zarpar en pícaro, recoja un poco. Dígale no, de acá no te vas sin mí. Regresa hacia usté, y usted deja que se vaya de nuevo, ¿me entiende? Es un juego de poder divertidísimo cuando sale bien. Divertidísimo le digo.
Ida y vuelta lo tiene, hasta que se cansa. Hasta que sabe, porque sabe cuando llega en este momento, que es suyo, que ahora le pertenece. Para ese momento el escamoso está cansado del tira y afloje, y quiere ver qué pasa. Quiere dejar ir finalmente y llegar a usté. Vendrá con las fauces cerradas sobre el pedacito metálico, lleno de alegría para llegar a su plato.
Ferreira, eso sí, va a pasar que pierda. Pasa compañero, pasa. Y no es el fin de la tarde. Uno vuelve a intentar siguiendo el mismo procedimiento. A veces lo van a tomar por boludo, le van a comer la carnada y a escupir el anzuelo como le decía, a veces le van a hacer creer que usté está ganando cuando desde el principio perdió, y otras cosas así. Estos animales son muy inteligentes, usté sabrá. Pero no se desanime. Siga pescando y verá que el mejor pez siempre se hace esperar.
Ese día demoramos hasta la hora del mate en pescar, pero Ferreira sacó. Un par de años de pesca después Ferreira y yo encontramos esposas. La lancha quedó abandonada, Ferreira cambió el auto por uno familiar, y las cañas creo que están en el depósito de la casa, no estoy muy seguro.