Fiesta y final

Con una ceremonia de clausura impecable, llena de música y nostalgia, Londres se despidió de los Juegos Olímpicos. Atrás quedaron 16 días de emociones, en los que miles de atletas trataron de dejar su huella en la historia del deporte. Durante los próximos días y hasta que el entusiasmo se extinga, se hablará mundialmente de las hazañas de Usain Bolt, el imbatible Dream Team y el récord de medallas de Michael Phelps. Aquí, en casa, se intentará explicar el último traspié de la Generación Dorada, la frustración de las Leonas y la alegría de Sebastián Crismanich. Se discutirá sobre las cuatro medallas y los diez diplomas que cosecharon los deportistas argentinos: si es mucho, si es poco o si es lo que corresponde para un país que no da tanto como exige a la hora del alto rendimiento.

Al menos por un rato más, seguirán debatiendo novatos y especialistas en esas disciplinas casi desconocidas que cobran relevancia cada cuatro años. Más de un chico se contagiará de esta fiebre olímpica y pedirá que papá o mamá los lleven al club para empezar a andar el camino del handball, las artes marciales o la gimnasia artística, despegándose de lo más tradicional, como el hockey o el (ausente) fútbol.

Bien cerquita, se prepara Río de Janeiro, la mirada firme en 2016. Una ciudad que se va a convertir en el destino de los sueños y el sacrificio de los miles de deportistas que desde hoy se comprometen con la ilusión de una medalla, de un récord, de un himno susurrado entre lágrimas. Allá van ellos y el mundo los va a seguir.

Cecilia Morán

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