Mujeres que no fueron tapa: sostener la duda y evitar nuevos mandatos
/“Somos muchas”, dice María Laura Pasquinelli y empieza a nombrarlas con el temor de olvidarse de varias. Y, como suele pasar, por más esfuerzo que se haga alguna va quedando en el camino. Es que son más de una veintena las mujeres que componen hoy el equipo de Mujeres que no fueron tapa, el proyecto que Lala, como la conocen a María Laura, inauguró en 2016. “Había recorrido todo el camino del ideal femenino. Y, cuando sentí que había cumplido con todo -menos lo de tener hijos- dije ‘ah, bueno, si esto es todo y no hay más,¿de qué se trata?”, dice cuando es consultada por el momento en que nació este ‘artivismo’ que hoy tiene nombre propio.
La propuesta que encabeza Lala lleva siete años e invita a pensar colectivamente los modelos de mujeres que se muestran en los medios de comunicación. Una reflexión desde un punto de vista humanizante y feminista que es parte de ese camino de búsqueda que ella empezó cuando no encontraba mujeres que le sirvieran de referencia. Una búsqueda que, sin ser del todo consciente, comenzó desde muy niña. “Yo recuerdo que cuando tenía 9 años vi a esta mujer (Violeta Chamorro) que iba a ser candidata a presidenta de Nicaragua y sentí que se me abrió un mundo", cuenta en esta entrevista que dio a La Palta. La niña había registrado que las mujeres podían ocupar otros lugares, pero, como suele ocurrir, el camino de autodescubrimiento no es lineal y en etapas, sino un proceso con idas y vueltas. De eso, y de otras cositas, va a reflexionar la mujer que, con casi 50 años, dejó de ejercer la abogacía y se convirtió en artista visual y ‘artivista’.
¿Cuándo nació Mujeres que no fueron tapa?
No sé si puedo identificar un momento pero sí una etapa de mi vida donde, como muchas, empecé a cuestionarme el lugar en el que estaba. Porque ya había hecho lo que se suponía que tenía que hacer. Pero me pasó también que no encontraba referentas. Me preguntaba: ¿Como quién puedo ser? ¿Dónde están estas mujeres que hacen otra cosa?’ Porque sabía que existían, no solo las intuía, sino que me había cruzado con algunas de ellas. Una siempre tiene esos encuentros con mujeres que te obnubilan por su libertad o por su irreverencia, pero eran como encuentros fortuitos. Mi pregunta era dónde estaban esas mujeres y creo que Mujeres que no fueron tapa tiene que ver mucho con esa pregunta de ese momento. Pero también es una revelación de qué hubiera pasado si, en vez de crecer viendo toda esta mierda, hubiera crecido viendo a todas estas otras mujeres. ¿Hubiera elegido lo que elegí? ¿Hubiera tomado las decisiones que tomé? ¿Las hubiera tomado en el momento en que las tomé?
¿Pensás que en algún momento llegaste a un lugar y dijiste 'me parece que es acá'?
No creo que haya sido tan así. Pienso que es un proceso largo de sedimentación de experiencias, de habitar algunas ideas, de ir y venir en estas tensiones y sostener un montón la incertidumbre y esta sensación de pregunta y de duda. No sé si una llega a un lugar y dice ‘me parece que es acá’ porque vamos cambiando y vamos mutando y, en mi caso, a ese proceso largo lo identifico dentro de los últimos 15 años. No es un clic. Yo soy muy denostadora de la teoría del clic. Porque pienso que es un camino de la aceptación gozosa de lo que una es y lo que elige y eso para mí es una conquista titánica.
¿Pensás que a las mujeres feministas se les exige una coherencia sin grietas ni tensiones?
Nos exigen, sí. Nos exigen un purismo sin tener en cuenta que tenemos permanentes negociaciones para sostener la vida en este mundo, con estas condiciones. Nos demandan una coherencia, que en realidad solo te la da la muerte. En un mundo donde todo lo que es contrahegemónico, que suele ser a lo que nos dedicamos las feministas, es castigado y se premia el ideal de la masculinidad con visibilidad, con dinero, con reconocimiento, con prestigio. Y en este mundo, si vos tenés unas ideas tenés que dar examen todo el tiempo, a criterio de los otros, con las reglas de los otros a ver si estás actuando cien por ciento acorde a esas ideas. Nadie tiene esos niveles de no negociación. Por ejemplo, si trabajamos en relación de dependencia, no sé si puedo compartir mis ideas y mis pensamientos en mis redes sociales, porque quizás pierda el laburo. Entonces, ¿a qué costo tengo que mantener la coherencia que vos no tenés?. A costo de la inmolación. Me parece que es parte de la misma lógica patriarcal que nos viene a sancionar por no ser esas buenas mujeres que quieren que seamos y ahora nos exige ser buenas feministas y buenas feministas es obedecer, otra vez, obedecer.
