Derechos de las infancias: del adultocentrismo al protagonismo de las niñeces
/La sociedad nos adultiza tan rápido que olvidamos la ternura, los cuidados, el cariño y la participación que nos reclamó y que aun reclama la infancia. Naturalizamos la superioridad y, por ende, los malos tratos para con las niñas, niños y adolescentes.
“ ‘Y ahora, por favor, enséñenos cosas realmente importantes’, le dijo Mafalda a su maestra. Y como siempre, nos dejó pensando… ¿Qué habrá sido "lo importante" para ella ese día? Y estas preguntas nos llevan a otras ¿Qué es "lo importante" en educación? ¿Quién lo define? ¿Quienes participan de esa definición? ¿Importante para quiénes, para qué?”
Así inicia el texto de la contraportada del libro Educar hasta la ternura siempre, segunda publicación de la colección "Niñez en movimiento" en la que Santiago Morales es co-compilador junto a Gabriela Magistris.
Morales -sociólogo de la UBA, educador popular, papá y militante de los derechos de las infancias- define el adultocentrismo como un conjunto de estructuras sociales, culturales, políticas y económicas que organizan las relaciones entre el mundo adulto y las infancias. Según él, este sistema presenta similitudes con otros sistemas opresivos como el patriarcado, el colonialismo y el capitalismo, y agrega "el adultocentrismo es un sistema de dominio donde un rasgo, en este caso la edad, se erige como motivo de desigualdad. El mismo, configura el plano de las políticas públicas y está presente en la espacialidad, es decir, las calles, los edificios, las casas, los hospitales, están construidos y organizados de una manera adultocéntrica, lo que implica que están hechos para un sujeto que se lo presupone adulto".
El sociólogo también expone cómo este sistema se materializa en la sociedad, permeando todos los aspectos de la vida. "Esto se expresa a escala, desde que quienes gobiernan pueden decir un montón de cosas que después no cumplen, hasta una situación en una escuela dónde si una persona adulta rompe un vidrio, no lo van a sancionar ni le van a decir las cosas que le dirían a un niño o una niña. Las personas adultas nos creemos superiores moralmente, por eso todo el tiempo les estamos dando lecciones de vida a niñas y niños que no nos la piden. El adultismo es un concepto que viene a ser del adultocentrismo lo que el machismo es del patriarcado. Una ideología que tenemos internalizada todas y todos, incluso los niños".
En otro plano, bastante más brutal, el adultocentrismo se expresa en formas de violencia de alta intensidad, como puede ser la violencia física, el abuso sexual contra niñeces, el gatillo fácil y la explotación laboral. Morales explica que "todas esas lógicas de violencia que en general se particularizan en base a una idea de maltrato infantil, abuso sexual infantil o explotación infantil, en realidad ninguna son infantiles, sino más bien, adultas. El sistema nos hace creer que, en definitiva, son objetos que nos pertenecen o que nos pueden pertenecer. En el caso de las familias es muy claro, por el hecho de que madres, padres y cuidadores consideran que sus hijos son su propiedad, entonces hago lo que quiero con él o ella, le grito, lo insulto, lo prohíbo, lo castigo, lo encierro o lo abuso sexualmente".
¿Existe el niñocentrismo?
Morales explica que hay personas que eligen hablar de niñocentrismo como una manera respetuosa de ver la infancia, vinculado a enfoques de crianza respetuosa. Sin embargo, su postura es otra: “En mi opinión, el término y sus implicaciones son problemáticos. Me parece inquietante porque va en contra de la igualdad, ya que implica privilegios para algunos sobre otros. Si alguien está en el centro, implica que otros están en la periferia. Más allá de la semántica, niñas y niños no deben tener más privilegios que otros, al igual que las personas adultas no son superiores.”
Agrega que aunque la idea de niñocentrismo no necesariamente apunte a esto último, genera confusión.
“La meta es habitar espacios amigables para todas las edades, y que las personas adultas reevalúen su comprensión de un espacio amigable" dice.
