Menstruar y cuidar al planeta: un proyecto feminista

Fotografía de Celina Barrionuevo

Desde el 4 de marzo funciona en el barrio CGT de Alderetes una nueva unidad productiva dedicada a la confección y venta de toallitas femeninas reutilizables. Una propuesta avanzada para la gestión menstrual de mujeres, varones trans y/o personas no binarias. El proyecto es una articulación entre la Fenat (organización territorial de la Central de Trabajadores de la Argentina -CTA-) y el Ministerio de Mujeres y Diversidades de la Nación. Este progreso merece reflexiones mucho más profundas para desnudar a un sistema que excluye, según Nataly Dorfmüller, joven integrante de la Fenat y de la unidad productiva. 

La gestión menstrual en un mundo desigual

 Toallitas, tampones, copas. La manera en que se gestiona la menstruación tiene implicancias en la salud, en el ambiente y también en la economía.

Las mujeres presentan mayores tasas de desempleo en nuestro país: según un estudio de la Dirección de Economía, Igualdad y Género, la brecha entre varones y mujeres menores de 30 años se profundizó durante la pandemia: de 2 puntos porcentuales en el último trimestre de 2019 pasó a 7,9 puntos en el primer trimestre de 2021. Además, las mujeres se dedican tres veces más que los hombres a las tareas del hogar y a las de cuidados, trabajos que generalmente no son remunerados. Entonces, el sector más empobrecido de la sociedad debe enfrentar un gasto extra por un proceso que es biológico e inevitable.

Según un informe elaborado por el Ministerio de Economía de la Nación presentado en 2021, las personas que menstrúan gastan en toallitas, por año, entre $1.933 y $4.327, dependiendo de las marcas que utilicen. Dorfmüller señala que esto aplica solo a quienes tienen los ingresos suficientes para afrontar estos gastos: “hay gente que no va a la escuela o a trabajar porque no tiene esa plata. Es por eso que debería ser plenamente un asunto del Estado”. En ese sentido, quienes no pueden acceder a elementos de gestión menstrual están frente a una obstaculización de sus derechos.

Las barreras mencionadas visibilizan que no se trata de un problema individual, sino colectivo. Tucumán, desde el año pasado, es pionera en la capacitación y provisión de elementos de gestión menstrual a personas vulnerables a partir de la Ley Provincial N° 9.349. Esto significa que el Estado es responsable de garantizar la provisión gratuita de elementos de gestión menstrual a aquellas personas que presentan dificultades económicas, además de realizar campañas de sensibilización y de impacto ambiental que contribuyan a la concientización y al diseño de propuestas que reduzcan los daños al ecosistema.

Sobre la provisión de kits menstruales, Dorfmüller señala que se destinaron millones de pesos en la provincia: “pero fueron millones de pesos tirados a la basura porque entregaron kits con elementos de plástico que generan infecciones, como las toallitas descartables. Tienen que entregar kits dignos y sustentables”. Según la referente, el Estado debe trabajar de manera comprometida para reducir la contaminación ambiental, y esto es posible a partir de productos libres de tóxicos y duraderos en el tiempo.

En Argentina, según el informe de  la cartera de economía, la producción de otras alternativas como las toallitas reutilizables se impulsa a través de emprendimientos y cooperativas de mujeres de pequeña escala, que hasta el momento no compiten con las grandes marcas. La referente de la Fenat explica que esa es la disputa que van a dar desde la unidad productiva: “queremos conquistar las góndolas”.

Eso generaría, además de una reducción de la contaminación ambiental y ahorros de dinero para el Estado y las economías familiares, la apertura de nuevos puestos de trabajo para las personas que lo necesitan. Dorfmüller añade que es un espacio de encuentro que trasciende lo individual de las mujeres de la unidad: “no sabés la alegría de las compañeras de poder salir un rato de la casa y sentirse productivas. Aprenden a hacer algo tan sencillo como una toallita de tela, pero hablan también sobre sus cuerpos”. 

