Oscars 2025: buen pronóstico para el domingo

collage: julieta pérez | la palta

*Por Pablo Jeger

Una vez más, los Óscars me convocan a escribir sobre cine para La Palta. Voy a ser honesto: no vi todas las nominadas a mejor película de este año. Tengo mis excusas, claro. A la película brasilera Ainda Estou Aqui no la encontré por ningún lado así que no pude verla. Y tampoco vi Dune - Parte 2 por otro buen motivo: la primera parte me pareció un bodrio. Dicen que la segunda parte es mejor, supongo que nunca lo sabré.

En cambio, sí vi las otras ocho nominadas a mejor película. Este año no hay muchos grises y es relativamente fácil trazar una línea entre las buenas y las malas (cuatro de cada lado). A continuación, un repaso en el cual comento solo las que tengo ganas de comentar.

Empecemos por las malas:

Conclave: es bastante pavo el final y en general me aburrió. Y ya salió otra película sobre Papas hace cinco años así que me animo a decir que no me interesan las películas sobre elecciones de Papas. Va entonces una plegaria por la salud de Jorge Bergoglio para que no hagan otra de estas películas en cinco años.

Wicked: está basada en un musical de Broadway que a su vez está basado en una novela de 1995. Esta novela a su vez funciona como una precuela del viejo libro infantil El maravilloso Mago de Oz. En definitiva, Wicked transcurre en el mismo mundo que la película de 1939 (El Mago de Oz, con Judy Garland), pero no tiene nada que ver con Dorothy ni con el Hombre de Hojalata sino con el pasado de las brujas, la buena y la mala. Parece que la buena no era tan buena ni la mala era tan mala. Y, a pesar de ser un musical y transcurrir en un colegio secundario, no tiene la suerte de parecerse a Glee ni a Grease porque los personajes son adolescentes que no se comportan como adolescentes sino como esos adolescentes infantilizados que se escriben para el público infantil (digamos, son como los de Harry Potter). Lo bueno: la canción “Defying Gravity” del final es linda (después de todo es un musical). Lo malo: dura dos horas y cuarenta minutos y es solo la primera parte, todavía hay que ver otra.

Emilia Pérez: La polémica de la noche gira en torno a la película del director francés Jacques Audiard. Emilia Pérez narra la historia de un capo narcotraficante, Juan “Manitas” del Monte, que finge su muerte y cambia de género con la ayuda de una abogada. Manitas abandona a su mujer y a sus hijos y vuelve a buscarlos un par de años después bajo el nombre de Emilia. Pero su transición no es sólo de hombre a mujer sino también de mala persona a buena persona, porque Emilia crea una fundación destinada a encontrar e identificar los cuerpos de las víctimas de los carteles de narcotráfico. Esta premisa, sumada al hecho de que la película es un musical (y uno de esos en los que muchas conversaciones suceden y se interrumpen cantando), le valió una serie de acusaciones, que ya no sabría decir cuáles son (porque eran muchas) pero imagino que Emilia Pérez puede acusarse de banalizar temáticas sensibles o por lo menos tratarlas con demasiada ligereza. Para colmo, la actriz protagónica española Karla Sofía Gascón tuvo que cerrar su cuenta de Twitter porque años atrás hizo comentarios racistas u ofensivos (no sé si contra el islam o los mexicanos, es difícil seguir tantas acusaciones). No soy quién para juzgarla, pero el caso es que a Gascón le soltaron la mano productores y director: no estuvo presente en otras premiaciones de esta temporada y se supone que no estará tampoco en la ceremonia de este domingo. Como Gascón es la primera mujer trans nominada a un Óscar, estas circunstancias arruinan las fotos y desaniman los potenciales festejos de aquella gente que está constantemente monitoreando y aplaudiendo este tipo de hitos en los premios (el primer actor negro ganador de un Óscar, la primera directora mujer ganadora de un Óscar, el primer sonidista enano ganador de un Óscar, y así).

