Preservativos para vulvas: cuidarse puede ser erótico
“No hace muchos años se habla del placer en las personas heterosexuales, imaginate hablar del placer en homosexuales”, comenta la psicóloga y sexóloga Lucrecia Guerra. Sucede que el sexo entre personas no heterosexuales aún se encuentra invisibilizado en las instituciones educativas, en los sistemas de salud y en los medios de comunicación, lo que impide la consideración de políticas públicas para una salud sexual más inclusiva.
Fue este año cuando una pareja homosexual se atrevió a cuestionar que no hay métodos cómodos y seguros para prevenir las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS). La indignación no tardó en ser escuchada pues difundieron un flyer que se viralizó rápidamente y que agrupó a varias personas que se sentían identificadas. En ese escenario se concretó el “Proyecto Preservativo Para Vulvas” (que por ahora solo existe en Buenos Aires). Se trata de un grupo de diversas identidades sexuales que reclama un método seguro para el sexo entre personas con vulvas.
“Queremos tener la misma autonomía y libertad sobre nuestros cuerpos que cualquier persona con pene”, expresa Lucrecia Carril, referente del proyecto. “El régimen heteronormativo impuesto obstaculiza el poder pensar y vincularnos más allá de la lógica patriarcal bajo la que fuimos educades, en la que el deseo, el placer y el cuidado de los varones cis es lo que importa”. El modelo dominante entonces tiende a ser machista y como evidencia constan los preservativos para penes y la inexistencia de preservativos para vulvas.
Prevenir, concientizar y disfrutar
La representación imperante del sexo invisibiliza ciertas prácticas sexuales en las que hay frote, fricción y contacto entre vulvas, como el “tribadismo”, al que suele denominarse también como “tijereteo” o “concheo”. En esos casos se necesitan métodos de barrera, señala Guerra: “estamos hablando de aquello que hace barrera para las ITS. Los únicos métodos preventivos serían el preservativo masculino, el preservativo femenino y el campo de látex”.
Del primero se sabe que es de distribución gratuita en los hospitales y que se venden en cualquier negocio cercano. En cambio, el preservativo femenino no se produce en Argentina, por lo cual suele importarse a través de personas particulares y con precios muy altos. Esto genera que se lo reemplace por el campo de látex, un método artesanal en el que el preservativo masculino es cortado con tijera, por lo que queda con una forma cuadrada. “Este método se usa en el sexo oral vaginal, también en el oral anal. Entonces lo puede usar cualquier persona que haga esas prácticas, no es exclusivo. Todas las personas lo deberíamos usar en realidad”, explica la sexóloga.
Los ejemplos más cercanos de países con preservativos vaginales son Brasil, Perú y Chile. Por ley, Brasil los reparte de manera gratuita pero su protección no es adecuada para el contacto entre vulvas. En Perú se distribuyen de manera estatal, siendo todavía poco conocidos para la sociedad peruana. Chile por su parte, los comercializa pero aún no cuenta con una política estatal integral. En el mundo son más de 70 los países que usan y distribuyen preservativos vaginales.
Por otra parte, Carril sostiene: “las investigaciones que hicimos sobre los distintos tipos de preservativos en el mundo, y las encuestas informales que realizamos desde nuestras redes, muestran que hay muchas ideas y prototipos, y decenas de materiales innovadores para llevarlo a cabo”. Por lo cual la inexistencia de estos preservativos en cada país quedan principalmente sujetas a la voluntad política de los gobernantes.
Como si fuera poco, la casi nula formación de los profesionales de salud en temas de diversidad de género trae consecuencias graves como la violencia ginecológica y la desinformación, que terminan por alejar a las personas de identidades disidentes de los consultorios, perjudicando directamente su salud sexual. “Algunes médiques ni siquiera están informades acerca de la posibilidad de contraer ITS en el sexo entre personas con vulva”, manifiesta Carril.
Es por ello que el colectivo definió cuatro ejes importantes. El primero es “concretar un preservativo para vulvas que nos permita gozar en cualquier práctica sexual, en especial para el contacto entre vulvas”. El segundo exige la distribución gratuita por parte del Estado de los métodos existentes a nivel internacional, como los dedales de látex para la penetración vaginal-anal y estimulación del clítoris, campo de látex para el sexo oral y también preservativo vaginal. El tercer eje reclama la aplicación de un protocolo ginecológico informado y respetuoso de las identidades sexuales. En el cuarto se exige que haya información sobre el cuidado en el sexo entre personas con vulva tanto en el sistema de salud como en la Educación Sexual Integral (ESI).
Estos argumentos articulados y con sus contenidos debidamente aplicados supondrían un cambio en las representaciones heteronormativas, cisnormativas, binarias y falocéntricas de las prácticas sexuales, según integrantes del proyecto.
Por último, también se trata de pensar en un camino para sexualidades más libres, placenteras y responsables, poniendo en el centro la importancia del cuidado, tanto de sí mismo como de una pareja sexual. “Cuidarse es todo un posicionamiento, no necesariamente tiene que ser aburrido, poco erótico, o ser un corte en la actividad sexual. El cuidarse y cuidar del otre también puede ser divertido y erótico. Ahí hay un hábito que generar y muchos mitos que derribar”, finaliza Guerra.