Los que buscan, los que sobrevivieron

En esos tiempos la gente desaparecía por millares sin razón aparente. Desaparecían embajadores, amantes de capitanes y almirantes, propietarios de empresas codiciadas por los generales. Desaparecían obreros que salían de las fábricas, peones de campo que dejaban los tractores en marcha, muertos que habían sido enterrados el día anterior y que se perdían de sus tumbas. Desaparecían niños del vientre de sus madres y desaparecían madres de la memoria de sus hijos. Algunas personas que llegaban enfermas a medianoche al hospital ya no estaban a la mañana siguiente. Más de una vez mujeres desesperadas salían a la puerta de los supermercados en busca de los hijos que se les perdían en los agujeros negros de las góndolas. Unos pocos aparecieron muchos años después, pero no eran los mismos. Tenían otros nombres, otros padres, y una historia que ya no era la de ellos. Y no sólo desaparecía gente. Ríos, lagos, estaciones de tren, ciudades a medio hacerse se desvanecían en el aire como si jamás hubieran existido. Era infinito el saqueo de lo que ya no estaba y de lo que podría haber sido.
Tomás Eloy Martínez
Fragmento de "El Purgatorio" leído por Julio Argentino Argañaraz

Contexto de terror

“Te hacían sentir la tortura a otra persona para infundir miedo y después te torturaban a vos”, dijo Miguel Ángel Olea, sobreviviente de la última dictadura militar. Y lo consiguieron. El miedo, el terror, se instaló en la población argentina por mucho más tiempo del que duró la dictadura cívico militar. Y de eso también habló Alejandro Sangenis.

Sangenis participó en la gesta de la Comisión Bicameral. Su declaración en el juicio por la Megacausa Jefatura II Arsenales II dio cuenta de cómo se vivieron aquellos años en los que la democracia recién había empezado a restaurarse. Habló sobre el nacimiento de la Comisión en 1984 y dijo que entonces todavía se vivía un clima de terror. Relató que una mujer, que trabajaba en su casa, había recibido amenazas dirigidas a él por su labor en “la Bicameral”. Le habían mandado a decir que, de continuar, iba a aparecer en el baúl de un auto.

Ante tanto temor cada uno reaccionaba como podía, cada uno empezó a medir sus movimientos. Algunos consiguieron sobrevivir y seguir ayudando desde los espacios que encontraban, otros no volvieron más.

El doctor Ibáñez era un abogado que defendía las causas de presos políticos. Por medio de diferentes estrategias y apelando a familiares y conocidos cercanos al gobierno dictatorial, consiguió ingresar a la entonces Brigada y recorrerla en búsqueda de Guillermo Abregú (desaparecido). El recorrido lo hizo acompañado por Domingo Antonio Bussi. De este modo logró subir a la planta alta donde encontró un piletón lleno de cadáveres, allí lo llevaron para que vea si se encontraba el cuerpo de Abregú. Al salir de ese lugar escuchó un grito en una de las oficinas y por impulso abrió la puerta. Al ver al ex vicegobernador Dardo Molina, tirado bajo un escritorio y golpeado trató de ayudarlo. Pero fue el mismo Bussi quien no se lo permitió. “Usted no ha visto nada”, fueron sus palabras, y junto a otro oficial que los acompañaba lo sacaron de allí.

Ese testimonio, que aporta más datos respecto a lo que ocurrió con Dardo Molina, llegó al tribunal por intermedio de Saúl Alberto Ibáñez, quien narró todo lo que su padre le había contado antes de morir. De este modo lo que el miedo y el tiempo trataron de sepultar en el olvido nuevamente se abre paso con la fuerza de una verdad que busca justicia.

Causas armadas

Manuel Antonio Tártalo era un obrero del Ingenio San Juan de donde conocía a Juan Domingo Almaraz  y a José Antonio Gramajo. Los tres fueron detenidos por primera vez entre el año 1974 y 1975, las razones aparentemente estaban vinculadas a su actividad en defensa de sus puestos de trabajo en el ingenio.

Juan Domingo y José Antonio declararon el día viernes 5 de abril. Ambos contaron que fueron víctimas de una causa falsa. Juan permaneció detenido debido a que lo acusaron de extremista. "Me han armado una causa... decían que yo era chofer y llevaba armas...yo no sabía ni escribir, menos manejar", dijo Almaraz que no dudó en señalar como el principal responsable a Roberto Heriberto Albornoz. “Claro que nos torturaban, poco más faltaba que nos violen”,  respondió cuando le preguntaron si entonces, cuando todavía no se había producido el golpe de Estado, era sometido a interrogatorios bajo torturas.

Quien también mencionó al “Tuerto” Albornoz fue María Esther Nieva, testigo por el caso de su marido desaparecido, Silvestre Máximo García. Albornoz le había dicho que haga una denuncia por abandono de hogar, le aseguró que Silvestre, oficial de policía, se había ido con otra mujer. Pero María no le creyó entonces y menos aún le cree hoy. Y es que antes de desaparecer Silvestre le contó que había visto a Luis Conte detenido en Jefatura de Policía. Le aseguró que luego lo habían trasladado al Arsenal Miguel de Azcuénaga. El mismo Luis le había pedido que le avise a su familia donde se encontraba. García no lo dudó y fue hasta la casa de Marta y Rolando Coronel a contarles lo que había visto.

Antes de retirarse, María le dijo al Tribunal “lo que espero y quiero es que él (Albornoz) se digne a decirme dónde están los restos de mi esposo”.

Compartieron celdas

El día jueves declararon dos de los cinco hermanos que fueron bajados del avión junto a su madre Nélida Azucena Sosa. Se trata de Alfredo y Guillermo Forti Sosa. La familia ya estaba embarcada en el avión, habían pasado todos los controles y tenían absolutamente todos los papeles en regla. Se dirigían a Venezuela a encontrarse con Alfredo Forti (padre) y refugiarse en el exilio.

