Jubilación para amas de casa: justicia social y algunas trampas
/Las tareas dentro del hogar fueron históricamente concebidas como ocupación de las mujeres y con un profundo sentido romántico: las mujeres realizan las tareas domésticas por amor y por naturaleza.
No hay horarios, vacaciones, ni salario para el invisibilizado trabajo que realizan las amas de casa. Trabajo que en promedio, destinan 6,4 horas al día las mujeres, y 3,4 los hombres, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (Indec).
A partir de un informe elaborado por la organización Economía Feminista, que reúne datos con bases públicas como la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) y el Indec, se estima que las mujeres que acceden a trabajos fuera del hogar como empleadas domésticas, cuidadoras, y otros, lo hacen en su mayoría de manera informal. Los datos informan que el 37% de las trabajadoras asalariadas no están inscriptas en la seguridad social. Además, muchas de ellas, al volver a sus hogares, deben continuar con las tareas domésticas. Es decir que cuentan con doble jornada de trabajo, siendo una de ellas impaga. Esto significa una disminución del tiempo para realizar otras actividades y también para descansar.
La alegría de jubilarse
Olga “Tita” Ávila es una abuela viuda de 72 años. Cuenta orgullosa que tiene 3 hijos, 8 nietos y nietas. Durante su vida, dedicó su tiempo al cuidado de sus hijos y tuvo también distintos tipos de trabajos que nunca le permitieron estar dentro del sistema previsional. No duda en reconocer que atender a sus hijos como objetivo primordial fue una gran decisión, porque “¿quién iba a cuidarlos mejor que yo?”.
Pero Tita realizó trabajos de todo tipo. En su casa se ocupaba de atender a sus hijos y esposo, cocinar, lavar y planchar. Y cuando los niños se iban a la escuela, ella salía “volando” a atender un negocio de librería y otros productos que le había puesto su marido. Después se dedicó a vender perfumes, productos de belleza, trabajó en un local de comidas, fue también ayudante de costura y su último trabajo fue vendiendo empanadas. “Así me arruiné la espalda y las piernas”, comenta.
Por el 2006, durante el gobierno de Néstor Kirchner, se convocaba a trabajadores y trabajadoras entre 60 y 65 años que estuviesen fuera del sistema laboral para que pudieran acceder a una jubilación mínima. Quienes no cumplían con los 30 años de aportes que exige la ley, podían acceder a un sistema de “compra” de los aportes, hasta en 60 cuotas.
Luego de las primeras tandas de jubilaciones, algo llamó la atención. La Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses) arrojaba el dato de que más del 85% de las personas que habían sido incluídas por la normativa, eran mujeres. De esta manera, desde el Estado se comenzó a reconocer que las mujeres son las que generalmente acceden a trabajos precarizados y no remunerados. Muchas pertenecían al trabajo doméstico e informal, por lo cual, la ley comenzó a ser popularmente conocida como “jubilación para amas de casa”.
Además de haber sido un hito histórico en materia pública, fue una reivindicación de derechos para las mujeres. “Jamás imaginé que iba a jubilarme, fue una gran alegría”, sostiene Tita, ya que desde su juventud luchaba dentro del Partido Socialista por una jubilación digna para quienes no habían accedido al trabajo formal.
De no ser por la ley, todo el trabajo que realizó Tita a lo largo de su vida, no habría sido acreedor de una jubilación, puesto que no estuvo inscripta en el sistema laboral y por lo tanto no contaba con los 30 años de aportes formales. Por lo cual, una gran sorpresa en su vida fue su inclusión como trabajadora en el sistema previsional.
Muchas mujeres como Tita que accedieron a la jubilación para amas de casa fueron grandes trabajadoras no reconocidas que cumplían jornadas de trabajo tanto fuera, como dentro del hogar. Pero las tareas domésticas son más invisibilizadas aún, y la doctora en economía y docente en la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) Luciana Garat explica el por qué: “Una de las grandes apropiaciones que ha hecho el capitalismo es la del trabajo doméstico y lo ha hecho despojándolo de valor: cuando el trabajo doméstico se hace para terceros tiene un valor económico. Pero si se hace en el hogar, no lo tiene”. Es decir, una mujer que trabaja todo el día en su casa, no recibe remuneración por ello, pero cuando trabaja en otros hogares, ese servicio prestado tiene un presupuesto y con ello una paga. Entonces trabajar en el hogar sin cobrar se convierte en un “ahorro económico”, dice Luciana. La economista argumenta en ese sentido que si el trabajo de las amas de casa fuera remunerado, representaría el 15% del Producto Bruto Interno (PBI).