Por supuesto que este panorama lamentablemente corre el foco de la película, pero sobre todo hace que sea muy difícil verla sin prejuicios. Aún así, uno lo intenta y la verdad es que Emilia Pérez por momentos parece una cargada, un chiste de mal gusto de un francés que acaso se propuso ridiculizar estos premios con un statement que podría resumirse así: a la Academia no le importan las películas serias sino los temas serios. No, no creo que Audiard tenga un sentido del humor tan retorcido, pero la primera mitad de Emilia Pérez es delirante, e incluso cuando en la segunda mitad hay un par de momentos sensibles y bien logrados que podrían funcionar en otro contexto, es imposible conectar con los personajes o con la trama o con la música cuando se perdió la seriedad.

The Substance: Emilia Pérez no es la peor de las nominadas de la noche porque existe The Substance, de Coralie Fargeat. The Substance trata sobre una mujer (Demi Moore) que intenta seguir siendo famosa manteniendo su cuerpo joven, o cambiando su cuerpo por otro más joven. Es una película de terror, de ciencia ficción y de ese subgénero llamado body horror. O sea, es una película que jamás sería tenida en cuenta por los Óscars si no fuera porque (dándole la razón a la falsa tesis de Audiard) habla de un tema serio: las exigencias de la sociedad sobre los cuerpos femeninos. Esto queda claro en los primeros cinco minutos, porque The Substance es una película que trata de estúpido al espectador, que le explica todo lo que tiene que pensar, que juega a ser La Mosca de David Cronenberg (un director que jamás fue premiado e incluso ni siquiera nominado por la Academia) pero no puede evitar su propia convencionaldiad estética (por ejemplo, en cada escena de Margaret Qualley en traje de baño y en esa gigantografía que aparece unas quinientas veces), que está filmada horriblemente y abusando de los primeros planos en gran angular, que tiene un guión colador que no cierra por ninguna parte y que, incluso cuando logra un final hiperbólico y asqueroso, necesita llenarlo de flashbacks para subrayar su propia ironía. Como era de esperar, The Substance fue muy celebrada por muchos porque sirve para explicar un montón de cosas (y celebrada también por unos pocos que se comieron la curva cronenbergiana).

Un comentario más y dejo de renegar: cuando en enero falleció el querido David Lynch (otro director jamás premiado por los Óscars), las redes se llenaron de declaraciones y videos de Lynch hablando sobre su visión general del cine: Lynch creía que la belleza del lenguaje cinematográfico estaba en que permitía decir cosas no solo con las palabras sino con un sinfín de herramientas, que estas cosas que se decían podían ser abstracciones y que el espectador puede acercarse a esas abstracciones a través del poder de la intuición propia. Su genial obra está llena de ejemplos de esto. No es justo ni apropiado mirar a cualquier película bajo esa lupa, pero hay algo diametralmente opuesto a lo que plantea Lynch (algo muy antilyncheano) en una película que entrega al espectador su propia idea masticada y ultraprocesada para que al espectador no se le cansen los dientes. The Substance es un buen ejemplo de esto.

Las buenas:

The Brutalist: no tengo nada que decir, me gustó y punto.

Nickel Boys: ídem, no tengo mucho que decir salvo que me gustó, incluso a pesar de que está filmada de una forma particularmente molesta. A lo mejor es mérito del libro en el que está basada esta película (quizás algún día lo lea para verificarlo).

