“Subirme a un escenario no era fácil: temía que alguien gritara algo desde el público”

Fotografía cortesía de luCiana collado

Fotografía cortesía de luCiana collado

La cantante Cecilia Paliza reflexiona cómo a veces se culpa a la sociedad por miedos propios. Y cuenta su final feliz: pasó de esconderse en la familia y ante los periodistas a abrazar el verdadero amor.

Es cierto: la sociedad es cruel y necesitamos de muchos orgullosos que nos defiendan, que nos den valor y que ganen las batallas que parecen perdidas para las minorías. Las revoluciones son necesarias y, aunque nunca formé parte de una de manera activa, soy agradecida de los valientes que las llevan adelante, conquistando los derechos que nos corresponden.

Pero tengo que admitir que a veces somos más crueles con nosotros mismos que los de afuera, y les tiramos la responsabilidad de tener que vernos como queremos. A veces les llamamos “la sociedad” a los más cercanos, como los padres, que en mi caso han sido la razón de haberme escondido durante 30 años. Solo por decisión propia.

Subirse a un escenario y estar expuesta no fue fácil con mi sexualidad. Casi todos lo sabían y el miedo a que alguien lo gritara desde el público persistía cada vez que subía la escalera y las luces me apuntaban.

Mi historia tiene final feliz. El verdadero amor me regaló la libertad que buscaba y mis padres recibieron siempre a quien hoy es mi esposa como lo que es: una más de la familia.

Pregunto: ¿deberíamos considerarnos nosotros mismos como esa “sociedad” que tenemos que enfrentar para luego poder enseñarle al resto lo bien que se siente estar seguros de lo que queremos y demostrar que somos iguales?

Durante 30 años, en cada nota de prensa relacionada a mi carrera rogaba que ningún periodista me preguntara sobre mi vida personal. Durante 30 años me respetaron, pero yo fui quien no lo hice conmigo misma.

Hoy La Palta me invita a descubrirme en esta experiencia por primera vez, con autenticidad y libertad. Por primera vez digo que soy feliz de disfrutar de la sexualidad que elegí vivir, y que estoy orgullosa de escribir esta columna.