Dueños del verano
/El verano era el tiempo de los reencuentros. Ya no importaba quién iba a la escuela de mañana o de tarde. Aparecían, además, los sobrinos y los nietos de los vecinos, abriendo las puertas de esas casas que el resto del año eran todo un misterio. Éramos dueños de todo el día, sobre todo de la siesta.
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