El derecho a una conciencia social
/Tucumán es una de las pocas provincias en las que la televisión por cable no cuenta en su grilla con dos de las señales de aire más vistas en Buenos Aires (Canal 13 y Telefé). Con lo que sí cuenta es con dos canales locales que retransmiten prácticamente en su totalidad la programación porteña. Hasta aquí nada es novedoso y nada parece molestar a ningún televidente en la cuna de la Independencia. Ni que los profesionales de la comunicación no tengan espacio en la grilla televisiva, ni que el canal, que de alguna manera sigue perteneciendo a la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), le niegue espacio a los estudiantes de la carrera de Ciencias de la Comunicación para que realicen sus prácticas preprofesionales, ni tantas otras cosas que ocurren por estas latitudes. Y si estas cosas inquietan a algún ciudadano, no es lo suficiente como para ocasionar un TT (Trending Topic), o una masiva manifestación en Facebook, o un “escrache” en alguna escuela secundaria.
Lo que sí produjo miles de expresiones de repudio e indignación fue no haber podido ver en vivo y en directo a Jorge Lanata en su programa desde la tierra de Alberdi. Nadie reparó en que hace mucho tiempo que canal 10, el canal de la Universidad, no transmite ningún programa ni informativo, ni político con producción del multimedio Clarín. Lo que sí muestra son los programas que ultrajan la imagen femenina o que usan al diferente para aumentar el morbo sometiéndolo al ridículo (dicho sea de paso, eso tampoco parece ser motivo de indignación para la gran mayoría). Sin embargo, lo que fue un día más de una programación normal despertó a los tucumanos. De pronto todos, masivamente, descubrieron y decidieron decir basta a la censura.
Antes que nada, es necesario dejar claro algunas cosas: en la provincia la libre expresión se encuentra bastante limitada, coartada y amenazada, sobre todo en los medios televisivos; el gobierno provincial se muestra más como un feudo que como una democracia participativa y el enriquecimiento de unos pocos es descomunal en tanto la pobreza y la marginación crece de la mano del clientelismo. Todo eso, “que todos sabemos” solo toma su verdadera dimensión cuando aparece en Buenos Aires. ¿Por qué? Aparentemente porque lo que no se muestra allá, simplemente no existe, no pasa o no es importante. Nadie se compromete en cambiar esa realidad, pero todos toman conciencia ciudadana y se movilizan para modificarla cuando la censura toca a un periodista porteño. No importa si es mercenario, de pronto se convierte en justiciero.
Que una provincia viva en la impunidad y la corrupción, que en las calles convivan los carros tirados por caballos y los autos importados, que las mujeres sigan desapareciendo, que se siga desalojando a comunidades ancestrales de sus tierras le importa solo a algunos. Ahora, que un personaje de reconocimiento nacional, por más poco coherente que sea, no aparezca en la televisión tucumana contando lo que “todos sabemos” se convierte en la mayor preocupación de toda la ciudadanía.
Las redes sociales se llenaron de mensajes de adhesión y solidaridad, en las calles la gente no dudó en mostrar su indignación y su hartazgo, los jóvenes encontraron por fin una causa por la que manifestarse y los estudiantes de comunicación, sí los mismos a los que se les niega espacio y lugar para sus prácticas, los mismos que no tienen pasantías que velen por el verdadero aprendizaje de su profesión, descubrieron que el derecho a escuchar y ver al señor Lanata era vital para su formación.
Ante esto que, aunque debiera, no sorprende solo es posible pedir por favor y con urgencia ¡una brújula para Tucumán!
Gabriela Cruz
gcruz@colectivolapalta.com.ar