16 abortos y una misma voz que grita basta

Fotografía de Ignacio López Isasmendi

Fotografía de Ignacio López Isasmendi

Dice un relato: 

Le conté la situación a este chico, él se enojó. Me dijo que no era de él, que yo era una puta.

Dice otro: 

Y así fue que esa noche —una noche que no voy a olvidar nunca— aborté en la que había sido mi cama desde que tengo cuatro años.

Otro: 

Hace seis meses que estoy intentando sacar del closet mi aborto. Se lo he dicho a muchas personas casi a modo de terapia, porque pronto descubrí que lo más doloroso de abortar es la clandestinidad.

Otro más:

Zafé de la cárcel. Pero vivo tras rejas sociales, culturales y legales.

 

Hasta noviembre pasado los relatos sumaban 16.

16 experiencias de aborto en primera persona.

16 mujeres detrás de cada texto, con 16 formas distintas de retratar su universo, sus circunstancias.

16 estilos para decir el miedo. La bronca. El alivio. Para decir también el silencio.

Y, como trasfondo, una misma voz latente en cada caso que advierte que las historias no pueden seguir repitiéndose. Una misma voz que grita basta.

Los textos fueron recopilados a partir de la convocatoria “Yo aborté”, lanzada en Tucumán por las integrantes de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Se invitaba a mujeres de todos lados a contar de forma anónima sus experiencias, las propias y las de otras personas queridas, conocidas. “Todas conocemos casos de aborto: una amiga, una compañera del colegio, una prima. Capaz que nunca lo dicen, que nadie sabe, pero vos sí, la acompañaste. Entonces queríamos visibilizar esas historias, que son todas distintas; la idea era hacer una intervención que interpele a las mujeres que no están en las marchas, que no están de nuestro lado”, explica Irene González Navarro, quien forma parte de la representación local de la Campaña Nacional.

La intervención en la que efectivamente se expusieron estos relatos ocurrió el 25 de noviembre, Día de la No Violencia contra la Mujer: en un tendedero atravesado en un sector de la plaza Independencia, el grupo colgó los fragmentos más destacados de cada relato y también repartió las piezas completas. La actividad, sin embargo, no se agotó allí. Tanto por su riqueza y diversidad como por la posibilidad de seguir recibiendo nuevos mails, las historias podrían volver a difundirse en otras iniciativas. De hecho, la semana pasada se lanzó una fan page que las recopila a todas: facebook.com/yoabortecampaniatucuman/.

La intención está bien definida: acortar la distancia con aquellos que piensan que el aborto es una situación siempre lejana, que les pasa a otros. “Queríamos hacer circular la palabra. Que la gente que nunca se lo planteó, porque cree que es algo completamente ajeno, comience a pensar qué le pasaría si estuviera en una situación parecida. Por eso entregábamos los relatos, para que los leyeran bien y se identificaran. Entonces ves que es una chica que iba a la escuela, como vos, o una chica a la que le fallaron los anticonceptivos por haber tomado antibióticos —ejemplifica Irene—. Hay que empezar a decir eso: que le puede pasar a cualquiera. Son muchas las situaciones en las que se decide un aborto”.

“Los especialistas refirieron: un feto de sexo masculino, con una alteración cromosómica; el embarazo se puede interrumpir en la semana 28, o llegar a término e iniciar una asistencia permanente a esa ‘vida’. La decisión estaba tomada: no queríamos ser padres así. Fue tristeza, dolor, miedo y culpa… Hay quienes piensan que abortar es un trámite que no impacta en el alma. Pese a la seguridad de haber hecho lo que creíamos mejor, el tema de la ilegalidad te deja en el vacío. Huérfana de palabras y de todo recurso que ampare por tu vida”.

“Nada es tan simple”, reflexiona Fernanda Fernández mientras repasa, precisamente, los contextos que describen cada testimonio. Fernanda es la actual articulante en Tucumán de la Campaña Nacional y, ante la pregunta de por qué es necesario confrontarse con estos relatos, dice: “cada uno los recibe de diferentes formas, y eso es lo rico. Yo, por ejemplo, tenía un análisis coyuntural: (pensaba que) a la provincia le falta un montón en términos sociales, de legislación o de voluntad política. Otro podría decir ‘qué triste la historia de esta chica, la verdad que me conmueve, que es humana, que no es una asesina de bebés’. La idea es anular ciertas categorías comunes o sinónimos que se le pone a la mujer que ha decidido abortar”.

“Puede ser un primer paso para despertar empatía, que puedan decir ‘no voy a juzgar a mujeres que no conozco y no sé por qué infierno personal están pasando’ —interviene Irene—. La intención es despertar sororidad, transmitir que es algo que también te puede pasar a vos, a tu hija, a tu hermana. Está pasando todo el tiempo y no hablar del tema no lo hace desaparecer, ni tampoco lo soluciona”.  

En ese sentido, coinciden, el debate por el sí o el no a la despenalización del aborto queda anulado. “Podemos discutir durante horas, pero eso no cambiará la situación de nadie. Puedo sentarme a hablar de esto en la Legislatura, en un ámbito académico o en un circuito de científicos, pero esas mujeres siguen abortando, se siguen muriendo. Siguen exponiéndose a situaciones de clandestinidad mientras que nosotros, bueno, estamos ahí, viendo”, reflexiona Fernanda.

Agrega Irene: “y también lo que sucede con el debate ‘aborto sí, aborto no’ es que corremos el riesgo de quedar entrampados, porque mientras tanto hay un montón de otros temas que dejamos de hablar: maternidad, violación, consentimiento, educación, el lugar de la mujer en la sociedad como fuerza reproductiva…”. 

