Ser padres hoy: de escenarios nuevos y desafíos sociales y legales

 Imagen de Nutdanai Apikhomboonwaroot | FreeDigitalPhotos.net

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Parentalidad. Esa palabra no se encuentra incorporada en la última edición del diccionario de la Real Academia Española. Sin embargo, esa palabra representa la relación entre un niño y aquellas personas que de él se hacen cargo ya sea en el rol de madre o de padre. Roles que, como todos, son construcciones sociales y culturales que se dirimen entre los comportamientos ejercidos y esperados. Construcciones sociales que van cambiando, reestructurándose, reconstruyéndose conforme cambian las relaciones sociales. Y las relaciones sociales se modifican a un ritmo que las leyes no pueden acompañar. Ahí el desafío del aparato legal que debe proteger los derechos de todas las personas teniendo en cuenta las complejidades que entrañan y las consecuencias en la vida misma. “No es indiferente la intervención de las leyes que establece el Estado, porque eso después tiene efecto sobre las vidas”, dice Silvia Elena Tendlarz, una importante especialista del psicoanálisis reconocida a nivel mundial.

Con una capacidad pedagógica y una claridad indiscutible, más allá de los títulos y cargos que ostenta (es doctora en Psicología por la Universidad del Salvador, doctora en Psicoanálisis por la Universidad de París VIII, miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana y miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis), Tendlarz empieza contando cómo fue construyéndose y reconstruyéndose la parentalidad a través de la historia. Primero explica que la maternidad siempre existió desde su característica de ‘certísima’ pero la paternidad se calificaba como ‘incertus’ debido a la imposibilidad de comprobar el lazo biológico. “Existía el sistema de alianza”, empieza a explicar. “Durante mucho tiempo la paternidad se probaba mediante el matrimonio, o sea que si estaba casado era padre”, agrega la especialista.

Con el avance de la ciencia y la aparición de los exámenes de ADN, la certeza de quién es padre y quién no (en el sentido biológico de la palabra) queda al alcance de todos. De este modo, el sistema de alianzas deja de ser el garante de la paternidad. “Con el ADN uno podría decir que es un progreso porque se puede decir que nadie está obligado a ser padre de alguien que no es su hijo, pero al mismo tiempo implica un retroceso”, sostiene Tendlarz. ¿Y en qué punto sería un retroceso? “En el punto donde se trata de determinar, por la biología, quién es el padre”, señala dejando claro que la paternidad es una relación que excede ese terreno. “Entonces si a algunos hombres se les permite no estar obligados a ser padres si no es su hijo, a otros hombres se les pone en cuestión una paternidad de hecho”, profundiza. “Porque perfectamente un hombre puede no ser un padre biológico y serlo efectivamente por criar a un niño como tal”, aclara la doctora en Psicoanálisis.

Ante este avance de la ciencia las situaciones empiezan a complejizarse cada vez más ya que, como explica Silvia Tendlarz, no solamente un hombre puede decir ‘no es mi hijo’, sino también una mujer, pasado un tiempo, puede decidir retirar la paternidad a un hombre por medio de un examen de ADN. “Eso indica juicios y eso nuevamente llama a la intervención del Estado”, reflexiona argumentando por qué considera que no es indiferente la intervención de las leyes. “Porque si el Estado da un régimen de visita, si se les permite ver al niño o  si se los quita, incide sobre las vidas de los hombre que quieren o que no quieren ser padres”, afirma mientras admite que todavía no se está considerando un elemento que complejiza más esta problemática: el derecho del niño a su identidad. “Para algunos sujetos que quieren ser padres les quitan las posibilidades de serlo; para otros sujetos, que no quieren ser padres, los encierran en una maternidad/paternidad que no desea”, concluye.

