Todavía queda mucho por hacer
/Y si fuego es lo que arde en los ojos de los jóvenes, luz es lo que vemos en los ojos del anciano.
Victor Hugo
La vejez es una etapa más de la vida del hombre que a casi todos les va a llegar, por lo que hay que aprender a aceptarla y también a construirla. Hoy por hoy ser viejo es todo un desafío pero cuando se descubre que a pesar de los años todavía hay actividades para hacer, los mayores lo disfrutan.
En muchos casos, cuando las personas llegan a una cierta edad y deciden jubilarse, aparece el miedo a la soledad, a la inutilidad, a no sentirse más parte de la sociedad. “Hay que tratar de construir vínculos, roles, significaciones y representaciones sociales para los viejos, y quitar los prejuicios porque para muchos una persona de 70 años ya no sirve para nada” sugiere Ema Luz Ruiz Huidobro, del área social del Programa de Atención Médica Integral (PAMI).
Todo esto consiste en un proceso lento para el que se tiene que tomar una conciencia crítica, partiendo de que el día de mañana la tercera edad tocará la puerta. Los adultos mayores son personas que han sido activos en sus vidas y comprometidos en sus cosas, por lo que hay un capital importante que no hay que abandonar, sino reforzar todas las actividades que puedan hacerse en la tercera edad. Para ello existen diversos espacios de encuentro para ancianos, en donde desarrollar sus actividades de toda la vida o, incluso, conocer nuevas. Tucumán cuenta con muchos centros de jubilados en toda la provincia, y los mayores aprenden a relacionarse con personas en sus mismas condiciones, llevan a cabo tareas organizativas, administrativas y de recreación; se convierten en actores a cargo de que todo esto funcione y sin tener que pagar mucho dinero.
Cuando el adulto mayor decide continuar con su vida y no limitarse a la idea de quedarse en su casa, descubre todo lo que puede llegar a hacer. En los centros de jubilados aprenden a bailar, juegan al ajedrez, hacen actividad física -siendo la preferida natación- y realizan diversos talleres artísticos. “Es impresionante ver gente que iba a caminar con bastones a la plaza y dos meses después lo hacen sin algún apoyo. Todo nace también del espíritu que el adulto ponga; si psíquicamente ha decretado que se va a jubilar, tomándolo como un aislamiento, que no sirve para nada, es difícil que pueda tener una buena vejez”, remarca Ema Luz. Por otro lado, generar vínculos entre pares permite que sea mucho más fácil hablar, viajar y divertirse, porque los adultos mayores llegan a entenderse, se tienen la paciencia que otros no les tienen, comparten enfermedades en común, tristezas y alegrías; se trata de proyectos colectivos más intensos.
La vejez es una construcción. Si bien todas las cosas van debilitando al adulto mayor, en esta etapa no aparecen actitudes nuevas, sino que se fueron construyendo a lo largo de la propia historia, es por ello que el desenlace de cada uno tiene que ver con cómo fue construyendo su vida. Sin embargo, tiene que practicar conductas sanas, caminar, comer bien, no aislarse y ocupar la cabeza en diversas actividades y lo fundamental, tratar que el anciano mantenga su autonomía. De ese modo tiene muchas posibilidades de tener una buena vejez.
Otra realidad que se observa hoy en día es la fragilidad en los vínculos de los adultos mayores y sus familias. A veces los hijos no se pueden hacer cargo porque poseen otras responsabilidades. Otras veces sucede que, con el intento de superar crisis actuales, el abuelo pasa a un segundo lugar. “En ocasiones las familias no saben dónde ubicar al abuelo, y no se trata de que no lo quieran, sino que viven en casas más pequeñas, el matrimonio trabaja, los chicos van al colegio y nadie se puede hacer cargo. Incluso en muchos casos hay pedido de internación, pero no hay que endemoniar a las familias. Ellos tratan de acoger al padre o madre, porque trae mucha culpa el abandono, pero las condiciones concretas que a veces tiene un hijo impide que lo tenga en su casa”, reconoce Ema Luz Ruiz Huidobro. Pero la situación cambia cuando las familias acompañan a sus viejos en las actividades, les fomentan la participación y el desarrollo de tareas que permiten rejuvenecerlos y, por sobre todas las cosas, demuestran su respeto y cariño para quienes les dieron la vida.
Delfina Campero
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