“En el orden patriarcal del sistema capitalista se asignan roles para hombres y mujeres. Pero los roles de los hombres se encuentran jerarquizados”, sostiene la economista. ¿Y cómo se jerarquiza en el sistema capitalista un rol? Mediante el dinero. El hombre, además, tiene lugar en la escena pública, es el proveedor, sus trabajos son mejores pagos e incluso son más variados. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las mujeres cobran un 25% menos que los varones.
Para que un integrante de la familia pueda salir a trabajar, necesita que el sistema familiar funcione acertadamente. Es decir, para que exista fuerza laboral disponible para el trabajo formal es indispensable que alguien realice el trabajo dentro de los hogares. En ese sentido es que el trabajo doméstico es fundamental para el funcionamiento de la economía, señala Luciana. Entonces, “decirle a una mujer que trabajó toda su vida dentro del hogar, que ‘nunca trabajó ni aportó a la economía del hogar’, es totalmente una falacia”.
"Recibir este reconocimiento fue muy beneficioso para mí", dice la abuela Tita sin disimular su alegría. Es que si no fuera por la jubilación habría tenido que seguir trabajando o dependiendo de sus hijos. Más aún cuando al separarse de su marido la plata dejó de alcanzarle.
Es por ello tan importante el señalamiento que hace Garat: “las jubilaciones no son un regalo, es un dinero que alguien aportó y si no aportó es porque que los tuvieron en negro, o que el empleador (porque en su mayoría son hombres) los engañó y les hizo creer que hacían aportes cuando no era así”.
Prórroga de la moratoria
Hoy 23 de julio de 2019 la moratoria llegaba a su fin. A partir de un conjunto de reclamos sociales, el Gobierno Nacional decidió prorrogar la moratoria hasta el 2022.
Desde los inicios de la ley, las trabajadoras podían incluir en el sistema previsional períodos laborales comprendidos desde sus 18 años de edad hasta el 2003. Entonces una persona que había comenzado a trabajar en 1977 y en 2003 no completaba sus aportes, debía acreditar 4 años de trabajo formal para completar los 30 que exige la ley actual. Esto es porque desde 1977 hasta 2003 pasaron 26 años, de ahí los 4 años restantes.
Algo peculiar en la actual resolución es que no se cambió la fecha de corte, la cual sigue siendo el año 2003. Por lo tanto, una mujer que haya comenzado a trabajar en 1980 y cumpla 60 años en 2022, adeudará más años de aportes formales: 7 en total. “La prórroga tiene una trampa. Comprar esos años de aporte con tu jubilación se hace excesivamente caro, entonces muy poca gente es la que va a poder acceder a esta prórroga”, señala la economista.
Según datos del Indec, más de un millón de mujeres se encuentran próximas a cumplir 60 en los próximos años. Pero sólo el 55% del total cuenta con aportes, mientras que el 45% no. Con la nueva resolución 500.000 mujeres no podrán jubilarse según un estudio del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). Además, podría implementarse una evaluación socioeconómica que sólo apunte a mujeres de menores ingresos, por lo cual, la normativa dejaría de ser universal.
Como Tita, son 1.8 millones las mujeres que accedieron a la jubilación para amas de casa. Lo que fue un gesto político para reconocer a la jubilación como un derecho, encuentra un gran retroceso con la nueva resolución. “Las jubilaciones no son un gasto, es un dinero que alguien aportó y si no aportó es porque le estafaron”, finaliza Luciana.
Suele decirse que todo lo que hacen las mujeres es por amor. Amor a la casa, a los hijos y al marido. Amor que hace girar al mundo. Amor que es trabajo no remunerado.