La ciencia y el planteo de escenarios cada vez más complejos

En un país donde el alquiler de vientre es legal, una pareja homosexual decide tener un hijo a través de este sistema. El embarazo avanza con total normalidad y cuando llega el momento de que los padres del niño lo reciban, el Estado toma conocimiento de que no es una pareja heterosexual. Ese Estado, que legalizó el alquiler de vientre solo para parejas constituidas por un hombre y una mujer, rechaza la paternidad. Como consecuencia quedan dos hombres que deseaban ser padres, la mujer que no quería bajo ningún aspecto ser madre y que había alquilado su vientre, y un niño recluido en un orfanato. Esta situación no es imaginada, ocurrió en Ucrania y el niño, que ya tiene 5 años y que sería esperado por una familia, vivió toda su vida en una institución estatal. “Ahí nos encontramos con esta doble situación: los padres que quieren y no pueden y una madre biológica que no desea ser madre”, comenta la mujer que categóricamente aclara que no toda mujer quiere ser madre y no toda mujer es madre por tener un hijo. “Esto tiene que ver con cómo se dirime la maternidad”, adelanta.

La paternidad se prueba, entonces, por el ADN. Así, como se dijo antes, prevalece la verdad biológica y, como si estos puntos conflictivos fueran pocos, la reproducción pone de bruces frente a otros problemas de difícil resolución. “Con la reproducción asistida el padre se ha vuelto certísimo (es el que pasa el examen de ADN)”, aclara la especialista. Pero, ¿y la madre? Madre puede ser considerada la donante de óvulos, aunque también podría considerarse que la madre es la mujer que pasa por el parto, “¿Y la mujer que buscó a ese niño? ¿La madre social que lo busca?”, pregunta Silvia. “Entonces se han triplicado las posibilidades de madres. ¿Quién es entonces madre? Desde las leyes es desde donde se determina quién de las tres mujeres es la madre del niño”, responde ella misma. “Entonces, con la reproducción asistida aparecen una multiplicidad de grietas”, plantea la especialista.

La donación de esperma es otro avance de la ciencia que ha permitido a cientos de parejas constituir una familia con un hijo. Pero esta situación tan privada nuevamente pone a las leyes a pensar cómo proteger derechos. “La mayoría de los Estados dicen que tienen que ser bajo anonimato”, asegura en referencia al donante. “Porque el anonimato implica una renuncia, a pesar de la verdad biológica, a la paternidad”. Y allí, donde parece zanjado este aspecto, aparece, nuevamente, el derecho de los niños, niñas y adolescentes a conocer su origen e identidad. “Entonces choca con el derecho de un niño pero a la vez es el derecho del que quiere tener un hijo. Entonces las leyes que tratan de proteger ciertos derechos de unos chocan con los derechos de otros”.

Otro aspecto que debe tener en cuenta la donación de esperma es el del consentimiento. En un matrimonio para que haya una donación de esperma, no así en el caso de la donación de óvulo porque madre es la que pasa por el parto, el hombre tiene que firmar un consentimiento”, comenta y ejemplifica con un caso en el que un hombre reclamó una ‘infidelidad reproductiva’. “Porque si una mujer pide un donante de esperma, en principio ese hombre, o sea el marido es el padre, porque según el sistema de alianza el que está casado es padre”, explica. “Pero el hombre, retomando esto de la verdad biológica, puede rechazar esa paternidad una vez que nació el niño. Ante estos casos se hace necesario dar antes el consentimiento para que su pareja se realice la inseminación”. No obstante esto, la maternidad sigue apareciendo como un aspecto sin resolver. “En la mayoría de los países, madre es la que pasa por el parto. O sea que no importa si hay una donación de óvulos, no importa de quién sea, pero si pasa por el parto es madre”, señala.

El alquiler de vientre es una forma legal en algunos países. Entonces, ¿qué otros inconvenientes pueden surgir por medio de este sistema que la ciencia ofrece? Una mujer decide ser inseminada artificialmente sin nigua intención de ser madre. Su rol es colaborar, pago de por medio, para que una pareja pueda tener un hijo. Transcurren los nueve meses y el parto y, finalmente, decide quedarse con el bebé. “¿Quién es la madre?”, pregunta Silvia y las respuestas parecen fáciles, pero las implicancias entre esta red de vidas y el sistema legal, más que respuestas claras, dan un panorama complejo. En el ejemplo que da Silvia la resolución la tomó una Corte que dictaminó en base a la maternidad como consecuencia del parto. “¿Está bien? ¿Está mal? ¿Desde dónde, desde qué ley podemos decir qué pasa con una mujer cuando pasa por un embarazo y se encuentra con un hijo del que se siente madre?”, se pregunta y no hay respuestas certeras. “Es un tema complejo porque la ley no puede absorber las vidas en juego, no puede anticipar lo que a un sujeto le puede producir la llegada de un hijo, el nacimiento de un bebé”, sostiene.

