"Lo que la Hora de la Espada nos dejó..."
/A partir del nacimiento de la Nación Argentina, fueron seis los golpes de estado que se desarrollaron sobre ese suelo. Desde que Leopoldo Lugones pronunció “La Hora de la Espada” anunciando el quebranto de la democracia, su desequilibrio y su devenir hacia la demagogia, la historia del país quedó sellada por la dictadura. Ese sello se hace presente en la actualidad, a 35 años del último y más terrible golpe de estado, como una cicatriz que subsiste en el tiempo.
Represión, tortura, más de treinta mil desaparecidos, censura y listas negras fueron algunas de las terribles acciones que llevó a cabo el gobierno de facto de aquella época. Por ello, la sociedad se vio obligada a vendarse los ojos y someterse al silencio hasta 1983 cuando finalizó el período de gobierno del Proceso de Reorganización Nacional.
Sin embargo el tema era tabú aún a principios de siglo, y la generación de los ochenta y noventa creció confundida entre dos voces contradictorias. En consecuencia a la falta de claridad, la mayoría de los jóvenes que en la actualidad ya son ciudadanos no consiguen tomar conciencia de lo que el terrorismo de estado significó para sus antepasados. Además, muchos de ellos son víctimas de una falsa identidad, producto del robo sistemático de bebes que se produjo en la dictadura de 1976. Así, sin ser concientes de su realidad, crecen en una mentira de la cuál se encariñan y le otorgan cierto respeto. Tal es el caso de Victoria Montenegro quien fue apropiada y criada por el criminal de su padre, lo que produjo que durante muchos años defendiera su falsa identidad y negara la culpa de su apropiador.
Fue ésta la principal causa por la que surgieron organizaciones como “Madres de Plaza de Mayo” y “Asociación Civil de Abuelas de Plaza de Mayo” que tienen como finalidad localizar y restituir a sus legítimas familias todos los niños secuestrados y/o desaparecidos por la última dictadura militar. En relación a este tema, “La Palta” habló con Marta Rondoletto, hija y hermana de desaparecidos, y a la que hasta el momento nadie sabe decirle si, además, es también tía de una persona apropiada al nacer. Ella expresó con absoluta seguridad que “esos chicos tienen que tener la libertad para hacerse cargo de lo que efectivamente son porque a la larga estas cosas se saben”.
Pablo Jeger, hijo de desaparecido y militante en la “Asamblea Permanente por los Derechos Humanos”, en comunicación con este Colectivo Popular dijo: “El plan no era una guerra como quisieron hacer creer, sino que querían destruir a una oposición y a una generación, sobretodo, que veía las injusticias de su tiempo y se la quiso privar no solo de la vida sino también de la descendencia”. El padre de Jeger fue secuestrado junto a su esposa embaraza, por lo que también busca saber si su hermano nació o no. Por ello afirma que “esta dictadura cívico-militar no dejó delito aberrante por cometer. Todo esto hace que esta haya sido la noche más oscura que nos halla tocado vivir y de la cuál seguimos tratando de salir”.
Afortunadamente, con el paso del tiempo y a medida que la democracia se fue instalando con mayor fuerza en el país, la sociedad fue teniendo más claro el valor de los derechos humanos y las consecuencias del genocidio. Rondoletto explicó: “Cada vez es más claro porque se están poniendo las pruebas de que el plan terrorista del estado no fue obra de los militares o de la policía o de las fuerzas de seguridad o el orden solamente, sino que hubo un importante grupo que fue el ideólogo de la represión en este país como en el resto de Latinoamérica”.
Al mismo tiempo para la sociedad Argentina y Latinoamericana es imposible olvidar. Podemos mirar para otro lado o evadir el tema, pero tarde o temprano la memoria punza y muestra aquello que no se quiere ver. Con respecto a esto Pablo Jeger opinó: “No es que nosotros busquemos de una forma masoquista de revolvernos en ese pasado sino que el pasado no nos va dejar salir ni a nosotros ni al país de ese horror mientras no lo exorcicemos, como corresponde en cualquier sociedad civilizada, con verdad y justicia”
Actualmente, hijos e hijas, madres y padres, abuelas y abuelos de las víctimas tienen un lugar en el poder para poder expresar su dolor y su grito de justicia. “Hoy en día, nuestra lucha está rindiendo sus frutos” expresó Marta Rondoletto. “Están concretándose varios de los juicios a los genocidas que, desde el principio de la lucha, han tenido tantas etapas y eso nos da cierto alivio, por un lado, y nos impone otra demanda, por el otro, que es seguir con esta lucha”.
35 años pasaron desde la última dictadura y 81 desde que Leopoldo Lugones dio a conocer la proclama inicial del golpe del 30. A pesar del tiempo trascurrido, sus consecuencias aún se ven reflejadas en la sociedad argentina, que todavía no consigue suturar por completo sus heridas. En consecuencia, muchos de los ciudadanos del país continúan sigilosos, con el miedo de que de repente vuelva a sonar “La hora de la espada”.