Una ley digna
/El año pasado, una madre desesperada fue el rostro de un llamado de atención impostergable. Selva pedía por Camila, una nena cuyas funciones fisiológicas, ajenas al concepto de vida, se sostienen por el temor y los avances médicos, rumbo a la nada. Después de debates, de poner en la balanza principios, valores y religión, los representantes del pueblo argentino aprobaron la conocida como ley de muerte digna. Esta ley contempla el derecho de pacientes y familiares a decidir cuánto y cuándo es demasiado, para nada.
En su párrafo más destacado, el texto señala que "...el paciente que presente una enfermedad irreversible, incurable o se encuentre en estadio terminal, o haya sufrido lesiones que lo coloquen en igual situación, informado en forma fehaciente, tiene el derecho a manifestar su voluntad en cuanto al rechazo de procedimientos quirúrgicos, de reanimación artificial o al retiro de medidas de soporte vital cuando sean extraordinarias o desproporcionadas en relación a la perspectiva de mejoría, o produzcan un sufrimiento desmesurado. También podrá rechazar procedimientos de hidratación o alimentación cuando los mismos produzcan como único efecto la prolongación en el tiempo de ese estadio terminal irreversible o incurable". Estas consideraciones no incluyen las medidas de control ni de alivio del dolor.
Las modificaciones hacen hincapié en el consentimiento informado. Ninguna decisión se va a tomar sin que el paciente o sus familiares sepan cuáles son las alternativas y sus consecuencias. También es importante señalar que la decisión puede ser revocada y que los agentes que actúen conforme a la ley no están sujetos a responsabilidad alguna, liberando al equipo de salud de amenazas penales y civiles.
Lejos del fantasma de la eutanasia, la ley de muerte digna implica un profundo compromiso de médicos, pacientes y familiares. Cada caso, único, no será un proceso rápido. Conocer la enfermedad, sopesar los tratamientos, agotar los caminos. No faltarán el miedo, el dolor, la negación. Ni una salida fácil ni una pirueta legal, simplemente el derecho a no postergar el dolor de la muerte.
Cecilia Morán
cmoran@colectivolapalta.com.ar