Los Oscars no se merecen

Foto de Amazon Prime Video

Por Pablo Jeger

El 18 de diciembre de 2022, hace apenas 85 días, la Argentina se coronaba campeón del mundo en Catar, Lionel Messi sellaba su paso a la inmortalidad y el país entraba en un clima de festejos por el tercer mundial. Al día siguiente, me crucé con un tuit que hacía referencia a la posibilidad de que Argentina gane próximamente su tercer premio Oscar. En la misma semana en la que el plantel de Lionel Scaloni llegó triunfal a Buenos Aires, la Academia anunció la lista de quince preseleccionadas para el premio Oscar a Mejor Película Internacional (o Mejor Película de Habla No Inglesa), incluyendo a la representante de nuestro país, Argentina, 1985, dirigida por Santiago Mitre, quien comenzaba entonces un camino en el que anoche jugó su final. El 10 de enero de este año, la película argentina se llevó el Golden Globe en la misma categoría (uno de los tantos premios que marca la carrera a los Oscars durante la temporada), y Ricardo Darín aprovechó sus palabras de agradecimiento para hacer referencia al campeonato del mundo. Si bien la Argentina pasó a tener la nominación al Oscar en el bolsillo, las ilusiones de efectivamente ganar el premio se esfumaron el mismísimo día en que esta nominación se anunció. El camino a la gloria de Santiago Mitre se encontró con un villano. Y como todo buen villano, es alemán.

Por suerte, el Oscar y la Copa del Mundo son dos trofeos de magnitudes completamente distintas.

La representante de Alemania que se llevó el premio se llama Sin novedad en el frente, es la tercera adaptación al cine (pero la primera alemana) de la novela homónima de Erich Maria Remarque, quien fuera soldado durante la Primera Guerra Mundial. Es dirigida por Edward Berger, producida por Netflix y estuvo nominada a nueve premios Oscars. Si bien muchas de estas nominaciones eran a premios técnicos, también estuvo nominada al premio principal. Esto la convirtió automáticamente en la favorita para la categoría de Película Internacional, si uno mira el historial de premiaciones y encuentra la evidente regla de oro: siempre que una nominada a Mejor Película Extranjera estuvo también nominada a Mejor Película, ganó el premio a Mejor Película Extranjera. Y el antecedente no es un caso ni dos sino ocho: Z, La Vida es Bella, El Tigre y el Dragón, Amour, Roma, Parasite, Minari y Drive My Car. Ante este panorama, “Argentina, 1985” necesitaba poco menos que un milagro para coronarse. Es cierto que también había una nominada belga, una polaca y una irlandesa (todos países sin mundiales), pero la candidata fuerte era la alemana. En el portal de apuestas Bet365, “Sin novedades en el frente” pagaba apenas 1,062, mientras que la argentina pagaba 8. Cuando finalmente Salma Hayek anunció, de mala gana, que el Oscar se iba a Alemania, los memes en redes sociales pasaron a hacer referencia a la final del 2014, donde Alemania llegó como favorita después de golear a Brasil.

Por suerte, el Oscar y la Copa del Mundo son dos trofeos de magnitudes completamente distintas. Los Oscars se entregan todos los años, en cambio para el mundial hay que esperar cuatro años. Un Óscar ganado es una noticia simpática en el diario del lunes, mientras que una copa del mundo le da una alegría inmensa a millones de personas. La premiación de los Oscars es un bodrio de tres horas y un mundial de fútbol genera una emoción sin igual durante 35 días. Parte de esa emoción del mundial es que siempre deja lugar para la sorpresa: puede haber un equipo favorito, pero los partidos hay que jugarlos. Incluso, un equipo puede jugar mejor, pero, como reza el lugar común, los goles no se merecen, se hacen. Por supuesto que los Oscars tampoco se merecen, sino que son votados por miembros de la Academia. Estos miembros de la Academia además votan muy mal, es decir, muy distinto a lo que yo votaría, y este año no fue la excepción. No voy a entrar en detalles sobre lo boba que me resultó Everything Everywhere All At Once (la gran ganadora de la premiación de anoche), pero a esta altura debería hablar por sí sola la ausencia de Tom Cruise en la ceremonia, un actor al que la Academia históricamente le mezquinó un Óscar durante toda su carrera, un actor que trabajó con Stanley Kubrick, con Martin Scorsese, con Francis Ford Coppola, que hizo dramas, comedias, romance, acción, que sigue rodando él mismo sus escenas de riesgo en la era de la pantalla verde y que, cuando uno se atreve a creer que ya pasaron sus mejores años, produce y protagoniza una gran secuela de Top Gun.

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Pero dejemos de lado el pataleo habitual de todos los años y volvamos a la categoría de Película Extranjera. La película alemana es cruda, es sangrienta, tiene música al palo y explosiones, tanques y lanzallamas. Tiene demasiados méritos técnicos como para no ganar. Su problema es que también tiene demasiados golpes bajos para el público y demasiada miseria para sus personajes. Parte de esos golpes bajos y esa miseria es ineludible si se filma una guerra de trincheras con millones de bajas, pero cuando un soldado sobreviviente es asesinado por un niño en una escena totalmente aislada, descolocada e innecesaria, el dramatismo se vuelve artificial e impostado. Entonces, “Sin novedades en el frente” deja de parecer el tipo de películas que son premiadas y empieza a parecer una película diseñada específicamente para ser premiada. Claro que no se puede decir esto siendo argentino sin quedar como un mal perdedor, pero esto ya fue señalado por la prensa alemana (el diario Süddeutsche Zeitung, por ejemplo, criticó el guion por su incorrecta adaptación de la novela original: "Berger tuvo que convencer productores de Netflix y encontrar financiamiento, quiere triunfar internacionalmente y ganar premios"). No diría que esto sea un motivo para desmerecerla o para acusarla de deshonesta. Más bien diría que la película parece despojada de su propósito o de su razón de ser. Voy a abusar de la metáfora futbolística una vez más: imaginen que el propósito de Messi en esta vida no fuera jugar bien a la pelota, sino ganar el Balón de Oro. ¿Sería el mismo Messi que disfrutamos?

Argentina,1985, por su parte, fue una candidata más modesta, no solo frente a la película alemana, sino también frente a la primera argentina ganadora del Oscar, La Historia Oficial, también sobre la última dictadura militar. Es probable también que su emotividad resulte menos universal, y que el relato de una víctima del terrorismo de Estado le hable a los argentinos en un tono infinitamente más cercano que al resto del mundo. Lo que no puede ponerse en duda es que, en esos relatos y en la lectura del alegato del Fiscal Strassera, su intención de dialogar con la historia es muy genuina.