Desenmascarar al sistema 

Período, la regla, Andrés y otros tantos eufemismos para referirse a la menstruación ante la aparente imposibilidad de nombrarla. Durante siglos este proceso natural estuvo asociado a tabúes y prejuicios relacionados con lo antihigiénico, lo vergonzoso o lo inapropiado.

“Hace pocos años que existen las toallitas que conocemos hoy. No están de toda la vida. Aparecieron en la Primera Guerra Mundial porque las mujeres tuvieron que salir de sus hogares durante 16 horas y no podían menstruar más con trapitos. El sistema necesitaba que rindan todo ese tiempo. Y luego mercantilizaron el producto”, señala la joven. Dice también que es necesario repensar qué herramientas utiliza la publicidad para generar estigmas y cosmovisiones frente a la menstruación, para así desaprender esos discursos que solo obstaculizan la relación que las personas menstruantes tienen con su cuerpo. Explica además que el cambio debe ser profundo y que con Educación Sexual Integral (ESI) es posible.

En un mundo capitalista y patriarcal es necesario un feminismo más desafiante, comenta Dorfmüller: “el feminismo tiene que ser ecofeminismo. Y falta que las feministas conquisten esa lucha y cuajen desde adentro de la vida de las personas para un verdadero cambio social”.

El estudio del Ministerio de Economía señala que una toallita común puede demorar entre 500 y 800 años en descomponerse, pero nunca se biodegrada. Esto es así porque tanto toallitas como tampones contienen en un 60% pasta fluff (un compuesto proveniente de la plantación de pinos no autóctonos que se obtienen a partir de desmontes de las selvas nativas): un material que no es biodegradable. Y según la ONG Banco de Bosques, más de 12 millones de personas menstruantes en el país producen por año alrededor de 132 mil toneladas de basura no reciclable ni biodegradable. Además, ambos productos poseen fibras sintéticas derivadas del petróleo. Esto quiere decir que el uso de toallitas y tampones (estos últimos sí se biodegradan debido a que están fabricados con un material natural como el algodón) generan impactos significativamente negativos en el medioambiente.

Otra cuestión es que el uso de los productos de gestión menstrual pagan el Impuesto al Valor Agregado (IVA). Algunos países ya reconocieron que pagar impuestos por menstruar es injusto y desarrollaron nuevas normativas para una mayor inclusión. En 2018, Colombia quitó el IVA a estos productos; si bien no produjo cambios importantes en los precios, no se descarta que se pueda avanzar en ello. Y Escocia, desde 2020, distribuye productos de gestión menstrual de manera gratuita para quien lo necesite.

En Argentina la lucha de los feminismos va por los mismos senderos. El próximo paso es que el Estado aliviane definitivamente los costos de menstruar a mujeres e identidades disidentes y garantice plenamente estos productos a los sectores más vulnerables. 

Fotografía de Celina Barrionuevo.

Un horizonte posible 

En los últimos años más personas menstruantes comenzaron a inclinarse por alternativas amigables con el medio ambiente como las toallitas reutilizables y las copas.

Dorfmüller señala que las mujeres de la unidad productiva pretenden, en un futuro no muy lejano, competir en los supermercados y anhela que las grandes marcas como Always, Kotex, Siempre Libre, etc., sean denunciadas por el daño que provocan a la salud de millones de personas y al medioambiente. Este es un proceso ya iniciado, según ella.

“Este es un mercado sostenible”, afirma. El primer paso es eliminar estereotipos en cuanto a la menstruación y seguir impulsando los derechos de las personas menstruantes, un sistema más inclusivo para ellas. En esa línea, trabajar por la inclusión menstrual, promover la actividad cooperativa, la autonomía de las personas menstruantes y generar políticas concretas para una gestión menstrual sostenible, dice, aliviará drásticamente los daños en el medioambiente y también garantizará la salud menstrual de miles de personas.