Ver sin mirar: la basura, un problema estructural

Foto: Elías Cura | la palta

“Ojos que no ven, corazón que no siente” dice el refrán que se utiliza cuando queremos negar algo que, si se sabe, seguro, rompe corazones. A veces también pasa que a pesar de ver, el corazón no siente: como ocurre cuando vas en el auto y chocás con un basural. De repente a la vuelta de la escuela de tu hijo un lago de líquidos tóxicos, gallinas comiendo de algún pañal y un caballo pastando en un lote que vaya a saber uno a quién le pertenece y por qué está en ese estado. La imagen te shockea por un instante, suena alguna música de fondo en la radio, manejás media cuadra más tarareando y te olvidás. Los basurales son esa herida del planeta que supura indiferencia y sangra los lixiviados (esos líquidos residuales, densos y con mal olor), los despojos consumistas. El dolor crónico de un enfermo agonizante. 

¿Qué nos pasa que no nos pasa nada?

Domingo 13 de abril, mañana fresca y nublada post lluvia nocturna. Un equipo de tres, con la intención de cazar basurales y retratar eso que a veces se ve, pero no se mira. Calles La Rioja y Domingo Matheu, el auto no se detiene para estar “pillos” en caso de que ocurra algún incidente. Baja el fotógrafo acompañado de José Iñigo, que se desempeña en la Dirección de Ambiente en el marco del programa TRANSFORMÁ y es la persona que se encarga de relevar, abordar y trabajar en los basurales de la Ciudad de San Miguel de Tucumán. Le cuenta las características, complejidades y dificultades del tema, se suben nuevamente al auto. Al momento de emprender la retirada cambia el plan: volver para hacer un par de fotos más desde otro ángulo. En ese momento llega un auto rojo, un hombre baja, abre el baúl y se dispone a arrojar una cantidad sorprendente de bolsas. 

“Poner el cuerpo, las ideas y la energía en realizar un cambio radical en la ciudad es más que un desafío. No es sólo un cambio de imagen, es un todo que involucra: educación, salud y trabajo”, afirma José. Comenta que para él es una constante buscar en estos lugares “conflictivos” alguna razón que lo aliente y le dé una cuota de esperanza para seguir en una tarea tan compleja. “Tengo fe en el compromiso de los vecinos, cuando hablo con ellos, los miro a los ojos y me afirman con vehemencia que quieren estar mejor”, asegura. 

Foto: Elías Cura | La palta

En los barrios en donde se encuentran ubicados estos basurales se escuchan diferentes opiniones relacionadas a los carreros y cartoneros. Muchas personas aún les entregan sus residuos a cambio de un par de pesos, a pesar de no saber (¿o sí?) dónde terminarán. Otros discuten y los corren con odio y violencia. Lo cierto es que resulta muy sencillo pegarle al eslabón más débil y el cartonero lo sabe. El juicio y el prejuicio acompañan su profesión desde siempre. Merry Anastasio, referenta de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCyR) en Tucumán afirma: “Culpar a los carreros y a los compañeros del reciclado de los basurales es mezquino”. La certeza de Anastasio permite problematizar el asunto y acerca la reflexión a las casas de aquellos vecinos que aún no separan sus residuos, a los autos y camionetas de otros que todavía arrojan sus bolsas donde (saben que) no corresponde. También da pie a cuestionar a propietarios de lotes que se encuentran abandonados, en mal estado y sobre todo a las industrias. Son estas últimas las que aún no se responsabilizan por los productos que les generan ganancias pero al mismo tiempo perjudican  a los habitantes de la casa común. 

La basura, ¿siempre estuvo aquí? 

Continúa el recorrido para registrar un par de basurales más, y luego de vivir la experiencia poco grata con el hombre infractor del auto rojo, comienzan las reflexiones filosóficas. Y eso lleva directamente a pensar: antes no había tanta basura, ¿qué es lo que ha pasado que ahora parece estar en todos lados? 

La historia cuenta que los primeros seres humanos eran nómadas y vivían en pequeños grupos. Permanecían en un lugar por un período de tiempo y luego se mudaban a otro sitio. La basura que generaban consistía, en su mayoría, en desechos biodegradables. En algunas aldeas se cavaban hoyos o fosas grandes donde se depositaban los desechos. 

Por mucho tiempo, las primeras civilizaciones carecían de un método sistemático de eliminación de desechos. A menudo, la basura se acumulaba en los pisos de las casas y, en su mayoría, terminaba acumulándose en los caminos. En Egipto, se recogía la basura principalmente de la gente rica y se echaba en el río Nilo. 

