Paro de mujeres: organizadas contra el fuego

Fotografía de Bruno Cerimele

Fotografía de Bruno Cerimele

Salem, Massachusetts, 1692. En la aldea gobierna la paranoia. Diecinueve mujeres son condenadas a la hoguera acusadas de brujería. La magia negra está en sus actitudes de libertinaje. En sus ideas, en sus modos de ser ante los hombres. Esas brujas de hace cuatro siglos son las mismas que hoy viven en la nueva caza de brujas que ahora persigue lo que se conoce como “ideología de género”. Hoy los verdugos se conocen como femicidas y el fuego sigue siendo una de las formas de aniquilamiento. Esas mismas brujas de Salem son las que años después, un 25 de marzo de 1911, mueren quemadas en una fábrica de camisas de Nueva York debido a la falta de legislación de sus derechos laborales. 

Hoy, las brujas de Salem y las mujeres trabajadoras de la fábrica siguen tan vigentes como antes. Con otros nombres, con otros cuerpos, pero con los mismos reclamos. Ardidas por el fuego. Y esta vez deciden parar. Porque las luchas feministas, que tienen como misión derrocar el patriarcado y la dominación machista sobre los discursos y las conductas, insistieron durante años con sus banderas. Esas que bajo las consignas “Ni una menos” y “Vivas nos queremos” están más altas que nunca. Porque en las mesas de los domingos se habla de femicidios, porque en los medios se reconoce que hay que denunciar, porque desde la medicina se empieza a pensar en leyes de salud sexual y en contra de la violencia obstétrica.

El 2017 encuentra a las mujeres más organizadas que nunca. Y es esa organización la que hace temblar la tierra. Este 8 de marzo las mujeres paran. Hartas de todo, buscan cambiarlo todo. Unidas por el fuego reclaman por derechos resignificados, potenciados y reproducidos en todo el mundo.

Vivas las queremos

Argentina cumple su tercer año de la campaña Ni una menos y, sin embargo, los femicidios siguen en aumento, mientras el presupuesto nacional disminuye. Este año el gobierno nacional redujo el escaso presupuesto del Consejo Nacional de la Mujer en 67 millones de pesos. Comparados con los 57 femicidios registrados en los pocos días que transcurrieron desde el inicio del año, se reconoce la emergencia en violencia sexual y doméstica que deja en claro por qué es errado hablar de “nadie menos”. Porque son las mujeres las que mueren cada 18 horas. Porque son los femicidios los que van en aumento. Porque son las mujeres las que arden desde hace más de cuatro siglos.

El llamamiento nacional desde el movimiento Ni una menos expresa cada uno de los motivos puntuales que hacen a la mujer vulnerable. En Tucumán estos reclamos tienen nombres, tienen causas y tienen lucha. Nombres como Belén, Celeste, Marita, Paulina y tantas otras que fueron asesinadas, desaparecidas o quemadas por sus novios, como fue el caso de María Medina. La falta de refugios que permitan a las mujeres sobrevivir y la falta de adhesión provincial a leyes que protegen a la mujer como la Ley Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable llevan a que gobierno tucumano sea considerado, por el movimiento de mujeres, como cómplice de la violencia de género. A esto se suma la falta de implementación de la Ley de Educación Sexual Integral. “Paramos porque más de 3 mil niñas menores de 14 años son presionadas y obligadas a llevar a término embarazos no deseados, poniendo en riesgo sus vidas, su salud y sus posibilidades de desarrollo”, dice Adriana Guerrero, integrante de CLADEM (Comité de América Latina y el Caribe para la defensa de los derechos de la mujer), y deja en claro que se considera embarazo infantil forzado cuando una niña queda embarazada sin haberlo buscado o deseado y se le niega o dificulta la interrupción de ese embarazo. “Entre los factores más frecuentes en este tipo de embarazo figura la falta de educación integral sexual sobre sexualidad, los altos niveles de violencia sexual y la explotación sexual”, explica Adriana y agrega que a esto hay que sumarle la inexistencia de servicios adecuados de salud que se adapten a las necesidades de niñas y jóvenes y la ausencia de métodos anticonceptivos accesibles en la mayoría de los casos. “Obligar a una niña que no ha terminado de crecer a llevar a término su embarazo debe ser considerado tortura o trato cruel e inhumano. Pensemos que ninguna otra circunstancia más que la del embarazo obliga a las mujeres a proveer el recurso de sus cuerpos para el sostenimiento de otro”, expresa Guerrero.

