Disforia de género: Reducir la identidad a una patología
/Foto: Marianela Jeréz | La Palta
“Cuando alguien en nuestro país usa la expresión de disforia de género, está reduciendo el derecho a la identidad a una patología”, dice Laura Magadán, psicóloga y miembro de la Fundación Transformando Familias.
El término disforia de género fue usado durante décadas por la medicina para explicar la existencia de las personas trans. En 1969, la Asociación Mundial de Salud Transexual, con sede en Estados Unidos, solicitó que se incluya la Transexualidad en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM, por sus siglas en inglés). Esta medida tenía la intención de otorgar un marco médico para reducir la vulneración de sus derechos y habilitar su acceso al sistema de salud. Sin embargo, esa clasificación contribuyó a generar un fuerte estigma hacia la comunidad trans.
Con el paso del tiempo y la crítica de los activismos, la quinta edición del DSM incorporó el término “disforia de género” para referirse a la discordancia entre la identidad de género y el género asignado al nacer.
“Este término como diagnóstico solo se usa en aquellos países que no cuentan con una legislación que ampare en derecho a la identidad de género”, explica Magadán. En estos lugares, las personas trans deben presentar un diagnóstico de disforia de género para acceder a tratamientos de readecuación corporal. En Argentina, la Ley 26.743, sancionada en 2012, establece que no se requiere certificación médica ni legal para el reconocimiento de la identidad de género, ya que se trata de “una vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente”.
“Hay muchos sectores conservadores de nuestra sociedad que enmascaran principios religiosos con esta perspectiva patologizadora de disforia de género”, afirma la psicóloga. Uno de estos principios sostiene que el cuerpo no le pertenece a una persona, sino que se trata de un instrumento de Dios. De esta manera, se oponen al derecho a decidir sobre la identidad y corporalidad de una persona.
El riesgo de mantener esta mirada es que se reduce la vivencia de las personas trans a lo biológico y lleva a que interpreten su vida cotidiana como síntoma de una patología, ignorando patrones sociales y culturales. “Esto estigmatiza y habilita todas las terapias correctivas que son tortuosas y traumáticas para nuestras niñeces y adolescencias trans. Eso es lo grave. Usar un diagnóstico es reducir la perspectiva a lo patológico”, sostiene la profesional. En este sentido, la Ley de Salud Mental (Ley N°26.657) en nuestro país prohíbe diagnosticar a una persona en su salud mental basándose en su orientación sexual o identidad de género.
Acompañar desde el respeto
La fundación Transformando Familias surgió en el 2018 y se trata de un espacio que reúne a familias de niños, niñas y adolescentes trans, y profesionales. “Desde la Fundación, cuando hablamos de infancias trans, lo hacemos desde una perspectiva que no tiene que ver con lo patológico sino con la protección integral de los derechos”, dice Magadán. El espacio, además de ser un lugar de acompañamiento a las infancias y adolescencias trans, también brinda contención a sus familiares.
En la Fundación también se garantiza el derecho a una información seria y académica. Esto, para Magadan, resulta fundamental para evitar la desinformación y el estigma al referirse a la comunidad trans.
“A un niño o a un adolescente hay que acompañarle hasta que logre definir qué quiere hacer con su identidad o cómo se ordena su identidad. Si intentamos corregirlo, lo único que vamos a lograr es que esa persona se sienta violentada”, concluye la profesional.