En la actualidad, las casas y los edificios amurallan las ciudades, atornillando a dichosos propietarios con raíces de cemento, o inquilinos que bailan de un lado al otro al ritmo de los costos y la inflación. Entre altas paredes de ladrillos, se escucha a viva voz odas al capitalismo y la ilusión de que cuanto más se adquiere, consume y descarta, mejor. Y quienes no pueden pagar, deben vivir condenados a rebuscar entre desechos ajenos.  

Foto: Elías Cura | la palta

A diferencia de las primeras civilizaciones, o de lo que ocurría en Egipto, Tucumán hoy cuenta con un sistema de recolección de residuos domiciliario sistematizado. El vecino saca la basura, pasa el camión y se lleva eso que al río o en las calles no se puede (ni se debe) tirar, y que en las casas nadie quiere tener. Ahí, cuando otro ser humano necesita revolver el desecho ajeno para vivir, es cuando aparece desnuda la crueldad del capitalismo, del consumo desmedido y la injusticia social. 

La industria, el capitalismo y el colonialismo residual

La Revolución Industrial no solo aumentó la población en las ciudades y la cantidad de residuos, sino que transformó los modos de producción, de consumo y, con ello, multiplicó la basura. La compra y el consumo de productos han evolucionado más allá de la mera satisfacción de las necesidades humanas básicas, transformándose en una actividad no solo económica sino también cultural, social e incluso formadora de identidad. 

Hoy, la creciente dependencia a las redes sociales influye sobre los hábitos de consumo, generando necesidades que no son tales a través de los influencers o la publicidad en línea. Comprar para tener y tener para ser y pertenecer es la premisa. 

Cuando se critica la masiva producción de residuos, resulta ineludible la necesidad de realizar un análisis sobre el contexto económico y sociocultural actual. Se debe partir de una crítica consciente a un modelo extractivista que está llevando al planeta al colapso sistémico y la reproducción constante de un régimen colonial. 

Como no sólo abundan (y sobran) los residuos locales, también los importan. El colonialismo de residuos describe el movimiento de residuos desde países con un PIB alto hacia países con un PIB bajo. Afecta a todas las comunidades, aunque de manera diferente, y está preocupado por el imperialismo corporativo: el fenómeno neoliberal de la expansión corporativa internacional, la manipulación corporativa de los patrones de producción y consumo y la influencia corporativa sobre la política y la sociedad. Ocurre que, luego de entender la influencia del sistema productivo, la lógica de las estructuras de las redes sociales y cómo se moldea con orfebres multimillonarios la creciente producción masiva de descartes resulta urgente poner el foco en los actores (o marionetas) que son los consumidores, o mejor dicho: las personas.  

Aprovechar el envión, cuestionar lo que se consume y por qué se consume. 

Se producen cientos de millones de toneladas de residuos por año. La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería.

Papa Francisco. 

“En un mundo en donde todo es consumo, pararte dos minutos a separar tus residuos te permite ver qué consumís y qué no”, reflexiona Kiyoshi Fortuna, Licenciado en Gestión Ambiental y Director de Ambiente de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán. 

Foto: Elías Cura | La Palta

“El modelo de consumo en el cual estamos sumergidos hace que hablar de cómo y qué se descarta sea complejo”, afirma Fortuna que a su vez asegura que el problema de la basura, aunque no nos guste admitirlo, es una cuestión cultural y está relacionada con la falta histórica de educación ambiental. “No tiene que ver necesariamente con una cuestión socio - económica, sino de querer sacarnos de encima un problema”, dice. El sacar los residuos a un horario que no corresponde, a un lugar que no corresponde, por ejemplo, a contenedores desbordados o a sus alrededores, son acciones y pautas que reafirman su teoría. “Hay lugares en donde se generan basurales históricos porque los vecinos están acostumbrados a dejar los residuos en esos sitios, en muchos casos porque no tenían recolección”, comenta. 

Desarmar estas prácticas arraigadas tomará tiempo, según Kio.

Fortuna también destaca la figura fundamental de los Recuperadores Urbanos. “Después de la crisis del 2001, con la aparición de figura de los Recuperadores Urbanos fue en ascenso la toma de conciencia de que todo ese material reciclable que generamos en nuestros domicilios, genera al mismo tiempo un ingreso en una familia”. 

En la actualidad hay otros mecanismos institucionales con propuestas para poder reciclar: “La gente separa cada vez más y vemos como los números suben”, asegura entusiasta. 