A Complete Unknown: ya sé que el año pasado aproveché el premio a Oppenheimer para atacar a las biopics, pero una cosa es ver la historia de un científico aburrido tonteando con unos átomos y otra cosa es la vida de Bob Dylan. Y ni siquiera fui con la mejor predisposición al cine por un motivo de lo más snob: ya hay otra biopic sobre él que me encanta, la mucho menos convencional I'm Not There de 2007, en la que Todd Haynes escribió seis personajes distintos inspirados, como dice su epígrafe, en la música y las muchas vidas de Bob Dylan. I’m Not There es rara, es poética y tiene una actuación enorme de Cate Blanchett, y Haynes parecía decir que, si Dios necesita ser explicado con tres personas distintas, Dylan necesita el doble. Pero las comparaciones son odiosas y ahora fue el turno de James Mangold, que ya había dirigido la gran biopic de Johnny Cash Walk the Line, y el resultado es bastante parecido. A Complete Unknown transcurre entre el 61 y el 65 y es, sobre todo, la historia de la relación de Dylan con el folk, o sea con el género, pero también con el movimiento musical y con su gente, desde que llega a Nueva York hasta que enchufa la guitarra eléctrica y se despide de la canción de protesta. En ese sentido, uno de los puntos más fuertes de la película es la cálida relación entre Dylan y su suerte de mentor Pete Seeger (Edward Norton). El otro punto fuerte es el elenco en general: Timothée Chalamet (que además es uno de los productores) actúa y canta muy bien, pero también actúa y canta muy bien Monica Barbaro, la actriz que interpreta a Joan Baez, lo cual es de alguna manera más meritorio porque Joan Baez tenía una voz muy linda y Bob Dylan cantaba como Popeye despertándose de la siesta. Claro que hay fallas, en especial cuando se necesita generar un conflicto. Por un lado, las escenas de Dylan huyendo de los fans son lugares comunes un poco forzados. Por otro lado, la relación de Dylan con Suze Rotolo (la colorada de la tapa de “The Freewheelin’ Bob Dylan”, que en la película se llama Sylvie Russo y es interpretada por Elle Fanning) parece un melodrama mal escrito. Pero Mangold conoce la receta de la biopic musical: cuando la narrativa empieza a flaquear, deja que la historia sea contada en las letras de las canciones, que son hermosas porque son letras de Bob Dylan, claro. El resultado es que hay muchas escenas musicales y todas son muy emocionantes, por lo menos si te gusta Dylan (y si no te gusta el problema sos vos, no puedo ayudarte).

Anora: Por último, está Anora, mi favorita para este domingo, que trata sobre la impulsiva relación entre una trabajadora sexual (Mikey Madison) y un cliente muy joven, hijo de un millonario ruso. Esta es la nueva película de Sean Baker, el director de 53 años que viene filmando desde principios de siglo y que, después de filmar Tangerine en 2015 usando solo un iPhone, captó la atención de la productora A24. Posteriormente, vinieron dos películas muy buenas, The Florida Project y Red Rocket. Pero Anora está en otro nivel.

El universo de Sean Baker retrata esa clase social baja y marginal que los yankis llaman “white trash”, que vive en trailers o moteles y que está siempre atrasada con el pago de su alquiler. Entre sus personajes hay prostitutas, proxenetas, strippers o actores porno fracasados, que suelen deambular por avenidas americanas muy amplias y sucias en situaciones siempre problemáticas. Baker en general los trata con simpatía y sin cinismo, no los desprecia ni los hace sufrir mucho más de lo que su humor negro requiere (no es un sádico como Lars von Trier). Pero en Anora hay un nivel de sensibilidad mayor e incluso partidario. Planteada a partir de una premisa similar a la de Mujer Bonita, Baker rompe la ilusión de la comedia romántica, primero pasando a la comedia de enredos y luego al drama más descorazonador. Baker no es un ingenuo, no le puede regalar un cuento de hadas a su protagonista, pero le puede ofrecer su mirada más cariñosa y le puede prestar un guardián que la acompañe. Y también puede regalarnos un final mudo pero hermosamente triste.

¿Cómo están los pronósticos? En el rubro de actor principal, parece haber una carrera entre Timothée Chalamet y Adrian Brody (The Brutalist). Para el premio de actriz principal, en cambio, la discusión está entre Demi Moore y Mikey Madison. Y en un año normal, la ganadora del premio mayor sería una película grandilocuente de tres horas y media como The Brutalist, que de hecho se supone que era la candidata más fuerte cuando empezó esta carrera. Pero, hace unas semanas, Anora ganó el premio de los Críticos, el del sindicado de los productores y el del sindicado de los directores. Así pasó al frente y ahora es la favorita. No recuerdo cuándo fue la última vez que sucedió (quizás en el 2008, cuando ganó No Country For Old Men de los Coen), pero ¿será acaso este el año en el que, por fin, la ganadora del Óscar a la mejor película sea efectivamente la mejor película? Ojalá.