Margarita Bachur, la primera fotógrafa tucumana
/Foto: Gentileza Carlos Darío Albornoz
El Día Mundial de la Fotografía, conmemora el anuncio oficial del daguerrotipo en 1839, considerado el primer procedimiento fotográfico reconocido. En el marco de esta efeméride recordamos a Margarita Milo Bachur, la primera fotógrafa tucumana.
Entre 1993 y 1995, Margarita ofreció cuatro entrevistas al fotógrafo, daguerrotipista e investigador, Carlos Darío Albornoz. En ellas habló de su propia historia y, a través de ella, revivió la memoria de su padre, Abud José Bachur, y del negocio familiar: la casa de fotografía “Luz y Sombra”. Estos testimonios fueron publicados en los libros FOTOGRAFÍA (Historia viviente) Tucumán 1930/1970 y Para una interpretación de la fotografía en Tucumán II, ambos de autoría de Albornoz.
La vida de “Papita”, como era apodada, estuvo atravesada por la fotografía desde que nació, el 6 de febrero de 1922, hasta el 1 de febrero de 2000, día de su fallecimiento. “Luz y Sombra” se había fundado en 1913 y cerró sus puertas en 1998, marcando casi todo el siglo XX tucumano.
Margarita, quien también llevaba el nombre Milo en homenaje a la Venus de Milo, era la mayor de tres hijas de la familia Bachur. Estudió en el colegio Nuestra Señora del Huerto, pero solo hasta sexto grado: desde entonces comenzó a trabajar junto a su padre. “Mi padre era muy buen fotógrafo. Yo empecé colaborando y ahora no me casé, no he tenido hijos. El negocio y la fotografía han sido mi marido y mi hijo”, contaba Margarita Bachur en 1993.
En 1935, ya como operadora de cámara, se convirtió en la primera fotógrafa mujer de Tucumán, ejerciendo ese oficio durante más de seis décadas. Tras la muerte de su padre en 1955, continuó sola al frente del estudio hasta su cierre.
En un tiempo en que el trabajo detrás de la cámara era casi exclusivo de varones, su presencia generaba sorpresa. Pero ella nunca dudó en ocupar su lugar.
“Mi papá dijo ’No hay un hijo varón, vos sos la mayor y me tenés que ayudar’. Así es que empecé a colaborar, un mes justo antes de cumplir los trece años. Al principio, algunas personas decían: ‘es una mujer la que saca”, recordaba la fotógrafa.
De Siria a la “patria del azúcar”
Foto: Marianela Jeréz | La Palta
Abud José Bachur nació en la ciudad de Alepo (Siria), y vivió allí hasta los 18 años. Luego se trasladó a Estambul, donde se dedicó al comercio del tabaco. “Allí se conectó con un señor sirio que armaba grupos para traerlos a América”, recuerda Margarita. Así fue cómo llegó a Buenos Aires sin saber nada de español. Poco después decidió viajar a Tucumán, tomándose un tren del que solo sabía que tenía como destino “la patria del azúcar”.
Ya en la provincia, “conoció a un libanés llamado Jorge Mrad, un señor que tenía una máquina fotográfica y le iba bastante mal, la quería vender. Entonces mi padre, con los pocos ahorros que tenía, le dijo:’Si usted me enseña cómo se maneja, yo se la compro’”, contaba Margarita. Y añadía: “El nombre ‘Luz y Sombra’ viene de cuando mi padre le compró la máquina. Parece ser que el señor. Mrad llamaba así a su negocio, aunque no hay seguridad de que este haya existido como tal”.
La casa de fotografía tuvo sus inicios en calle Chacabuco al 300. Luego se trasladó a Muñecas al 200 y, en 1930, a Maipú 488, su ubicación definitiva, donde también residía la familia. La vivienda fue comprada en su etapa final de construcción, y Abud le añadió una planta alta especialmente diseñada para funcionar como galería fotográfica, con una pared totalmente vidriada que permitía aprovechar la luz natural.
Foto: MArianela Jeréz | La Palta
‘Luz y Sombra’ retrató a varias generaciones de tucumanos: bodas, celebraciones, retratos familiares y escenas de la vida social de la provincia quedaron plasmadas en sus negativos. Margarita disparaba, revelaba y atendía el negocio, siendo una pieza clave en la memoria visual de Tucumán.
En la actualidad, de vez en cuando, alguna fotografía con la impronta del estudio reaparece en redes sociales y despierta anécdotas ligadas a aquel espacio que dejó su sello característico.
“La casa tenía atracciones para los niños, como espejos que distorsionan la imágen, haciéndonos parecer gordos, flacos, altos o petisos. En el estudio del altillo había telones teatrales, con paisajes románticos, catedrales góticas y muebles de estilo” recuerda en una publicación un usuario de Facebook.
El archivo de la casa ‘Luz y Sombra’ fue donado al Museo de la Universidad Nacional de Tucumán, Dr. Juan B. Terán para su preservación.