Participación en la toma de decisiones
Teniendo en cuenta que quienes formulan, discuten y aprueban leyes en favor de las infancias, son adultos, el activista hace un análisis de cuán obstaculizada se ve la conquista de derechos de las infancias en ese sentido. Desde una mirada crítica, el sociólogo afirma que "la Convención de Derechos del Niño no solo fue elaborada por personas adultas de manera íntegra, sino que para nadie eso fue un problema. Por supuesto que no estoy queriendo juzgar con los ojos del 2023 algo que pasó hace más de 30 años. Tal y como están las condiciones dadas hoy en día, es difícil que niñas y niños participen en la elaboración de leyes. Pero no porque no tengan la capacidad, sino porque nadie cultiva esa capacidad.”
Ante la pregunta de si un niño o una niña de 12 años estaría en condiciones de votar en estas elecciones, dice, a priori la respuesta generalizada sería que no, porque son manipulables, influenciables, porque no saben o porque desconocen. “Tienen capacidad para tomar decisiones en torno a qué es conveniente, no solo para sí mismos, sino para su familia y su comunidad. El problema es que ni en las escuelas, ni en las familias, ni en las comunidades, se invita a niñas y niños a involucrarse en la resolución de los problemas comunes".
Aquí es donde aparece una propuesta superadora, el "co-protagonismo", una concepción que busca acompañar a niños y niñas a vivir de manera distinta, cuestionando y reduciendo lógicas adultocéntricas, tanto en su presencia como en su fortaleza. Sobre esto Morales aclara que "el co-protagonismo lo que plantea es la necesidad de dejar de excluir a las niñas y niñas de la posibilidad de ser sujetos sociales y políticos, lo que implica que puedan tener voto en un montón de cuestiones que les afectan y puedan ser parte activa en la construcción de estrategias para solucionar los problemas, pero también en la construcción de lógicas de bienestar, de alegría, de disfrute".
Desde su experiencia acompañando procesos asamblearios de niñas y niños que se organizan en sectores populares, Santiago insiste en que "una participación más activa de las chicas y los chicos, de un enfoque del co-protagonismo, necesita de organización propia de chicas y chicos, donde puedan fijar los objetivos y hablarles a la sociedad. Necesita, por lo tanto, estar habilitada por el mundo adulto para incidir en términos políticos en la gestión de lo común y en definitiva eso va a ir generando que se pueda ir reestructurando o repensando la sociedad en su conjunto".
La educación y el protagonismo
La educación popular es una corriente educativa que surge en Latinoamérica inspirada fuertemente en el pensamiento de Paulo Freire, quien puso en el centro del hecho educativo el diálogo como encuentro entre las personas y como lógica de igualación entre ellas. Morales pone en común esta rama de la educación con la participación de las infancias y fundamenta: "Lo que hay en común es la confianza en las capacidades del otro, que las diferencias de todas las personas no sean un motivo de desigualación. Y el co-protagonismo de la niñez también apunta a poner en el centro el diálogo un condimento que también está presente en la educación popular es el de la afectividad. Porque el diálogo intergeneracional, quizás solo es posible si hay conexión afectiva entre esas personas que entran en diálogo. También creo yo que nos invitan a utilizar, entre comillas, la herramienta de la educación popular como vehículo para promover el protagonismo de las nuevas generaciones".
Al examinar el rol de la escuela en el sistema adultocéntrico, Morales sugiere que la educación debe trascender los objetivos capitalistas y enfocarse en el bienestar de las niñas y niños. Sin embargo, advierte que el cambio requerido es profundo y estructural, ligado a la transformación del sistema capitalista, colonial y patriarcal.
"Estamos en un tiempo histórico desolador, en donde da la sensación que aquella famosa frase de la década de los noventa, de que 'pareciera ser más próxima la desaparición del mundo que la transformación del capitalismo', ya hasta queda chica. Cada vez existen menos personas que creen en que es posible una vida humana sin la lógica de destrucción masiva con la que vivimos en la actualidad. En ese contexto, la crítica al adultocentrismo es eso que nos permite caminar. El horizonte está allá, uno da dos pasos y el horizonte se aleja, de manera que la utopía nos sirve para eso. Los horizontes emancipatorios tienen que ver con ese motorcito que nos lleva a las personas a involucrar nuestra vida sobre todo militante, nuestro tiempo de ocio y nuestra vocación más genuina en hacer algo para que condiciones de injusticia y desigualdad se puedan transformar".