Conductas Suicidas: prevenir, acompañar y contener

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“El silencio incomoda. Hablamos muy poco de suicidio en nuestra sociedad, y cuando lo hacemos suele ser desde el miedo, desde la vergüenza, desde la culpa, desde la ignorancia y es un problema que hablar de esto sea tabú”.

Así inicia sus discursos Maria De Quesada, periodista española, autora del libro La niña amarilla: relatos suicidas desde el amor.

Es clave entender el suicidio en toda su complejidad. Es un tema de salud pública a nivel mundial, rodeado de estigmas, mitos y tabúes, y abarca múltiples dimensiones de análisis. Es necesario empezar a hablarlo desde un lugar responsable. No hablar, no es una opción.

María Dolores González de Ganem, psicóloga sanitaria y docente de la cátedra de salud pública y salud mental de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), explica que uno de los obstáculos principales para abordar esta problemática es el tabú que rodea al suicidio, por los miedos que genera involucrarse en el tema. En su opinión hay que abrir los espacios de diálogo y discusión sobre el tema, especialmente en las familias. "Es fundamental hablarlo y romper este mito de que del suicidio no se habla. Desde la palabra también se contiene. Hay que recurrir a un profesional idóneo para que la persona que está pasando por esta situación pueda encontrar otro tipo de soluciones a los conflictos que le presenta la vida, sin que eso implique desmerecer, ni descalificar lo que siente, porque está sufriendo".

La profesional identifica tres etapas clave en el proceso de la conducta suicida: la ideación suicida, el intento suicida y el suicidio consumado, y advierte: “Estas etapas ofrecen oportunidades para la prevención y la intervención. En Tucumán, por ejemplo, el Hospital Padilla atiende entre siete y diez casos de ideación suicida por noche, con al menos tres o cuatro intentos de suicidio. Aunque existen protocolos de intervención, el sistema de salud está sobrepasado en relación con su capacidad de respuesta, y la mayoría de los casos involucra a jóvenes y adolescentes". Maria Dolores también resalta la responsabilidad del Estado en el trabajo por la prevención, haciendo hincapié en la falta de inversión en la asistencia en salud mental y en la creación de programas de prevención que detecten signos y síntomas en la población.

González de Ganem señala desde su análisis que "al hacer un screening en la población escolarizada, aunque no se hace diagnóstico individual, se observa una incidencia de signos de depresión entre el 9% y un 15% de la población adolescente, coincidiendo con casos que ya tienen ideación suicida fuerte y que en la mayoría de las veces ya han intentado matarse”. La profesional insiste en el trabajo de prevención en las escuelas porque “las docentes suelen ser las primeras que pueden llegar a detectar signos y síntomas”. Explica que, aunque durante mucho tiempo se capacitó a los efectores del sistema de salud, no ocurrió igual con las maestras y que, si bien existen protocolos de actuación en donde interviene el SASE (Servicio de Asistencia Social Escolar), el GPI (Gabinete Pedagógico Interdisciplinario), no llegan a constituir una contención suficiente. También destaca que los factores de riesgo son muy complejos y, en general, múltiples, como problemas de comunicación interpersonal e intrafamiliar, conflictos familiares, consumo de sustancias, falta de referentes, antecedentes de violencia o abusos. Con distintas motivaciones, esto afecta a todos los estratos sociales e incluso pueden ser más propensos ciertos colectivos, “como la comunidad LGBTQ+, son especialmente vulnerables debido a la falta de inclusión laboral y social”.

Asimismo, subraya la importancia de los vínculos familiares y sociales saludables como elementos clave en la prevención del suicidio: “Es fundamental enlazar, dentro del tratamiento, a un acompañante que sea una persona significativa, que le llegue, que escuche, y que valore la opinión del otro. Y, por supuesto, hacer todas las recomendaciones de cuidado”.

Agostina Tosi, psicóloga, integrante del CEA (Centro de Estudios y Acciones en Salud Mental y Derechos Humanos), reflexiona y advierte que no hace falta ser un profesional de la salud mental especializado para acompañar y llevar adelante tareas de prevención respecto a este tipo de conductas. “La prevención, para que sea efectiva, no hace falta que únicamente sea específica”, afirma. “Las acciones en materia de prevención inespecífica en el campo de la salud mental también son muy importantes y efectivas y no hace falta ser un especialista en suicidio para llevarlas a cabo. Actividades que tiendan a generar y reforzar el lazo social, de carácter comunitario y colectivo; junto a la construcción de herramientas simbólicas son, sin dudas, acciones en salud mental”.

Tosi insiste en esta línea teniendo en cuenta que hay profesionales que deciden no abordar o no atender este tipos de casos por no encontrarse especializados en la temática, y hace un llamado de atención en ese sentido porque “si bien les profesionales contamos con más caudal de información cuanto más especializades estemos en una temática, sabemos que la información es necesaria pero no suficiente, ni tampoco es un ingrediente único para realizar un abordaje. Como agentes de salud mental tenemos la responsabilidad y el deber ético de escuchar y alojar el sufrimiento psíquico, subjetivo; y eso es algo para lo que se supone todes les profesionales psicólogues estamos formades.”

La profesional explica que a una persona con algún padecimiento mental puede costarle mucho llegar a la consulta como para que, cuando finalmente lo logra, se encuentre con un profesional que le diga, por ejemplo, que no lo atenderá por no estar especializado en la temática. Esto, dice, “puede significar dejar al sujeto una vez más desalojado, a la deriva, por fuera de un circuito de salud-cuidado. Si es un problema de salud pública, y una problemática social, entonces es asunto de todes.”

Es necesario abordar este problema de salud pública de manera integral, involucrando a la sociedad, las instituciones educativas y de salud para brindar las herramientas necesarias.

La provincia cuenta con tres guardias específicas en los hospitales: Juan M. Obarrio, Nuestra Señora del Carmen y Hospital Ángel C. Padilla. También la línea telefónica gratuita 0800 345 1435 cuenta con profesionales que pueden ayudar a personas con pensamientos suicidas.