Juicio Luis Espinoza: la casa triste
/“Yo soy la mamá de Luis Espinoza y estamos aquí conmocionados porque el juicio es el lunes y lo que nosotros queremos es que la justicia haga lo que tiene que hacer”, decía Gladys Herrera, mamá de Luis, unos días antes que empiecen las audiencias. Esta vez la fecha de inicio del juicio por el homicidio y desaparición del peón rural en El Melcho -localidad de Monteagudo, al sur de Tucumán- tenía fecha fija: el 24 de octubre de 2022.
Entonces, a días de que empiece el tan esperado juicio, la familia de Luis abría las puertas de su casa para dar esta nota. No quiere -ni entonces, ni ahora- que el crimen contra su hijo se olvide. Ni que se cambien las versiones y la verdad quede escondida. No quiere que los imputados logren evadir sus responsabilidades en el homicidio del hombre de 37 años. Porque a los Espinoza les costó mucho saber qué pasó con Luis. Porque pusieron en pie un pueblo que le exigía a la Policía que responda por el hombre que ellos mismos se habían llevado.
“Que (la Justicia) los condene a todos los delincuentes que mataron a mi hijo. Que actúe como tiene que actuar, por estos chicos que han quedado huérfanos y que necesitaban el apoyo de su padre. Que todos cumplan la condena como corresponde”, decía en aquel momento Gladys sentada en su casa, la misma que compartía con Luis. Es que su hijo vivía con ella. La ayudaba en el día a día. “Nos cuidaba a nosotros. Era la persona que me esperaba con la comida hecha cuando yo me iba a hacer la diálisis”, contaba la mujer mirando el piso tierra. Intentando contener las lágrimas.
Finalmente el juicio empezó. En el banquillo de los acusados se sentaron los 11 imputados. Nueve de ellos son policías: el comisario Rubén Montenegro, Gerardo González Rojas, Carlos Romano, René Ardiles, José Morales -sindicado como quien ejecuta el disparo mortal-, la cabo primero Miriam González, el cabo Claudio Zelaya, el cabo primero José María Paz, el sargento Víctor Salinas y los civiles Héctor Villavicencio y Álvaro González.
El día de los hechos - los recuerdos, los testimonios y las pericias
“Cuando desapareció mi hijo ellos (los policías imputados y el Comisario) han pasado por la par mía con el cuerpo escondido para desaparecer el cuerpo. El comisario me dijo, quédese tranquila que a su hijo ya lo he soltado. Pasaron en dos autos y en uno de ellos llevaban el cuerpo de mi hijo pero yo no sabía que le habían quitado la vida”, dijo Gladys con la voz cortada recordando el 15 de marzo de 2020.
Lo que contó Gladys en su casa mientras daba esta entrevista, no solo lo repitió en la sala de audiencias sino que fue repetido, detalles más o detalles menos, por los otros testigos que la acompañaban esa siesta cuando Gladys volvía de Monteagudo. La mujer regresaba de haberse realizado una diálisis en el vehículo de uno de sus yernos, acompañada por una de sus nueras.
El tiempo pasaba y solo sabían del estado de Juan, el hermano de Luis que había sido detenido, golpeado y esposado por la policía. Intentaron averiguar el paradero del peón rural. Intentaron hacer la denuncia por su desaparición. Intentaron que les den respuestas de lo que había ocurrido. Pero les decían que quizás se había ido a alguna otra parte, que tal vez estaba con otra mujer. “Eso no era posible. Nunca se quedaba en ningún lado sin avisar”, decía Gladys.
Al día siguiente fueron a la comisaría de Monteagudo y ante la negativa en tomarles la denuncia, la familia de Luis decide buscar apoyo en el pueblo, cortar la ruta, protestar en la puerta de la comisaría. “Cortando la ruta, se han enterado los medios y recién ahí empezaron la búsqueda”, contó la mamá de Espinoza.
En las últimas audiencias del juicio por el homicidio y desaparición de Luis, el superior del comisario Montenegro, Sergio Bazán, contó que recién al día siguiente supo que había una familia intentando hacer una denuncia. Fue entonces cuando le ordenó a Montenegro que reciba la denuncia. “El no dijo nunca nada de la detención de Juan. Dijo que estaba todo bien. Que no había novedades. Pero cuando llegamos a Melcho, encontramos mucha gente que comentaba que la policía había hecho disparos, que habían detenido a alguien, que habían estado buscando al hombre que estaba desaparecido y que habían encontrado unas vainas. La gente estaba ofuscada y preocupada porque había habido una mala acción de la policía”, declaró Bazán.
La casa triste y la vida difícil
Gladys y su esposo abrieron las puertas de su casa. Una mesa sencilla estaba servida para compartir. La misma mesa en la que se sentaba aquel hombre corpulento que se había convertido en el pilar de la familia. “Después que todo pasó, para nosotros la vida siguió mal. Empezó a ser una vida triste. Una vida difícil”, dice mientras enjuga sus ojos la mujer que cada tanto llama la atención de sus nietos.
“Para nosotros este juicio significa que si los condenan podemos vivir tranquilos. Quizás ahora no estamos bien porque no sabemos qué nos puede pasar. También significa conmoción y yenemos miedo porque no sabemos qué nos pueda pasar”, dice Gadys. También dice que a los jueces le piden que la condena sea de prisión perpetua.
Sobre el final de esta entrevista, la familia Espinoza se para frente a la casa. Se deja tomar unas fotos. “Aquí viven mis seis nietos y mi hija incapacitada. Allá viven mis hijos, unos viven para (el lado de) Los Romanos, otros para los Mendoza”, dice y señala para un lado y para el otro. Gladys asegura que sus hijos no estaban participando de ninguna carrera cuadrera. Que habían ido a Monteagudo a cobrar un dinero y que lo llevaban a la casa de Micaela, la hija de Juan para ayudarla con sus gastos. Y una se pregunta, aún habiendo participado en una carrera ilegal, eso, ¿justifica el homicidio?¿Justifica la desaparición del cuerpo de un hombre?¿Justifica haberlo envuelto en un plástico y arrojarlo cruzando el límite con la provincia de Catamarca?
Este martes será el momento de reconstruir el relato de los testigos en el lugar de los hechos. El año que viene seguirá el juicio y, posiblemente en febrero, se conozca la sentencia dictada por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal.