De la necesidad a la imprudencia

Un auto tipo está hecho para trasladar, a lo sumo, cinco personas. Cinco. No importa que éstas sean adultos o niños. Solo cinco. En el auto cuyo accidente acabó ayer con la vida de Brian Valdez, de 2 años, iban nueve personas. Casi el doble de lo permitido. La reacción casi instantánea es decir "qué barbaridad, a quién se le ocurre", pero hay más que ver detrás de los números y la desgracia.

Todos los días, cientos de tucumanos se mueven de un punto a otro de la provincia en condiciones peligrosas. Motos que llevan a tres o más pasajeros, autos cargados hasta lo imposible de gente y objetos. A esto hay que sumarle un parque vehicular en constante crecimiento (y con exponentes que no pasarían ni siquiera la puerta de la VTV), el total desapego a las normas de tránsito y la sensación colectiva de "lo hago siempre, no va a pasar nada". Hasta que pasa.

Muchos de quienes eligen todos los días llevar a una familia numerosa en un vehículo que apenas los contiene dirán que está lejos de ser una elección, sino más bien una necesidad. Que es más barato, que es más cómodo, que no hay transporte urbano disponible, que es la única alternativa. Razones de peso que pierden toda validez cuando la desgracia, finalmente, llega. Razones que sugieren que más allá de las responsabilidades obvias, hay otras cuestiones que resolver.

Muchos de quienes hoy critican y condenan, probablemente lo hagan ciegos a su propia imprudencia cotidiana. Subir 9 personas a un auto es tan irresponsable como pasar un semáforo en rojo, hablar por celular o enviar mensajes de texto mientras se maneja, andar con el casco en la muñeca o el codo, llevar a un único niño en las rodillas o en el asiento delantero. Basta un segundo, un descuido, para ser parte de las estadísticas.

Que la imprudencia sea el vehículo en el que viajan los tucumanos es responsabilidad de quienes manejan y de quienes controlan. Criticar y lavarse las manos no conduce a nada.

Cecilia Morán

cmoran@colectivolapalta.com.ar