Nuevas leyes, nuevas relaciones, nuevos escenarios

Por un lado la imposibilidad reproductiva de una pareja heterosexual ha planteado un escenario complejo y lleno de entrecruzamientos que desde lo legal se debe reconocer y regular en pos de garantizar los derechos de todas las partes involucradas. Por el otro las leyes de matrimonio que garantizan derechos a las familias compuestas por parejas del mismo sexo han influido en la generación de otro panorama en el que desde lo legal queda mucho por hacer. Pero las complejas relaciones sociales y la reestructuración de roles no terminan allí. Están también los casos de los hombres solos que desean ser padres. “Porque no necesariamente un hombre gay puede querer pasar por una maternidad subrogada para tener un hijo, también puede ser un hombre heterosexual que quiere ser padre y que está solo”, aclara la especialista. Lo que sucede, explica Tendlarz, es que hay cada vez una mayor separación entre la alianza y la reproducción. “Antes la alianza determinaba la reproducción”, dice señalando que era el matrimonio el que daba marco a la procreación. No se hablaba de una madre ‘sola’ sino de las ‘madres solteras’. “Eso es un anacronismo porque en la actualidad la mayoría de las mujeres no se casan, o sea que son ‘madres solteras’”, reflexiona y deja claro que existen cada vez más madres solteras de las cuales algunas son solas y otras no.

“Este tema de la madre sola o el padre solo expresa también algo que corresponde al espíritu de la época”, sostiene Silvia Tendlarz y describe esta época como una en la que hombres y mujeres viven sus relaciones de maneras que antes no eran convencionales.  “Esto existe, no está legalizado pero existe en la actualidad. Son las nuevas tipos de situaciones frente a la parentalidad que existen en el siglo XXI donde queda disociada la alianza de la reproducción”, señala.

Así es como lo que primero se pensó que era solamente para las situaciones de infertilidad, después tuvo que empezar a pensarse para las parejas homosexuales donde se presenta una imposibilidad biológica. Hoy es necesario contemplar otras realidades que son, como dice Silvia Tendlarz, “parte del espíritu de la época, donde las relaciones son cada vez más complejas, pero no se elimina el deseo de ser padre o de ser madre”.

El Estado se encuentra, por medio de su sistema legislativo, ante la necesidad de contemplar estas nuevas formas de parentalidad. Nuevas formas que no puede desconocer y en las que muchas veces no serán dos los padres, sino tres. Y es que ‘familia’ no es un concepto estático. “Antes familia eran todos los que vivían bajo el mismo techo. Después en el siglo XIX, XX se jerarquizó la alianza y el matrimonio. Y en el siglo XXI lo que va a jerarquizarse es el vientre materno, el vientre materno porque madre es la que pasa por el parto”, repasa Silvia.

Sin embargo la especialista considera que en un futuro no muy lejano, si no es que ya está sucediendo, será el niño el que va a permitir la discriminación de quién es padre y de quién es madre. No todo hombre que pase una prueba de ADN se convierte por ello en padre. No toda mujer que atraviese por un parto, se convierte en madre. ¿Qué lo determina? Aun cuando en la legislación argentina una mujer que haya parido sea reconocida como madre. Incluso si abandona a ese hijo se la considera como una ‘madre que lo abandonó’, Silvia Tendlarz asegura que “no alcanza con ser padre o madre ante la ley si ese hombre o esa mujer no se vuelve responsable de ese niño”.

El término parentalidad no tiene una entrada en el diccionario de la Real Academia Española. Pero representa una realidad, una realidad compleja que escapa a lo biológico, a lo genético e incluso a lo legal. “Me parece que el tema de la maternidad y de la paternidad en la medida que no puede ser un tema puramente biológico ni genético, tampoco es un tema legal. Ni las leyes, ni los cuerpos, ni la biología determina cómo los sujetos pueden encontrarse siendo padres o madres”, afirma. Y en esa afirmación deja claro por qué Silvia Tendlarz cree que el organizador central en el siglo XXI es el propio hijo y los lugares que efectivamente tomen un hombre o una mujer en la relación con ellos.