“Recuerdo haberle dicho mil veces que no quería hacer nada, pero él no entendía o no quería entenderlo. Yo lo había calentado y me la tenía que bancar. Le pedí que no me penetrara; no lo hizo, pero acabó muy cerca de mi vagina. En mi ignorancia creía que si no había penetración era imposible un embarazo; por lo tanto, no me cuidé después. Un mes después comencé a tener los típicos síntomas”.  

Entre esos otros temas que surgieron relacionados con la experiencia de aborto, la desinformación y la falta de educación sexual fue uno de los principales. “Nosotras intentamos visibilizar la campaña por el derecho a un aborto legal, seguro y gratuito, pero mientras tanto siempre vamos a apelar a una educación sexual integral, que es algo que la provincia adeuda —remarca Fernanda—. Las consignas son educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir. Antes de la interrupción del embarazo hay un montón de temas de los que ocuparnos”. 

En ciertos discursos hay permanentes contradicciones en torno a esto, señalan. “Muchos te responden ‘se hubieran cuidado’, pero no se pueden cuidar si no hay una ley de Educación Sexual Integral (N. de la R: en las escuelas tucumanas no se aplica), si no hay una partida presupuestaria para anticonceptivos. Finalmente, el mensaje es ‘cerrá las piernas, hacete cargo’ —opina Irene—. La idea básica es que el sexo tiene que ser para la reproducción, es quitarle toda agencia a la mujer como sujeto sexual de derecho”.

“Y también homogeneizarla, como si todas tuviéramos el mismo cuerpo y los anticonceptivos reaccionaran de la misma manera en cada una —añade Fernanda—. Bueno, eso hacen estos relatos: te dicen que en la cotidianidad los anticonceptivos fallan; que las mujeres de clase baja, media y alta abortan. Lo único en que se distinguen unas de las otras son las condiciones, porque algunas lo hacen en la clandestinidad, con mucho más riesgo y vulnerabilidad. Y otras no, y te lo cuentan con un poema, como nos pasó”.

“Siento que me duelen los ombligos de todas las mujeres del mundo. De todas las mujeres a las que se les niega el acceso.

Siento, muy profundamente, el deseo de que toda mujer que pase por algo parecido pueda experimentarlo de la forma tan liviana como lo he experimentado yo.

Que deje de ser tabú.

Que deje de ser dolor.

Que sea derecho”.

Según las últimas cifras puestas a disposición por el Ministerio de Salud de la Nación, sólo en 2016 murieron 245 mujeres embarazadas por distintas causas. 43 de estas muertes (el 17,6%) están descriptas como “embarazos terminados en aborto”, lo que ubica al aborto como la principal causa individual de la mortalidad materna en Argentina.  Aunque los números oficiales no lo digan, estas defunciones están mayoritariamente ligadas a los casos en que las interrupciones de embarazos se hacen de manera insegura. Y quienes están expuestas a las prácticas inseguras son las mujeres de menores recursos. 

En Tucumán, mientras tanto, los datos oficiales arrojan que entre 2012 y 2016 murieron 14 tucumanas por complicaciones por aborto. Así consta en la información pública brindada por el Siprosa (expediente 168/16), requerida por la Campaña Nacional, Mujeres por Mujeres, Católicas por el Derecho a Decidir y La Casa de las Mujeres Norma Nassif. De ese mismo documento se tiene que los egresos hospitalarios por complicaciones por aborto en nuestra provincia fueron 6.607 entre 2013 y 2016. 

“Tuve la suerte de contar con los $ 2.000 que nos cobraron en ese momento. Tuve la suerte de ser atendida en una prestigiosa clínica y encontrarme con un médico que trabaja con ética y vocación. Tuve la suerte de practicarme un aborto como lo hacen los ricos: en silencio y sin complicaciones. Mi papá dijo en su trabajo que me operaban de apendicitis y se tomó el día. Como no tenía la necesidad de trabajar, pude hacer reposo como se me indicó”. 

Acortar la distancia con aquellos que piensan que el aborto es una situación siempre lejana: ¿cómo se sigue? ¿Cuáles son los principales obstáculos?

Irene y Fernanda señalan que es un inmenso desafío planear una estrategia para llevar ese mensaje a una sociedad mayoritariamente conservadora y moralista, como lo es la tucumana. “Repiten frases hechas como ‘te hubieras cuidado’ o ’ya quedaste embarazada, bancátela’, que encubren un montón de cosas. Que encubren, por ejemplo, que la maternidad debe ser una elección nacida del amor, del deseo. Tiene que empezar un proceso de cuestionamiento: desde dónde tomamos nuestra decisión de maternar”, aporta Irene.

“Incluso cuando llevamos el tema a la Legislatura, siempre hay quien saca una tarjetita de alguna agrupación antiderechos (en contra de la despenalización). Pero también la dificultad para activar el tema tiene que ver con el presupuesto: hay que destinar fondos para manuales de educación sexual integral, para partidas de anticonceptivos, para políticas de comunicación… todo eso es dinero”, detalla Fernanda.

Y mientras tanto, indican, la apertura hacia nuevos públicos se intenta en distintos frentes y con diferentes estrategias. “Hay varias agrupaciones en las que militamos el aborto como una cuestión de salud pública: algunas ofrecen consejería legal; otras, socorrismo; otras harán intervenciones artísticas… No hay un camino lineal para instalar el debate y caminar hacia la despenalización; todas las maneras de interpelar se van retroalimentando”, grafica Fernanda.

“Igual está buena la discusión y la empatía, ojalá que se logre la mayor apertura posible, pero tampoco vamos a esperar a que todos estén de acuerdo —advierte Irene—. No vamos a plebiscitar esto, que es un derecho humano”.