El poder en manos de los gorilas de la noche

¿Adónde vamos el finde?

Llega el viernes y la juventud se prepara para vivir el fin de semana con toda la onda. Las opciones son varias: salidas a comer, al parque, a hacer ejercicio, al cine. Aunque siempre prevalece salir a bailar. Tucumán ofrece una amplia gama de boliches, destinados a un público segmentado, en muchas ocasiones, por el ojo juzgador del patovica de la entrada.

El poder, prácticamente, está en sus manos. Ellos deciden quiénes pasan y quiénes no. Ellos pueden protegerte o ejercer violencia sobre vos. Los controladores de admisión y permanencia, conocidos mayormente como patovicas, son las personas encargadas de la seguridad de los locales. Su función laboral radica en la resolución de conflictos, la prevención de agresiones físicas y la seguridad contra siniestros.

Funcional en el discurso, contradictorio en las acciones. A veces estas personas, encargadas de proteger a los jóvenes, son quienes ejercen violencia sobre ellos, ya sea de forma física o mediante la discriminación. Matías V. es un joven tucumano que, días atrás, presenció el atropello de un seguridad sobre una muchacha que salía de un local bailable. Aquella noche, cerca de las 04.30 h, Matías esperaba un taxi frente a ese local. Entonces, vio que una joven salía del boliche mientras dos controladores la apuraban para que saliera. Cuando la muchacha bajaba los últimos escalones de la entrada -según Matías estaría un poco alcoholizada- uno de los patovicas la empujó y le arrojó gas pimienta en cara. De manera inmediata la gente que estaba en el lugar fue a socorrer a la chica, que lloraba por el efecto del gas.

Con total impunidad, cuenta Matías, los agresores ingresaron al local y cerraron la puerta. Matías estaba furioso y comenzó a discutir con el seguridad y su compañero. Ante esto reaccionaron con violencia y quisieron golpearlo. Él se fue a casa sin saber qué fue de aquella chica, sin saber si esta persona realizaría la denuncia correspondiente. “No quiero que estas situaciones sigan ocurriendo. Si estos hechos se realizan con la impunidad de siempre seguirán pensado. Si esta persona reacciona así con una mujer que no conoce, no me quiero imaginar lo que será en su entorno”, explica.

Ante situaciones como esta uno se pregunta cuáles son los límites. Si estas personas tienen la función de prevenir la violencia, por qué es que la ejercen impunemente. Desde el año 2008 Argentina cuenta con la ley 26.370 que jerarquiza la actividad de los controladores de admisión y permanencia del país. La legislación establece que los controladores deben cumplir sus funciones sin el ejercicio de la violencia y que, ante una situación problemática, deben dar parte a la fuerza pública. También pone límite al controvertido Derecho de Admisión y Permanencia, bajo el que se amparan los propietarios de los boliches ante denuncias de discriminación.

“No tenés invitación, no pasas”, la excusa perfecta para tacharte en la entrada. La respuesta que le dieron los patovicas a Gustavo S. cuando fue a bailar, en dos oportunidades, a un boliche céntrico. Esa noche fue con seis amigos. Todos pasaron menos él.

Según la ley, el derecho de admisión "es el derecho en virtud del cual la persona titular del establecimiento y/o evento se reserva la atribución de admitir y excluir a terceros, siempre que la exclusión se fundamente en condiciones objetivas de admisión y permanencia, que no deben ser contradictorias a los derechos establecidos en la Constitución Nacional ni suponer un trato discriminatorio para las personas, así como tampoco colocarlas en situaciones de inferioridad o indefensión respecto a otros recurrentes o agraviarlos".

Gustavo no estaba borracho, no portaba armas, no manifestó actitudes violentas, era mayor de 18 años, el local recién abría y no entró. Al igual que él, cada fin de semana, muchos jóvenes sufren la discriminación ante los ojos juzgadores del personal de seguridad. Discriminación por rostro, aspecto físico, vestimenta y otras arbitrariedades de los patovicas.

Para muchos la situación queda en la anécdota porque no saben que tienen derechos y que esto se debe denunciar. En primer lugar, ante las oficinas del INADI -Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo– y, ante el ejercicio de violencia, ante las fuerzas policiales. Además, tanto el damnificado como el testigo pueden presentar su denuncia ante el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación llamando al 0800-222-0080 o ingresando en su página web: www.jus.gov.ar/rencap/denuncias.

Realizar la denuncia ante estos acontecimientos es muy importante. No solo para que el controlador reciba las sanciones correspondientes, sino también para que los casos se den a conocer y el abuso de poder termine.

Exequiel Reinoso

ereinoso@colectivolapalta.com.ar