¿Reemplazamos los mandatos viejos con nuevos mandatos?
Todo el tiempo. Y es parte de nuestras tensiones y negociaciones. Ocurre que el mandato es un lugar seguro. Es un manual que te dice, si vos hacés esto, esto y esto vas a llegar a la felicidad. Por ejemplo, si vos encajás en este ideal de belleza vas a conseguir una pareja , vas a tener hijos, vas a ser feliz, vas a ser elegida en el trabajo, vas a ser reconocida. Y además en una sociedad donde todo es rápido, nadie puede sostener preguntas. Vos tenés que tener todas las respuestas inmediatamente. No hay espacio para la duda, para sostener un ‘no sé’ que es indispensable para poder ir hacia nuevos lugares que sean propios porque sino aparecen nuevos mandatos.
¿Algunos ejemplos de esos nuevos mandatos?
Por ejemplo, como no era el amor romántico entonces tienen que ser todas relaciones abiertas y poliamorosas. Y ahora estamos todas hechas mierdas con las relaciones abiertas y el poliamor. Y entonces queremos que alguien escriba un libro y nos diga a dónde tenemos que ir. Lo mismo pasa con el cuerpo. Ahora todas nos tenemos que querer como somos, nos tenemos que mirar al espejo y vernos lindas, y encontrar la belleza en nosotras mismas y en nuestros cuerpos. Todos los cuerpos son bellos, vos te tenés que aceptar. Cuando vos te aceptés y te quieras no te va a importar ni te va a molestar todo lo que te digan. O sea lo mismo, otra vez. Y la verdad es que siempre estas propuestas vienen a sustituir los viejos manuales de los viejos mandatos. Que además siguen más vivos que nunca porque estamos en ese sincretismo, como dice Maricela Lagarde, tensionadas por lo viejo y lo nuevo. Lo que pasa con estos nuevos mandatos es que la culpa sigue siendo de una. Vos sos infeliz con el nuevo manual de la autoaceptación, bueno, no es porque es imposible o difícil esto que te están proponiendo sino porque vos no lo hacés lo suficientemente bien o no te esforzaste lo suficiente para aceptarte porque sino no estarías infeliz con tu cuerpo no hegemónico, o de vieja, o de gorda, o de negra, la culpa siempre es tuya. Y ahí vamos en la búsqueda del milagro o de la solución mágica con poco tiempo y poca paciencia para atravesar estos procesos que son largos, costosos, pero que también rinden, en algún momento.
¿Qué tan desigual sigue siendo el mundo de las nenas y los nenes?
Hoy las cosas no han cambiado demasiado respecto a cuando yo iba a la escuela. En estos días hemos estado recopilando experiencias y compartiendo en nuestras redes los testimonios de las violencias en las escuelas o en ámbitos en los que niños y niñas comparten. Ahí te das cuenta que es tan grande la distancia en la educación que recibimos las mujeres y los varones. Por más que la gente crea que está educando igual a sus hijos y a sus hijas. Eso te deja medio desesperanzada. A mí me sorprende cómo se van sofisticando los dispositivos para reproducir esa desigualdad y esa violencia. Avanzamos en esto de la conciencia y del otro lado también se avanza y se hace más sutil. Además, es indispensable decir que la cultura educa mucho más que lo que una pueda educar en su casa.
¿Cuáles son aquellas cosas que te sacan de esa desesperanza?
Los encuentros. Hay algo que sucede, que se enciende cuando nos encontramos, que siempre nos llena de esperanzas, que es la sensación de saber que no estamos solas. El compromiso de muchas compañeras en lo cotidiano, no los grandes gestos épicos y revolucionarios que se nos exigen sino esto de sostener, acompañar, tratar de vivir lo más coherentemente posible, validar a las otras, construir espacios seguros. No en el sentido de que vamos a cambiar el mundo pero sí que podemos conseguir en nuestro presente, mejores condiciones de vida para cada una de nosotras. Construir lugares donde sientás que no estás sola, que no estás loca, que no estás rota, ya es una restitución de la dignidad. Que no sos una estúpida y que no sos la única que piensa y siente de esta manera ya te restituye algo de dignidad y de poder. Entonces lo que a mí me da esperanzas y me repara de tanto dolor es el encuentro.
Y así, con la invitación al encuentro con las otras, con la necesidad de seguir construyendo espacios donde sentirse y saberse acompañada, es que Lala Pasquinelli presentará la muestra Hermana soltá la panza en el Centro Cultural Virla este martes a las 20.