Un juicio y la esperanza de saber qué pasó con Milagros y Benicio

Fotografías de Ignacio López Isasmendi.

Fotografías de Ignacio López Isasmendi.

“A casi cinco años de que Milagros y Benicio desaparezcan, por fin empieza el juicio contra el principal responsable, porque ellos no desaparecieron así nomás sino que hay un culpable que tiene que pagar y decir la verdad, y se llama Roberto Carlos Rejas”, dice Amalia Ojeda, mamá de Milagros Avellaneda

La familia no supo nada más de la joven ni su hijo desde el 28 de octubre de 2016, después de que estos se encontrasen con el imputado. “A esta altura no creo que Milagros siga viva, pero tengo la esperanza de que Benicio sí y queremos saber dónde está. No dejaremos de buscarlo. Quiero creer que no le hizo daño porque es su hijo”, dice la mujer, que se prepara para unos 15 días de audiencias del juicio oral y público.

“Rejas se encuentra imputado por el delito de doble homicidio: uno agravado por el vínculo, en el caso del niño, que era su hijo; y el otro agravado por femicidio, en el caso de Milagros”, explica Silvia Furque, abogada que representa a la querella de la familia Avellaneda. Además, señala que hay tres imputados más por encubrimiento: Estefanía Ávila, Johan López y el guardiacárcel Marcelo Fabián Gómez que se encuentra prófugo.

Cómplices para garantizar la impunidad

Ese 28 de octubre de 2016, Milagros le mandó mensajes a una amiga pidiendo ayuda. “Le decía que Rejas la estaba golpeando”, cuenta Amalia, que leyó esos mensajes. “En un momento le respondió que parecía que se había cansado de golpearla. Y a partir de la medianoche ya no se le entregaban más los whatsapp”, agrega la mujer, y señala que las investigaciones establecieron que en ese mismo horario el celular del imputado se había apagado. 

“La familia Avellaneda intentó realizar la denuncia todo el fin de semana, pero la Policía no quiso tomársela. Recién el 31 a la medianoche lograron hacerla y el 1 de noviembre empieza otra serie de inconvenientes que retrasó todo más todavía”, cuenta Furque, y explica que los jueces no se ponían de acuerdo acerca de cuál de ellos era competente porque no definían si tener en cuenta el día de desaparición o el que se radicó la denuncia. “Pasaron cinco días más hasta que salió la orden de allanamiento y la detención de Rejas. Hasta entonces él tuvo tiempo de googlear sobre descomposición rápida de cadáveres, lavar el auto con clarificantes, averiguar si quedaban rastros de adn con ese tipo de limpieza, consultar las cámaras del centro de monitoreo y armar coartadas con amigos”, detalla la abogada.

Tanto la familia Avellaneda como la abogada que los representa hablan de una red de complicidades que empieza con la propia familia Rejas. Señalan que el imputado pertenece a una familia de integrantes de las fuerzas de seguridad. Él mismo es guardiacárcel y dos de sus hermanas, al igual que su padre, son policías federales. Este último, además, ejerce como profesor de Criminología y de Pericias en un reconocido Instituto de Enseñanza Superior de la provincia. “No tenemos dudas de que han actuado conjuntamente para ayudarlo y encubrir el crimen porque, casualmente, se han borrado todas las comunicaciones telefónicas de estas personas en el mismo período. Quieren hacernos creer que durante esos días la familia no se ha comunicado entre sí”, advierte, a la vez que aclara que no están imputados por encubrimiento porque la relación familiar que los une no lo permite.  

La red de complicidades y encubrimiento a la que Furque se refiere se extiende también a la fuerza policial. “Los contactos que el padre y las hermanas tienen les permitieron estar siempre advertidos de las denuncias, de las órdenes de allanamiento y, por si eso fuera poco, cuando Rejas estuvo detenido, quien lo estaba custodiando era un tío”, señala. 

“Que me diga la verdad”

“Llego a este juicio con mucha fuerza, con mucha fe y con mucha esperanza de que se sepa la verdad. Necesitamos saber qué pasó con Milagros y con Benicio. Necesito que me diga la verdad y me explique por qué el 3 de noviembre buscó (en Google) ‘descomposición de cadáver rápido’, por qué lavó su auto con ácido, líquido clarificante y vapor para borrar toda muestra de ADN. Porque no se pudo identificar eso, pero sí hay rastros de sangre en los cabezales, en las alfombras, en el baúl, y él dice que era un chancho que había traído. Eso es pura mentira, ni un niño se lo cree”, dice Amalia, con voz pausada pero firme.  

La mujer también dice que vive en la oscuridad desde aquel 28 de octubre. Que lo único que la sostiene y le da fuerzas para seguir es Alvarito, el hijo mayor de Milagros. Que el papá de Milagros duerme cada noche con una foto de su hija y su nieto. Que aún conservan los juguetes del pequeño Benicio. “Aquí hay un niño que espera a su madre, que espera a su hermano, que tiene 11 años. Él es el motor de nuestras vidas para arrancar todos los días”. 

El juicio que comienza mañana y se espera que se extienda por (al menos) quince días estará a cargo de la Sala II de la Cámara Penal Conclusional, integrada por las juezas Alicia Freidenberg y Stella Maris Arce, y el juez Eduardo Romero Lascano. “Fueron muchos años de impunidad y es hora que un tribunal imparta justicia, porque cuando la madre de Milagros la fue a buscar por primera vez, el padre del imputado la amenazó y le dijo: ‘no sabe con quién se está metiendo, yo soy policía, ya van a ver cómo les va a ir’. Esperamos que el tribunal juzgue y condene también con perspectiva de género”, cierra la abogada querellante.