La canción sin fin: 70 años de Charly

Ilustración de Elena Nicolay | La Palta

Hay un Charly García para cada une. Y hay uno para cada momento de la vida de cada une. No importa cuándo hayas nacido, la música puede recorrerse de adelante hacia atrás, en contramano o volver sobre ella cuando todo lo demás falle. Se puede contar la historia de una vida atando canciones de Charly García y las combinaciones son infinitas.

La banda de mi escuela no tenía nombre ni tampoco mucho sentido: éramos un montón de chicas que amaban la música y se morían de curiosidad por saber qué pasaba arriba de un escenario. Había muchas cantantes, dos o tres guitarras, ningún bajo y de percu ni hablemos. No queríamos hacer folclore sino la música que escuchábamos, las canciones con las frases que nos volaban la cabeza, lo que cantábamos en los fogones. Versionamos entonces “El tuerto y los ciegos”, “Cuando comenzamos a nacer” y “Estación”. Todavía hoy no he podido despegar la adolescencia, como concepto y como vivencia, de esa frase de arranque que dice ‘todos sabemos que fue un verano descalzo y rubio’.

Sin embargo a mis dieciséis años Charly era otro distinto de aquel que salía en blanco y negro charlando con Nito Mestre contra una pared de ladrillos. Era otro y había sido miles en el medio, mucho antes de que nosotrxs pudiéramos entenderlo. Para la época de mi adolescencia Charly acababa de sacar Influencia y con mis amigas bailábamos y cantábamos a los gritos “Tu vicio” en el comedor gigante de una de las casas de la ciudad universitaria en San Javier. Y todas sabíamos las frase de la Barbie en la versión unplugged de “Chipi-chipi” que había salido algunos años atrás. Fue con ese mismo vivo perfecto y eterno que, a través de un medley (o, como dijera Charly, “un compactito”), se metió para siempre en mi vida la maravilla de Seru Giran. No es fácil de explicar, pero lo cierto es que te das cuenta al toque cuando algo que estás escuchando se hará carne en vos y se quedará allí a vivir para lo que quede. Había en toda esa música algo extrañamente familiar para mí y que nada tenía que ver con el prodigio musical que sin duda fue Seru, sino más bien con algo mucho más primario, con una sensibilidad compartida. Yo percibía que mi forma de sentir, tan poco explorada hasta entonces, tenía firuletes parecidos a los de esas canciones, y por eso me iba en llanto escuchándolas y se las transcribía a la gente que quería, y las cantaba con los ojos cerrados sola en mi pieza llena de posters y frases.Ya se dirán, es ilusión, es como el primer amor...Pero así me sentía yo. Y así me vuelvo a sentir, cada vez que vuelvo a pasar por Seru Giran, como quien pasa de paso por una casa donde ha sido muy feliz.

Charly nos atravesó porque nos pasó de todo en la vida, aunque nunca tan de todo como a él, y todo eso ya estaba en alguna canción suya. Entonces nos morimos de amor o de tristeza, o nos hizo gritar de bronca pero musicalmente. Llegó siempre para explicarnos lo que sentíamos y mostrarnos la mejor manera de decirlo. Sus discos fueron nuestra educación sentimental y en sus recitales (que si venía que si no, que si hacía dos temas y se iba, si estaba de buen humor o no daba ni bola) tuvimos un lugar donde vivir esas cosas que asombran. Charly es el responsable de la existencia de miles y miles de bandas de rock adolescente, famosas e ignotas, duraderas y fugaces, incluso de aquellas que él criticaría sin el más mínimo reparo (que es, por otro lado, la única manera de hacer las cosas que practicó en toda su vida). Multiplicador de músiques pero también de contestataries, predicador con el ejemplo de decir siempre, en canciones, en entrevistas rancias o en actos, siempre dispuesto a dar el necesario salto mortal. La rebeldía creativa, que pone bombas y pone flores, la genialidad al servicio de lo bello y de lo justo. Todo junto compilado para siempre en música compleja y profunda que si empieza a sonar, aquí se canta natural, fácil y sin vueltas, como se abraza a les amigues que no vemos hace tiempo. 

Festejar a Charly es festejar también nuestro vínculo con la música, nuestra particular manera de sentir y la suerte de tener quien nos interprete, aunque a él, mago nuestro, poco le importe.

Si luchaste por un mundo mejor, si te gustan las canciones de amor y esos raros peinados nuevos, seguramente hay algo de Charly en vos.