Yonathan Caro quería ser policía hasta que un policía lo mató

Por Fernando Altamirano, Daniela García y Franco Romero, en el marco de la optativa de Comunicación y Derechos Humanos de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT).

Foto de mariela de haro | la palta

“Yonathan era un joven responsable y tranquilo. Tenía bien en claro lo que quería de su vida. Soñaba con formar una familia y ser policía algún día. Qué ironía ¿no? la misma policía que le terminó quitando la vida”, dice Vanesa Caro, hermana de Jonathan Caro, el joven de 26 años asesinado en diciembre de 2021. Como querellante en la causa, Vanesa trabaja para visibilizar la muerte de su hermano, el caso de gatillo fácil que conmovió a todo Leales.

Yonathan trabajaba en una agro-aceitunera en La Rioja hacía poco más de un año. Paralelamente cursaba el último año de la escuela secundaria. Estaba de novio con Estefanía. Murió el 4 de diciembre de 2021 frente a ella.

Esa mañana, en Romera Pozo -departamento de Leales-, un policía que aún estaba en servicio, recibió el llamado de su hija de 15 años y corrió a su casa. La adolecente le contó que había sido abusada por dos hombres en una fiesta a la que había ido con unos amigos. El hombre no dudó en salir a buscar a los responsables. Llamó a su amigo de la infancia, Rodrigo Cáceres y en el vehículo de este fue a las direcciones que su hija le había detallado. 

Primero fueron a la casa de Adriana Aragón, una de las jóvenes que también estuvo presente en la fiesta. Adriana no sabía nada y sus respuestas dejaron disconforme al padre de la adolescente, que terminó disparándole en la oreja derecha.

El policía (cuyo nombre se preserva para proteger la identidad de su hija víctima de violación) y Cáceres siguieron camino hasta detenerse en un almacén de la familia Caro, donde estaban Yonathan y Estefanía. Cruzaron algunas palabras y el oficial sacó su arma reglamentaria. Un disparo. Una bala, que traspasó el brazo y el pecho de Yonatan, le produjo la muerte inmediata. “Yo no maté a un inocente, maté a un violador y ladrón”, justificó el policía.

Las pruebas 

En el interior de una carpeta A4, Vanessa tiene recopiladas y organizadas las impresiones de las capturas de mensajes entre familiares y amigos del suboficial de la policía tucumana imputado por el homicidio de Caro.  Tiene impresa la dedicatoria que posteó en Facebook una profesora de la secundaria de Jonathan, lamentando su pérdida. Y hasta un informe redactado por los encargados de la empresa en la que el joven trabajaba, donde hablan de su buena y respetable conducta. 

“Ahora las cosas están mucho más claras. No hay nada que involucre a mi hermano en una violación o en otros crímenes con los que trataron de perjudicarlo y justificar su asesinato”, suelta Vanesa. Estas son las pruebas con las que Vanesa pone la frente en alto, no solo para hallar justicia, sino para limpiar el nombre de su hermano asesinado por la policía.

El efectivo policial y Cáceres están acusados por los delitos de homicidio agravado por uso de arma de fuego en grado de tentativa, en el caso de Aragón, y homicidio agravado por uso de arma de fuego, en el caso de Yonathan. Para el primero, en calidad de autor; y para Cáceres, como partícipe necesario.

foto de mariela de haro | la palta

Un caso de gatillo fácil

Vanesa Caro camina acompañada de Isabel de la Cruz. Isabel es una reconocida militante contra la violencia institucional que convirtió en lucha el dolor que le dejaron cuando le arrebataron la vida de su cuñado, Ismael Lucena, a quien había criado como un hijo. “Es la vida. Me duele, pero luego me pongo a pensar y digo: quizás la muerte del negro fue una muerte necesaria, porque posterior a eso, conocí a otros familiares y pude alentarlos a seguir buscando justicia. Me emancipé a nivel personal, me separé de un tipo violento. La lucha me cambió la vida”, dice Isabel.

Su pelea se hizo colectiva y dió impulso a decenas de familias que desconocían cómo dar inicio a estas luchas. "El fallecido ya no tiene derechos y lo que nos toca es hacernos cargo de luchar por justicia como familiares de la víctima", afirma Vanesa. 

Ambas mujeres creen que la lucha es desde abajo. Piensan que el gatillo fácil debe ser estudiado y abordado teniendo en cuenta que los policías son agentes de la justicia, son los que llevan gran parte de la investigación. 

Vanessa sabe que por el resto de su vida le faltará Jonathan. “Juré hacerle ver al mundo quién realmente era mi hermano, limpiar su nombre y seguir apoyando a otras causas, porque esto seguirá pasando.”

“Hay una deuda enorme por parte de la democracia en torno a los casos de gatillo fácil. Existe irresponsabilidad por parte del Estado. Los muertos de gatillo fácil son muertos del Estado y son una violación clara de los derechos humanos y es algo inaceptable”, dice Julia Albarracín, la bogada querellante que acompañó a Isabel en la causa de Ismael y consiguió que los policías responsables sean condenados y tengan, al día de hoy, sentencia firme. 

“Los familiares de las víctimas, tanto de gatillo fácil como de violencia institucional, no solo conviven con el duelo de perder a un ser querido de manera trágica, sino también con la falta de accionar de la justicia”, dice la letrada, que no duda en señalar que se trata de la negligencia e inoperancia de un sistema lleno de ineficacia y corrupción. 

La lucha sigue siendo en las calles, semana a semana exigiendo que las causas no se archiven, no prescriban, que no hayan sobreseídos, que se respete a sus seres fallecidos, pero sobre todo que no haya más un Ismael Lucena o Jonathan Caro.