Lo que estos niños pasaron durante los seis días que estuvieron en cautiverio fue contado en primera persona. Escuchar el relato de lo que vivieron en el Centro Clandestino de Detención Pozo de Quilmes significó que todos se los imaginen jugando en esos lugares, en medio de calabozos, dialogando con otros detenidos, y esa imagen, que puede parecer surrealista, fue real. Guillermo recordó cuando encontraron un “artefacto” que con el tiempo llegaron a entender que era una picana eléctrica. Guillermo, tenía ocho años.

“Albornoz, Alaís...fueron los que vieron a mi madre después que yo", dijo Alfredo. “En ese auto fue la última vez que vi a mi madre", dijo Guillermo. Y con todo esta experiencia que puede conducir al profundo deseo de venganza, ambos testigos dejaron claro que solo buscan justicia. Pero ante todo buscan saber qué sucedió con aquella mujer que, como ellos mismos dijeron, era una mujer ejemplar.

“No hemos terminado este proceso, no tenemos la información necesaria para poder saber qué pasó y dónde está”, fueron las palabras de Alfredo Forti. En esta idea se sostuvo cuando dijo que seguirían investigando a estos imputados, a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Porque cree que estos señores, después de torturar, de ver y saber las condiciones de las víctimas del terrorismo de Estado, volvían a sus casas y algo podrían haber contado. No es venganza, es búsqueda. Pero así no lo entendió Luis Benedicto, que pidió la descalificación del Alfredo Forti como testigo porque, según él entiende, fomenta la persecución.

Fue Pedro Cerviño quien vio a Nélida cuando la llevaron a Jefatura de Policía, dijo que era la más golpeada de todos al punto que estaba casi inconsciente. Pedro también vio a Ricardo Salinas y a su esposa Silvana Parrille, a la que llamaba “Patito”. El testimonio de este sobreviviente da cuenta de que en Jefatura además estuvieron Pedro Corroto y Griselda Ponce.

Pedro Cerviño fue detenido junto a su hermano José en el año 1977. Fue sometido a un juicio frente a un “Tribunal de guerra” que, según sus palabras, estuvo “armado”. Firmó bajo tortura una declaración que jamás pudo leer y fue condenado a 14 años de prisión. El abogado defensor que le habían puesto solo pidió que le dieran un atenuante a su condena por su condición de católico, “me bajaron la condena de 15 a 14 años”, dijo Pedro.

José Cerviño era miembro del movimiento católico Focolares y salió con la ayuda del Capellán de la Policía José Padilla. Él también había sido juzgado por aquel tribunal junto a su hermano, pero resultó absuelto, a pesar de que el automóvil en el que se encontraban cuando fueron detenidos y en el que, según dijo la policía, se había encontrado armas de guerra, le pertenecía. Fueron por esas supuestas armas que se condenó a Pedro.

La familia Cerviño fue diezmada durante los años de terror. A Pedro le arrancaron las uñas, lo amenazaban con su familia y más tarde supo que su madre había sido detenida. José vio en la tapa del diario Clarín que una de sus hermanas había sido asesinada. En el año 2007 fueron identificados los restos de María Teresa y hoy, después de más de 30 años, siguen buscando a María Luisa.

“Yo me he quedado con tu risa”

“Ricardo abrazaba fuerte”, fue uno de los recuerdos que hizo presente Julia Salinas Lanciotti, cuando habló de su hermano Ricardo Salinas. Las palabras de Julia estuvieron cargadas de una emoción inexplicable, una emoción que hacía sentir como estos años de dolor, de esperanza, de amor se han ido transformando por la lucha en una búsqueda diferente. Y es que primero se buscaba a Ricardo y a Silvana, y si bien todavía falta encontrarla a ella, hoy, además, se busca verdad y justicia.

Tanto Julia como José Sandoval hablaron de la alegría y el compromiso de aquel ebanista, poeta y soñador que había encontrado en Silvana la compañera perfecta. Cecilia Parrille, hermana de Silvana, también habló de la pareja que tenían un año de casados y miles de proyectos cuando fueron desaparecidos. Cecilia recordó que Ricardo le decía “Patito” a aquella educadora popular, un apodo que solamente conocían los miembros más íntimos de la familia.

Julia no solamente habló de su hermano tan querido, sino también de Alfredo Salinas. Alfredo había sido detenido en 1975 y según contó, la familia nunca barajó la posibilidad de que Alfredo podía haber sido asesinado. Algo que a esta altura, tras haber encontrado un poema escrito por Ricardo, no quedan dudas. No quedan dudas ni que Alfredo murió, ni que Ricardo lo sabía y prefirió no compartirlo con la familia para no matar la esperanza y, de alguna manera, evitar más dolor. También prefirió callar que unas semanas antes de ver por última vez a Julia, él mismo, había sido detenido y liberado.

Hoy Julia sabe que el cuerpo de Alfredo ya había sido identificado por la misma policía en el año 1977. Ricardo fue encontrado en el año 2011 en Arsenal Miguel de Azcuénaga y en el 2012 sus restos fueron identificados. “Me ha quedado la impresión que Ricardo volvió para estar presente en este juicio”, dijo Julia a la audiencia. Y cuando ella leyó el poema que aquel soñador que abrazaba fuerte había escrito, algunos (o todos) “sentimos” que Ricardo estaba allí y que abrazaba.*

Gabriela Cruz

gcruz@colectivolapalta.com.ar

*Si querés leer el poema que leyó Julia hacelo aquí: http://diariodeljuiciotucuman.blogspot.com.ar/2013/04/nuestra-alegria.html?spref=tw