“El negacionismo ya no será posible”
/Por Tina Gardella para La Palta
¿Qué es un estado democrático? La pregunta se instala cada vez que suceden actos como la jura del legislador Gerardo Huesen en memoria de quien fuera condenado e inhabilitado por la Justicia Federal. En la cobertura de los juicios de lesa humanidad en la provincia, los relatos cruentos y las secuelas de quienes pueden atestiguar también instalan la pregunta acerca de cómo puede ser una opción electoral el espacio que reivindica los actos genocidas condenados mundialmente por los estados democráticos de las sociedades modernas.
Claramente un estado democrático es aquel que se hace responsable de lo que hace y de lo que hizo. Es el capaz de mirar hacia su propio interior en tanto fue ese mismo estado el causante de mucho dolor. ¿Qué responsabilidad asume la Cámara Legislativa en tanto estado que mira hacia su interior lo que es capaz de causar?
Dos cuestiones ameritan ciertas consideraciones en relación a la necesaria intervención de la Cámara Legislativa –por ser de su entera responsabilidad- en relación al juramento del legislador Huesen.
Lo institucional: la relación entre la ideología que se porta y la representatividad en las cámaras no es algo personal porque lo personal es político. La representatividad es construcción de ciudadanía. Se la construye desde el mismo juramento. Y no se puede ser contradictorio de hacerlo por alguien que violó lo institucional y dañó física, emocional y espiritualmente a la comunidad tucumana y que fue condenado por la justicia federal en virtud de las múltiples pruebas aportadas. Que parte de esta comunidad se niegue a considerarlo como tal no es razón para que la responsabilidad institucional de los legisladores aporte a la construcción de una memoria socio cultural de verdad y justicia.
Lo político: producir discusión política como resistencia a la reducción de números electorales es responsabilidad de la Cámara. La transmisión de las experiencias vividas no puede carecer de marco ideológico en el que es inadmisible reivindicar a quienes dañaron la democracia gestionando una “solución final” a los conflictos. No es casual que la escena del juramento tenga habilitación en tanto se tuvo un gobierno nacional que banalizó número de desaparecidos, reinstaló la teoría de los dos demonios, intentó modificar la fecha del 24 de marzo, el 2 por 1, etc.
Pero ese negacionismo ya no será posible. En el discurso de agradecimiento en la noche del triunfo en las elecciones, el escenario lo configuraban también las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. La proyección de esa instalación simbólica debiera ser tenida en cuenta por la Cámara Legislativa tucumana. No solo porque habrá un nuevo gobierno nacional sino porque, más temprano que tarde, se les requerirá dar cuenta de lo que hicieron por memoria, verdad y justicia en su propio y preciso campo legislativo.