Que venga el líquido: una inyección que vale y salva la vida
/La forma más sencilla, económica y eficaz de protegerse contra las enfermedades es la vacunación. Las vacunas cumplen un rol fundamental en un mundo donde los virus y las bacterias circulan constantemente. Salvan vidas, son baratas y no presentan mayores contraindicaciones. Entonces, ¿por qué las personas se están dejando de vacunar?
Se acerca la Semana de vacunación en las Américas. Los últimos días de abril quedaron definidos como una semana para reflexionar sobre el tema, organizar campañas de vacunación e información y fomentar la colocación de vacunas.
“La inmunización para todas las personas es humanamente posible” reza el lema de este año propuesto por la Organización Mundial de la Salud (OMS). La frase busca promover la vacunación en todo el mundo y acercarla a niños, adolescentes y adultos que aún no tuvieron la posibilidad de recibir una inyección.
En los últimos años, las vacunas han sido protagonistas de una lucha contra enfermedades mortales que se puede traducir fácilmente en números. En los últimos 50 años se salvaron 154 millones de vidas, es decir que cada minuto seis personas continúan junto a sus seres queridos gracias a las vacunas. Seis personas por minuto con historias: seis madres que no lloran a sus hijos por las muertes ocasionadas por el sarampión, seis bebés que llegan a cumplir su primer año de vida, seis proveedores del hogar que pueden continuar siéndolo, y muchas personas más.
En estos 50 años, las vacunas han mejorado en un 40% la supervivencia de los lactantes, es el momento histórico en el que más bebés lograron superar el primer año de vida. “Por sí sola, la vacuna contra el sarampión ha permitido salvar el 60% de esas vidas”, explican desde la OMS.
Paula Nicolópulos es una oranense que reside en Tucumán, donde se convirtió en médica generalista. Se recibió en 2017 de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) y desde 2021 trabaja en medicina de alta montaña. “Hago lo que más amo que es la medicina rural”, cuenta en su presentación en Instagram.
Paula nicolópulos - médica rural | foto: ministerio de salud
Paula trabaja para acercar la medicina a los rincones más alejados de la provincia. Al trabajar en Centros de Atención Primaria de la Salud (CAPS) donde van no más de 200 personas, cuenta que allí puede hablar con cada vecino y darles toda la información para acompañar un cuidado responsable. Esto no suele ocurrir en las grandes urbes, donde la población vive más expuesta a una multiplicidad de fuentes de información, que luego no contrasta con la opinión autorizada de un profesional de la medicina. “El mayor desafío es volver a dar la información correcta”, dice Nicolópulos. Sostiene que es necesaria la capacidad del personal de salud para poder explicarle a la población los verdaderos beneficios de la vacunación.
Consultada por la importancia de la inmunización, aun cuando la enfermedad ya se cree erradicada, la doctora dice que es importante mantener los altos niveles de vacunación por lo que se conoce como la “inmunidad de rebaño”. “Si uno no se vacuna, pero todos los que están a la vuelta sí lo hacen, esa gente no transmite la enfermedad, entonces la persona que no se vacunó está protegida” explica y continúa: “cuando son cada vez menos las personas que se van vacunando, el virus comienza a circular de nuevo. Entonces enfermedades que se consideraban erradicadas, vuelven a aparecer”.
El rol de la desinformación y el miedo a los efectos secundarios
Mensajes, tweets, una placa de Instagram, un video de un minuto en la red social elegida, un noticiero con información poco chequeada: la desinformación llega por muchos lugares. El sector de la salud no queda exento de este fenómeno.
En un momento de desesperación y angustia, como lo fue la pandemia, la población exigía respuestas inmediatas y allí es cuando, tratando de dar luz, se genera más oscuridad.
Las vacunas de COVID llegaron a dar respuesta en medio de una pandemia marcada por la desinformación, en la que las noticias falsas sobre la vacunación no tardaron en llegar. Se dijo que generaba magnetismo, que eran chips rusos para controlar a la población, que modificaban el ADN o que eran hechas con fetos abortados, entre otras falacias. Aunque la mayoría sonaban absurdas, muchas de ellas alcanzaron para convencer a varios de no inocularse.
La desinformación rodea a las vacunas en general, no solo a las que protegen contra el COVID. “Es una problemática real el tema de la desinformación acerca de las vacunas. Esta desinformación y estos mitos están desde hace mucho tiempo”, dice Paula. Recuerda un estudio de hace varios años en el que se decía que las vacunas generaban autismo. Tiempo después se comprobó que no era así y que el estudio respondía a intereses económicos, pero el daño ya estaba hecho.
“Existe en toda vacuna, en todo medicamento, hasta incluso en el paracetamol y en el ibuprofeno, lo que se llaman las reacciones adversas”, explica la doctora. Las reacciones adversas son los síntomas que una persona puede llegar a sentir después de una vacuna, por ejemplo dolor de cabeza o de brazo y cansancio, entre los más frecuentes. Esta sintomatología no representa un gran motivo para no vacunarse, ya que “el beneficio que uno adquiere, que es realmente no morirte por una enfermedad, está del otro lado de la balanza”, reflexiona Nicolópulos, y agrega:“Veo que mucha gente te plantea eso, `no, yo no me la quise poner porque la primera dosis me cayó mal o estuve con mucho dolor de cabeza´ y no son secuelas peligrosas”. Vacunarse ayuda a la persona que se coloca la inyección y a quienes están a su alrededor.
Muchas veces no se puede vacunar a todas las personas, por motivos económicos, decisiones políticas o contraindicaciones médicas, pero si una persona se vacuna, cuida a quienes tiene al lado. Al protegerse uno, no se contagia de la enfermedad y no funciona como vehículo para que ese virus o bacteria se transmita a los demás.
Las vacunas son un componente esencial de la atención primaria de salud, un derecho humano incuestionable, la decisión más económica en la lucha contra enfermedades y la muestra de que el trabajo conjunto salva vidas.
La última semana de abril se eligió en 2002 como Semana de Vacunación en las Américas. En ese año, los comités de salud del continente luchaban contra el último brote endémico de sarampión. La propuesta era realizar una campaña de vacunación sincronizada en las poblaciones más vulnerables, ponerle fin al brote y prevenir brotes futuros. Hoy la región enfrenta un nuevo brote de sarampión, después de haberse librado de la enfermedad en 2016.
La semana es para reflexionar, hacer un llamado de atención a los organismos de salud y recordar a los ciudadanos que la vacunación es necesaria todo el año. Vacunarse vale la pena, vale ese dolor de cabeza o esa sensación de cansancio, vale la espera en el CAPS, vale la discusión, porque vacunarse te salva la vida a vos y a los que amás.