Una semana contra el acoso callejero

Fotografía de Agostina Rossini

Fotografía de Agostina Rossini

La discusión pública lleva ya muchas décadas, al menos en Argentina aunque no hace mucho tiempo que se debate con la seriedad que exige el tema. El llamado “piropo” que dispensa un hombre (o grupo de hombres) hacia una mujer en la calle: ¿es un halago?, ¿es un chascarrillo inofensivo?, ¿una picardía osada?, ¿un intento de legítimo galanteo o de galanteo legítimo?, ¿es una expresión innecesaria?, ¿un acto invasivo?, ¿un episodio de violencia machista?.

El obrero de la construcción carga con el estigma de la infalibilidad: la mujer que camina delante de una obra tiene aseguradas unas palabras de su parte. Pero más cierto que este axioma es que esta práctica no discrimina profesiones ni escala social. La abrumadora mayoría de los varones, venga de donde venga, trabaje donde trabaje, haya estudiado en el más prestigioso colegio o en la secundaria más carente, haya “caído” en la universidad pública o invertido petrodólares en la universidad más católica a mano, es propenso, estadísticamente hablando, a haber tenido una conducta como esta al menos una vez en su vida. Algunos varones, que han entendido algo acerca de los derechos de las mujeres y han dejado atrás este tipo de expresión, se excusan (la tercera persona aquí se debe a que en La Palta no se suele utilizar la primera persona) en la candidez de la alocución o en la ausencia de agresividad, o de términos insultantes, desagradables o denigrantes. Sin embargo, una buena parte de la población masculina aún no cayó en la cuenta del significado real de esta práctica.

Por su parte, las mujeres no decodifican el mensaje de la misma manera. Según la encuesta realizada por la agrupación política feminista apartidaria Acción Respeto Tucumán, el 99% de las mujeres encuestadas dijo haber recibido en alguna ocasión gritos o silbidos en la calle, además, el 86% de las encuestadas manifestó recibir este tipo de expresiones con frecuencia. Asimismo, el 96% expresó haber sentido rechazo o miedo en esas circunstancias. Esto provoca que el 91% de la mujeres haya tenido que cambiar de vereda en alguna ocasión debido al acoso, o que el 48% haya cambiado su forma de vestir para tratar de evitar estas acciones. El trabajo estadístico se realizó en 2014 sobre 1681 casos de la provincia de Tucumán y logró despejar dudas acerca del pensamiento femenino al respecto.

Sin embargo, las situaciones de este tipo se suceden por miles cada día. Basta caminar unos minutos por el centro de la ciudad para escuchar bocinazos destinados a alguna mujer. Es por eso que esta agrupación de mujeres decidió adherir, con diferentes actividades públicas, a la “Semana Internacional contra el Acoso Callejero” que se lleva adelante entre el 7 y el 13 de abril. Según Agostina Tosi, integrante de la agrupación, “El acoso callejero es una problemática que nace con la irrupción de la mujer en la vida pública entonces las violencias naturalizadas en los ámbitos privados se trasladan a la vía pública y aparecen invisibilizadas, por eso es necesario visibilizar estas formas de micromachismo”. Para la integrante de Acción Respeto es imprescindible la distinción entre lo que se considera piropo y el acoso: “La diferencia radica principalmente en la existencia o no del consentimiento. Hay acoso en la vía pública en tanto alguien emite una opinión sobre nuestro cuerpo sin nuestro consentimiento. En ese momento no somos sujeto de derecho ni interlocutoras válidas, simplemente cumplimos el papel de objeto de descarga para el comentario del otro. No interesa si el comentario tiene una connotación positiva o negativa. Sea un intento de elogio o una guarangada es acoso igual porque se realiza sin el consentimiento de la mujer. Consideramos piropos cuando hay una relación de confianza, cuando la mujer es una interlocutora y tiene la posibilidad de aceptar o rechazar el comentario”.

Las actividades de difusión comenzaron el domingo 7 con juegos informativos en algunos bares de la capital tucumana donde las integrantes de Acción Respeto abordaron mesas compuestas por grupos de mujeres o mixtas y les hicieron preguntas acerca del acoso callejero. El lunes 8 las militantes feministas realizaron intervenciones teatrales en unidades de la Línea 19 de colectivos que se prestó para que una pareja actoral recreara una escena típica que se da en este tipo de transportes con el fin de interpelar a los pasajeros acerca de la temática. Las actividades continuarán el miércoles con una intervención sonora en la Facultad de Derecho de la UNT, y simultáneamente en la plaza central de Monteros, mientras que el jueves 11 se realizará la actividad principal en plaza Urquiza con una  concentración y el montaje de intervenciones artísticas. El viernes se realizará otra actividad cultural en Monteros, y el lunes 15 las militantes participarán de una mesa panel feminista en la Facultad de Psicología.

La necesidad de visibilizar la problemática en Tucumán, además de la preocupante extensión de la práctica, se asienta en la falta de protocolos de acción para prevenir y sancionar estas conductas ofensivas. La provincia no cuenta con ningún tipo de herramienta ni educativa ni legal para reducir el acoso callejero. Si bien se difundió la propuesta de incorporar la temática en el proyecto de modificación de la ley de contravenciones (declarada inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en 2011) desde Acción Respeto se llama la atención acerca del carácter represivo de la norma en general. Las activistas reclaman, además, la intromisión en el derecho a la libertad de expresión que esta modificación implicaría de ser aprobada en los términos que se presentó. Asimismo, Agostina Tosi hizo hincapié en la existencia del proyecto de ley que fue elaborado con la asesoría de colectivos feministas y que permanece “cajoneado” en el Congreso de la Nación, por lo que una de las consignas de la Semana Contra el Acoso Callejero es #VamosPorLaLeyNacional.

Mientras tanto, la agrupación Acción Respeto está trabajando en un protocolo para que las trabajadoras en los bares tengan respaldo ante casos de acoso en el ámbito laboral y pretenden llevar esta propuesta al ámbito legislativo local. Según explica Agostina, en Capital Federal existe un protocolo y la policía tiene instrumentos legales para accionar.

De todas formas el problema sigue estando en el ámbito educativo y cultural. Si bien en el último año se percibe una disminución de estas expresiones, en la opinión personal de la militante de Acción Respeto esto se da más por la posibilidad de un escrache que por una cuestión de respeto: “cuando andamos por la calle con algún ícono que representa al feminismo, sea el pañuelo verde, o el pin de la agrupación estos hacen las veces de freno. No sé si el tipo recapacita, lo pongo en duda, pero sí que se da cuenta de que la mujer no se va a quedar callada ante una expresión no solicitada. Creo que durante este último año especialmente han ido disminuyendo los acosos callejeros aunque sea por el miedo a que los denuncien. Lo que se torna interesante ya que si bien se nota un freno también se ve que siguen pensando en sí mismos”.

La temática está ganando terreno, especialmente dentro de los movimientos feministas que la tuvo muy relegada frente a la urgencia que imprimen la abrumadora cantidad de femicidios anuales o la contraofensiva clerical-conservadora contra al aborto o la educación sexual integral. Ocurre que, como sostiene Agostina Tosi: “Este micromachismo es la punta del iceberg de la violencia de género por lo que hay que empezar por desnaturalizarlo”.