La desesperación de pensar que sería el final
/Hace pocos días, la tranquilidad de la villa turística El Rodeo, en Catamarca, fue arrasada por un alud que se llevó la vida de 13 personas. Durante el fuerte temporal, una familia de Tafí Viejo estaba de vacaciones en la zona. Luego de vivir la desesperación y las consecuencias de la tragedia, contaron su historia. Se trata de la familia de Raúl Hernández Soto, que partió a la provincia vecina para recorrer los paisajes que ofrece. El jueves por la mañana (23 de enero), los taficeños llegaron a El Rodeo luego de disfrutar de distintas localidades catamarqueñas. Aquel día, Raúl junto a su esposa, Karina Martín, y sus dos hijas (4 y 7 años) decidieron quedarse en el lugar, dada la tranquilidad que se vivía. Como suelen hacerlo, llevaron su carpa para acampar. El lugar elegido fue un camping ubicado a metros del río Ambato.
Parecía un día normal. Disfrutaron toda la tarde del río, al igual que sus vecinos. Solo que a las 18 comenzó a nublarse. Al parecer, la lluvia llegaría a la zona como tantas otras veces. A las 21, un fuerte viento comenzó a acechar el lugar. La gente se apresuró a asegurar sus carpas y tomar las medidas de precaución necesarias, pero al parecer no fue suficiente. “Cuando llegamos, le preguntamos a la gente del lugar si había zonas que se inunden y nos dijeron que no pasaba nada. Además, no había señalización que indique que el río suele desbordarse. Aun así, nos preparamos para una lluvia fuerte”, explicó Raúl.
“Cuando comenzó a llover la tormenta era leve. Mis hijas estaban en la carpa con mi mujer. Yo estaba afuera acomodando las cosas para que no se mojen”, contó Raúl. De repente, el ruido que venía del río lo puso intranquilo. En un instante notó que estaba creciendo. Por la iluminación de los rayos vio que ya había aumentado cuatro metros y lo primero que hizo fue llamar a su mujer, mientras temblaba el piso. “Inmediatamente le dije a mi esposa que se prepare porque el río estaba crecido. En ese momento cayó un rayo cerca de nosotros y, por el resplandor, vi que el agua ya estaba a unos metros. Al ver la violencia con la que corría el agua pensé en que, si llegaba a rebalsar, se llevaba todo”, recordó.
La familia rápidamente salió a buscar refugio en su auto, que estaba estacionado a unos 15 metros de la carpa. En ese momento comenzó el caos. La gente del camping comenzó a gritar “¡Salgan todos! ¡Crecida, crecida!” Alzaron a las criaturas y subieron al vehículo con lo primero que encontraron a mano. “Entramos, cerramos las puertas traseras y, antes de que suba al auto, nos alcanzó la crecida que no era del río desbordado sino que el río cambió el curso y la crecida vino por la calle. En ese momento, el agua nos llegaba a las rodillas y por el impacto no podía cerrar mi puerta. Entró mucha agua y basura. Intenté salir pero el auto no respondía ya que las ruedas no traccionaban por el barro”, contó Raúl.
En un segundo, la fuerza del agua cerró las puertas y comenzó a arrastrar el vehículo. Metros adelante chocó con una columna de cemento, donde quedó atascado. “En ese momento las olas que chocaban en el auto eran muy fuertes y pasaban por encima del techo. Un tiempo después, la columna que nos retenía cedió y siguió arrastrando el auto, con nosotros cuatro adentro. A medida que avanzaba iba golpeando con otros objetos, que no podíamos ver por el barro”, explicó.
El vehículo fue arrastrado 150 metros, cuando una camioneta lo chocó y lo ubicó a una orilla, donde había un árbol. Ahí, la familia pensó en encontrar la solución pero, antes de intentar salir y subirse al ejemplar, el agua volvió a llevárselos. Metros adelante volvieron a detenerse, justo frente al portón de una vivienda. Inmediatamente decidieron bajar y tratar de ingresar a la casa, que estaba en un sector elevado. “Tomé a mis hijas y logramos salir del auto pero casi nos lleva la corriente. El auto se seguía moviendo pero salimos y llegamos al portón. El agua casi nos tapaba. Por suerte había gente en la casa, que nos ayudó y nos hicieron pasar”.
Aquella noche durmieron en la vivienda, donde recibieron ropa, comida y calor. Aún así, la incertidumbre de qué pasaría al día siguiente estaba latente. “Todo sucedió en cuestión de minutos, que te sorprenden y no te dan tiempo de reaccionar”, reflexionó Raúl.
Hoy les queda una historia que compartir. Karina, esposa de Raúl, agradece a Dios por cuidar la vida de sus hijas y recuerda, entre lágrimas, cómo pensaron que era el fin de la historia. “En ese momento todos llorábamos por la desesperación de pensar que era el final. Estábamos todos abrazados para que estemos juntos, porque el agua que entraba en el auto en algún momento nos iba a llevar. Yo me puse a rezar, a pedirle protección a la Virgencita, y trataba de tranquilizar a las chicas. La Virgencita nos puso esa camioneta blanca que nos permitió salir. Yo creo que Dios nos ha dado otra oportunidad”, reflexionó.
La familia salió adelante con la solidaridad de la gente y hoy está de vuelta en la ciudad. Como dice Karina, "es un milagro que los cuatro estemos bien, que mis hijas no estén lastimadas y que hayamos encontrado excelentes personas que nos ayuden”.
Exequiel Reinoso
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