Obligar a una niña que no ha terminado de crecer a llevar a término su embarazo debe ser considerado tortura o trato cruel e inhumano
— Adriana Guerrero

A esto se suma el pedido de aborto legal, seguro y gratuito que exigen las mujeres tucumanas convocadas en el colectivo Ni una menos. El caso de Belén que criminalizó a una chica tucumana por llegar con un aborto espontáneo en proceso, según consta en su historia clínica, a un hospital público, muestra la emergencia de poner sobre la mesa la discusión sobre el aborto. “Es importante destacar que se han incrementado en las estadísticas, según el Ministerio de Salud de la Nación, un 50% las muertes por complicaciones por aborto. Lo cual muestra que nuestros cuerpos no son soberanos. Nosotras sostenemos que las mujeres son las que están en mejores condiciones éticas para tomar decisiones cobre sus procesos reproductivos”, dice Soledad Deza, abogada de Belén e integrante del grupo Católicas por el derecho a decidir. Sobre esto, Deza manifiesta que el Estado es indolente ante el reclamo de soberanía de las mujeres y desplaza la discusión sobre la legalización del aborto en el campo de la democracia. “Todas estas situaciones agravan la vida de las mujeres en términos de igualdad y nos coloca como ciudadanas de segunda”.

Y sobre derechos ciudadanos se expresa el colectivo LGBTIQP (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, Intersexuales, Queers y Pansexuales) en favor de los derechos de las mujeres trans que, a pesar de sus conquistas en los últimos años, aún siguen sin reconocerse dentro de un cupo laboral. Obligadas a recurrir a trabajos denigrantes como la prostitución, las mujeres trans tienen un promedio de vida que apenas supera los 30 años. “Las mujeres trans no somos peligrosas, sino que estamos en peligro. Marchamos por el acceso a la educación, acceso a la salud, acceso al trabajo digno, a una vivienda digna. Todo tiene que ver con falta de políticas públicas concretas que hagan que el colectivo trans pueda tener un nivel de vida digno como el resto de la sociedad”, cuenta Marcia Albornoz, integrante de ATTA (Asociación de Travestis, Transexuales Transgénero de Argentina).

Esa misma desigualdad laboral es la que las mujeres repudian cuando la brecha salarial entre un hombre y una mujer alcanza, en promedio, al 27%. Cuando no se reconoce que las tareas domésticas y de cuidado son trabajo que no se remunera. “Es necesario que en los espacios laborales se pueda llevar adelante la maternidad y para eso se exige la posibilidad de contar con maternales. Acá hay una responsabilidad del Estado que garantiza la reproducción de una cultura machista”, expresa Jessica Morillo, artista tucumana que manifiesta la lucha feminista a través del arte y exige el reconocimiento de las mujeres artistas como trabajadoras.

Organizaciones, movimientos, partidos políticos, grupos de periodistas y estudiantes forman parte del colectivo Ni una menos Tucumán que se reúne todos los miércoles para discutir sobre los reclamos que se gritarán en las calles el 8 marzo. “Es un día de conmemoración a todas las luchadoras que han muerto y han dado su vida en defensa de las mujeres. Es un día en el que las mujeres paramos por primera vez en el mundo y entendemos que tiene que ser un paro contundente que muestre la fuerza de las mujeres”, afirma Vicky Disatnik, integrante de la Casa de las Mujeres. Por todas las víctimas de femicidio, de abortos clandestinos, de embarazos forzados, de trata de personas, de la impunidad, de la desaparición forzada. Por todas las víctimas que se convirtieron en víctimas solo por ser mujer. Porque el género no mata. El fuego sí.