El fin de un recorrido con olor a mucho y sabor a poco

Barrio O Connor, Colombia y Félix de Olazabal. Entrando por Félix de Olazabal calle de tierra, un poco de barro y charcos por la lluvia, a lo lejos se vislumbra una pareja. Él empuja un carrito, ella busca algo. Algún material reciclable que le sirva para vender y hacer unos mangos. Algo que quizás no esté “tan malo” y tal vez poder comer. Iñigo se baja, les comenta que un fotógrafo va a tomar un par de imágenes y les consulta si quieren aparecer. Al ratito se van. “Nadie quiere salir en fotos mientras revuelve basura” afirma con ojos tristes José. 

Ese basural es muy particular, un predio verde, muy urbanizado. El complejo Holmberg está detrás. Lotes grandes, muy grandes y verdes cubiertos de basura. Una particularidad bastante llamativa: sobre un cartel colocado por la Municipalidad han soldado otro cartel que dice: “propiedad privada”. Y ahí se vislumbra otra característica de predios en donde suelen producirse basurales: terrenos privados, abandonados por la desidia, la pereza y la codicia. Algunos de estos pecados capitales son los que embanderan a quienes, por tener mucho, cuidan poco. En el basural se ven restos rojos de envoltorios de queso y plásticos: “eso seguro es de una distribuidora” afirma José, como quien ya ha visto mucho y conoce el paño. Dan dos vueltas más buscando la imagen cuando, de repente, un perrito sale de la inmensidad. Moviendo la cola despide a las visitas mientras trata de encontrar eso que varios buscan y pocos encuentran en estos sitios: restos de humanidad. 

Para finalizar la jornada, ya pegando el sol del mediodía, se decide terminar el recorrido en el Cementerio del Norte sobre calle San Salvador y Avenida Juan B Justo. En la misma esquina hay una imagen enorme de la Virgen de Guadalupe. Diez pasos entrando por San Salvador, un basural: en ese sitio ya hubo un gran contenedor que siempre terminaba desbordado. Ahora el sol levanta temperatura de todo lo que yace en el lugar y un olor fétido es la invitación formal a retirarse. Son estos lugares que se limpian diariamente, en donde nunca deja de haber basura, los que habla de cada individuo en particular y del vínculo que tiene con los desechos que genera. El desinterés y el desapego propio de la cultura del descarte. 

De números y roles protagónicos 

Según el informe del Banco Mundial titulado “What a Waste 2.0”, en el mundo se generan anualmente 2010 millones de toneladas de desechos sólidos municipales y, al menos el 33% de ellos, no se gestionan sin riesgo para el ambiente. En el informe se proyecta que la rápida urbanización, el crecimiento de la población y el desarrollo económico harán que la cantidad de desechos a nivel mundial aumente 70% para  2050 y llegue a un volumen de 3400 millones de toneladas de desechos generados anualmente. Estos datos, como mínimo llamativos, son como un grito de: ¡tomá acción! Hacete responsable y gestioná de manera adecuada los residuos en casa. Desde la Federación Agentina de Cartoneros Carreros y Recicladores, las promotoras ambientales dan talleres para acercar información de cómo y qué separar. Desde el Municipio de San Miguel de Tucumán con los programas EDUCÁ, SEPARÁ y COMPOSTÁ trabajan de manera transversal brindando jornadas de capacitación, charlas, talleres, para democratizar la educación ambiental que tanta falta hacía y hace.

El rol que ocupan las grandes empresas en este baile de plásticos y empaques hacia cada rincón del planeta desnuda una necesidad. Esa necesidad tiene respuesta: Responsabilidad Extendida del Productor, como el principio que establece que los fabricantes son responsables de la gestión de los residuos que generan sus productos. 

foto: Elías Cura | la palta

En Argentina existen aproximadamente 5000 basurales. Según un informe del Observatorio de Fenómenos Urbanos y Territoriales (OFUT) de la cátedra de Urbanismo de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Tucumán, la cantidad de basura generada cada mes en el Gran San Miguel de Tucumán (integrado por San Miguel de Tucumán, Yerba Buena, Tafí Viejo, Alderetes, Banda del Río Salí y Las Talitas) sería suficiente para cubrir 300 canchas de fútbol del tamaño de la del Atlético Tucumán (105 x 70,2 metros). Según el portal smtendatos.gob.ar al 21 de marzo de 2025, San Miguel de Tucumán cuenta con un total de 341 basurales, 123 de los cuales han sido erradicados. “Cada basural tiene sus características y no hay una sola ‘receta’ para abordarlos. Dependen de muchos factores y condicionantes”, comenta Fortuna. La basura resulta una problemática con muchos actores y requiere a todos ellos protagónicos.