La muerte, según los vivos

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Noviembre comienza, para la Iglesia Católica, con dos conmemoraciones importantes. El primer día del mes se celebra el Día de Todos los Santos, conocidos o desconocidos, fecha instituida para que los fieles compensen cualquier falta a las celebraciones de los santos a lo largo del año. El día siguiente, el 2 de noviembre, es el día de los Fieles Difuntos. Los cementerios se llenan de visitantes, de flores y de nostalgias. En las misas se encandenan los nombres de los que ya no están, rogando por su pedacito de eternidad sin sufrimiento y sin dolor.

La muerte tiene el poder de amplificar o anestesiar. Lava las heridas o acrecienta resentimientos. Entierra personajes en el olvido o bien los eleva a categoría de héroes. Desnuda flaquezas o las cubre de leyenda.  Poco tienen que ver los mismos muertos con el desenlace del recuerdo. Es la persistencia o la indiferencia de los vivos la que decide cómo va a seguir la historia. Entran a jugar el dolor, la necesidad, los intereses creados, la conveniencia, incluso el poder.

Cuando llega, la muerte genera toda una variedad de respuestas en quienes se quedan. Unos volverán a su rutina inmediatamente, obligados por su situación laboral o por su propio instinto de supervivencia. Algunos se refugiarán en amigos, familiares, hobbies, en cualquier cosa que ayude a desanudar el dolor. Habrá quienes hagan del negro vestuario del duelo una forma de homenaje permanente y otros que lo usarán como estrategia de marketing. Sea como sea, a nadie le resulta indiferente la partida.

Ya sea en el funeral de un anónimo Fulano o en los grandes homenajes de un líder que se fue, la muerte dice más de los vivos que de los muertos. Ellos ya descansan, más allá de las voces que los lloran o los rumores que los golpean.

Cecilia Morán cmoran@colectivolapalta.com.ar

Fuente: Wikipedia