Luna

Por Julián Miana

¡Por Dios que hace frío fuera! ¿No puede una dormir en paz por el amor de Dios? La levantan a la madrugada y ¡ayyy! Hace tanto frío. ¡Es de noche afuera incluso! Está demente esta chica. Y Margarita no volvió todavía, estoy muy preocupada. Salió ayer a la mañana de aquí y hasta ahora no hemos sabido una palabra de ella ¿Qué le habrá pasado?

Seguramente se perdió por ahí jugando y cantando, pero no sé. Anoche escuché unos ruidos horribles, y la voz era parecida a la suya. Pobre Margarita, tiende a volar a veces. Por ahí se pierde entre los colores que a veces son tan brillantes. Sobre todo cuando entra la luz, a la mañana o cuando aparecen las luces de arriba por las noches; los vecinos seguro la vieron, después les pregunto. Seguro que me dicen que está durmiendo por ahí la muy terrible y ya, en cualquier momento la traen para acá, y todo vuelve a la normalidad.

Pero tantas veces ha pasado que no vuelven más. Todavía me acuerdo de Gerónimo Cañón, vivía muy feliz, pobre. Un día lo sacaron y nunca más. Pero ¡nunca más eh! Y a veces se van tan contentos. Por ahí uno ve la cara del que te saca ¿viste? Y te das cuenta; a tal, o cual no lo vemos más. Pero con Margarita no fue así, no, no, no. A Margarita la llevaron o se fue ella, no recuerdo; pero estaba contenta. Contenta estaba Margarita.

Y bueno, solamente queda esperar a que la traigan de vuelta, si es que se perdió. Porque por ahí sí los traen de vuelta. Uno escucha su apellido, lo buscan, pero después dicen “no, no” y uno se queda en algún lado, y después vuelve a su lugar. Pero no pasa tan seguido ¿sabe? Eso es lo que me asusta con respecto a Margarita. Es chica, chiquitita. Ya aparecerá.

¿Qué hace ahora esta chica nueva, por Dios? ¿Cómo era que se llamaba? Nadia, sí, Nadia, la chica nueva. Es tan torpe a veces. No sé para qué me sacó si nadie dijo mi apellido. O tal vez no escuché. Pero me pone aquí, en este estante tan a la intemperie. No sé qué le pasa. Yo solamente soy una viejita con la piel toda ajada, sin buena memoria. Estoy viva hace 48 horas ya ¡48 horas! Y esta gente no me llama. ¿Será que he sido fea toda la vida? No creo, porque las chicas eran iguales a mí, aunque sí eran más tontas. Era graciosísimo escucharlas. Decían que en realidad no nos llamaban por nuestro apellido sino que nos vendían y que nos agarraban gigantes de manos muy grandes. Esos gigantes nos comían ahí mismo donde nacemos y morimos, donde vivimos, o nos llevaban a otros lugares muy lejanos. Después de viajes interminables nos sacaban de bolsas de papel y nos mordían hasta acabar con nosotras y que el dolor era interminable. Que la nuestra era la tragedia de ser medialunas. Y era igual para todas las medialunas del mundo. Que en realidad a Gerónimo se lo habían comido de atrás para adelante y que le había salido una pasta marrón de adentro. Decía haberlo visto una de ellas. Que el pobre señor Gerónimo gritaba de dolor ¡Que historias más fantasiosas!

-Luna, ¿se enteró de lo que le pasó a Margarita?

-Se ha desaparecido desde ayer, sí.

-Luna, ha sido llevada con otro grupo de medialunitas. Todo un grupo de pequeñitas en una bolsa de papel. Por un gigante con ralladura amarilla en la cabeza.

-¡Pero basta con esas historias querida! ¿De donde sacan todas esas cosas ustedes? Deben estar viejas como yo, yo tengo 48 horas. ¿Cuántas horas tienes vos chiquita?

- Tengo 16, Luna, pero aún conservo mi memoria y sé lo que he escuchado, se lo digo con todo respeto. Hay varias tortas que no miden su tiempo en horas. Que lo miden en días y en semanas. Ellas contaron muchas cosas y viven tristes.

-¿Qué te contaron? ¡Pensar que cuando yo recién nacía la gente solamente se dedicaba a lo suyo y nadie decía nada de gigantes o conspiraciones para comernos!

- Mire, Luna, piénselo.

-Soy una vieja querida, mucho no puedo pensar, pero contame.

-La cuestión es así: Vivimos en lo que los gigantes llaman panadería. Estamos hechos por los gigantes, que se llaman humanos y nos comen. Nos comen porque tienen hambre y aparentemente nos crean de una forma particular, para que tengamos rico sabor. Las tortas lo saben porque ellas viven más tiempo, igual que el pan. Los humanos no saben que hablamos, ni se imaginan que pensamos en ellos y ya sabemos lo que son. Ellos tienden a subestimar todo. Los humanos hablan y tienen lenguas propias y estudian. Aparentemente son muy inteligentes, pero eso no es verdad. Son tan inteligentes como nosotras medialunas, son menos inteligentes que las tortas. Pero ellos tienen esos cuerpos tan grandes y tan fuertes y con eso han logrado dominarnos a nosotras y a tantas otras cosas más. Y es cuando te vienen a buscar que tu destino está más cerca de terminarse que nunca, puesto que es probable que te coman en el momento, o te lleven a lo que ellos llaman casa, o tal vez al trabajo. No sé qué será para los humanos eso del trabajo pero suena horrible. Nuestro destino es ese y tal vez algún día nos liberemos. ¡Pero mirá! Ahí vienen a buscarte.