Una piña a la vida

“Yo nunca le pegué una piña a un rival, siempre le pegué una piña a la vida”. A los doce años de haberse bajado del ring, Juan Martín “látigo” Coggi regresó a Tucumán.

En esta oportunidad, el tricampeón mundial se hospedó en la ciudad de Tafí Viejo para entrenar a una de las cosas más importantes que le dio la vida, su hijo Martín Coggi, bien conocido como “el principito”.

“Estoy feliz de trabajar con él y más en este momento tan importante en su vida y de la mía. Él me dijo el otro día 'yo quiero contarle a mi hijo que fui a pelear por un titulo mundial' y yo quiero contarle a mis nietos que ganamos un titulo mundial”, comentó el boxeador.

Sin embargo, entre risas y silencios, el campeón confesó: “nunca quise que pelee, éste es un deporte muy duro, hecho para la gente que no tiene nada y Martín tenia todo. Yo me decía 'Martín no va a hacer sacrificios, no va a hacer lo que hace un chico que no tiene nada para llegar a ser boxeador', pero yo no sabia que él quería llegar a ser alguien por sí mismo y cuando me di cuenta de eso le brinde todo mi apoyo y experiencia”.

El santafecino a lo largo de su carrera ganó tres títulos mundiales y finalizó su trayectoria con 75 peleas ganadas (44 fueron victoriosas por KO), 5 peleas perdidas y dos empates.

Por un instante sus ojos se cristalizaron al recordar el final de su carrera deportiva, “uno se retira del ring y pasa a ser un muerto vivo, una leyenda caminando. Después de haber hecho tantas cosas en tu vida, de repente te sientan en el patio de tu casa y te dicen 'ya estas jubilado viejo de miércoles, dejate de joder' y tenés recién 40 años”.

A continuación una frase surgió de sus recuerdos. “Yo boxeaba para vengarme del hambre. Yo nunca le pegué una piña a un rival, yo siempre le pegué una piña a la vida. Yo tenía que pasar sobre él para poder llegar a ser lo que yo quería ser, pero terminaba la pelea y vos eras mi hermano, mi amigo…”.

Al finalizar, sus puños se cerraron, su cara se tornó seria y su voz vislumbraba una conjugación de sentimientos al criticar la falta de acción del poder gubernamental. “Si hoy los intendentes o las autoridades ponen gimnasios de boxeo, con entrenadores capacitados, un psicólogo y un asistente social, van a sacar muchos chicos de la calle. Lo único que nos hace falta es ir al gimnasio y nuestro profesor nos va a dar los guantes, las vendas, los bucales, nos va a enseñar, nos va a hacer pelear, nos va a hacer conocidos, nos va a hacer practicar un gran deporte”.

Su carrera como boxeador ha terminado, pero una nueva etapa comenzó en su vida. Acompañado de su hijo y de su familia podrá volver a revivir lo que en un momento fue suyo, el de poder vivir la consagración del “principito” como campeón mundial.