Paz para Camila

El jueves pasado los aparatos que mantenían las funciones básicas del cuerpito de Camila se detuvieron, cumpliendo la ley por la que tanto luchó su mamá, Selva. La muerte digna llegó para esta nena que no tuvo oportunidad de asomarse a la vida. Camila está en paz, pero la sociedad no. Se enseña, desde chicos, a temer a la muerte y a definir la vida arbitrariamente. Se busca postergar ese momento inevitable de cualquier forma, aún con el sinsentido de trasplantar órganos a una celebridad cuyo destino estaba firmado de antemano. Se invoca a Dios como una salida fácil ante un tema incómodo.

Las protestas que siguieron a la muerte de Camila hablan de miedo y de ignorancia. De pánico al qué dirán. De no saber de qué trata la ley. De pasar por alto que lo que se busca no es "sacarse un problema de las manos" sino de ofrecer una alternativa digna. Porque esta ley está disponible para todos, pero solo ejercerá los derechos que brinda quien así lo exprese cuando las condiciones, inequívocas, estén dadas. Que no se busca acelerar la muerte, sino respetar su llegada cuando ya no haya nada más que hacer. No hay, como teme tanta señora indignada, una horda de médicos con carta blanca para disponer de la vida de los pacientes. Los llamados ángeles de la muerte son ciertamente asesinos y su accionar está penado por ley.

Esta lucha, la de Selva y la de tantos, aún no terminó. Falta mucho camino por recorrer para acabar con los termores, la hipocresía y los prejuicios. Todavía queda mucho para aprender de Camila, de esa nena vacía de futuro que le abrió a miles de personas la posibilidad de decidir por su propio destino.

Cecilia Morán

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