Especial día del libro: "Sementerio"

Patricio Dezalot
(San Miguel de Tucumán, 1991)

En su recorrido profesional se dedica al archivismo, la bibliografía y el diseño editorial. Desde 2014 colabora con artículos periodísticos para diferentes medios locales.

En 2023 publicó Sementerio, su primer libro de cuentos. Además es autor de Balcones, por María Perseveranda (Gato Gordo Ediciones, 2015) e Historia gráfica de las Marchas del Orgullo Tucumán 2013-2016 (La Cascotiada, 2020). Prologó Lo que es el Drag Vol.1 (Plata & Vicio, 2019), Los labios del agua & Libidinario de Ricardo Gutiérrez (La Cascotiada, 2023).

Actualmente se encuentra produciendo Archipiélagos del Deseo: Una vida de Tere Guardia, una biografía próxima a publicarse.

Ilustración de La Palta

Margaritas

El tiempo ha mejorado
Mañana será un hermoso día
para ir al cementerio tempranito

—Juan José Hernández.

Ya casi amanece y estás en la parada. El tiempo te acompaña, otoño es aquí la mejor época del año. Desde lejos te acaricia el aroma a jabón, overol y pelo mojado de los obreros que han madrugado. Cuando llega el colectivo, te dejan pasar primero. Por dentro sabés que no es cortesía, es para poder mirarte subiendo los escalones. Una vez más, elegís viajar parado. Te gusta ver pasar las casas de aquel camino que ya conocés de memoria, cada vez más desolado, despejado.

De repente, los paredones. A ese lugar tu papá se demoró en llegar, pero de una vez por todas lo hizo. Te apurás a tocar el timbre, la puerta acordeón se abre mientras el colectivo sigue andando. Sentís que el aire te pecha, parece todavía más fresco. Temés que te despeine, pero esos rulos, heredados de tu mamá, son inconmovibles. Mientras frena, uno de los obreros en los asientos del final se agarra el paquete y te mira fijo. Ya aprendiste a no seguir la corriente, así que te hacés el distraído, te alisás la camisa y bajás. Los pasajeros se relamen desde las ventanas.

Contemplás por un momento la entrada en forma de arco, las rejas altas, los escalones. Intentás, en vano, no ver más allá. El revoque caído de la tapia te entristece, las palomas que se posan en las chapas lo cagan todo. Son los techos de los mausoleos, la mayoría abandonados a su suerte, los que te dan nostalgia. Al pasar por los puestos de flores, te llevás tus margaritas. Escuchás los ojos de la vendedora decirte “hijo, ni a usted ni a los de adentro les hace bien venir tanto”.  Sonreís, te alisás otra vez la camisa y subís los escalones. 

Después de la entrada, apurás el paso. Tu papá es impaciente, eso no se te olvida. En el camino ves a un grupo de gente metiendo otro cajón y pensás que Tucumán está sobrepoblada de vivos y muertos. La cara de yeso de San Gabriel niño te dice dónde doblar. Es un largo trecho hasta llegar al pedacito de tierra. Semienterrada ves la placa que, aunque ha pasado poco tiempo, ya está corroída. Pensás que ni las lápidas quieren estar sobre tu papá.

Como siempre, llegás con la intención de hacer las paces, de decirle que todo está olvidado. Pero a lo lejos reluce un metal que te devuelve día que él te rebanó una ceja con la hebilla. ¡Qué bruto que eras, papá!, pensás. Lo escuchás decirte que hablés grueso y recordás cómo te quedaba doliendo el culo con el castigo que le seguía. Ahora ya no podés hablar finito, pero tampoco querés ser un hombre. 

Así que te agarra bronca, sacás el pito y comenzás a mearle la tumba. Algún día voy a terminar de sacar todo lo que me dejaste adentro, le decís. Pero el ruido del chorro te recuerda al tacho que él llenaba y en el que después, agarrándote de la nuca y apretándote las bolas, te hundía la cabeza. Esa era su forma de explicarte que no podías andar jugando a la mamá y al papá con los amiguitos del barrio. Por suerte, aprendiste a aguantar la respiración, pero nunca a dejar de jugar. 

El llanto, una vez más, no tarda en llegar, aunque tarde menos en irse. Arrancás con los dientes los pétalos de las margaritas y se los escupís con todo el cuerpo. 

Te alisás la camisa, ya es tiempo de salir. Quizás el próximo domingo sea diferente.

Cuento “Margaritas”, perteneciente al libro “Sementerio”.
Editorial: La Cascotiada (2023)


Breve análisis por Eduardo Albuixech:

Patricio Dezalot escribe de forma singular como quien va desarmando y uniendo una madeja de lanas, de historias. Introducirse en su mundo de letras es un camino ameno e inquieto, que pone en palabras múltiples sentimientos y tensiones en las relaciones con los otros desde cualquier latitud.

En el devenir de sus cuentos aparecen imágenes, objetos, personajes, acontecimientos que van dando forma a lo que quiere comunicar. Pero sin dudas, lo que más sobresale en sus textos es una profunda conciencia  que la libertad de vivir y de sentir, debe ser una máxima en la vida de cualquier persona.  

Descubrir su literatura es un valioso encuentro con  dolores y mandatos sociales profundos que a todos nos han atravesado alguna vez, resignificados en arte, en emancipación y una contundente forma de militar la necesidad de consolidar y acompañar  infancias libres y sin violencias.

Cuando se acerquen a sus cuentos, intenten hacer el ejercicio de no quedarse con lo anecdótico y lo "políticamente incorrecto" en su decir, sino en lo profundamente importante que subyace en cada palabra: una lucha por nuevos sentidos, por un mundo libre que deje de lado la opresión;  un mundo más humano y poblado de ternuras.