En el nombre de Luciana

Fotografía: Agostina Rossini.

Fotografía: Agostina Rossini.

“¡Ay! La Luly siempre abusaba de los filtros de facebook” dijo alguien y los demás se empezaron a reír. No fue un chiste, ni una crítica maliciosa. Era una pequeña ronda de personas sentadas en el pasto de la plaza San Martín el domingo pasado: el sol de la tarde daba el marco ideal para una mateada acompañada de bollos, galletas y algunas masas. “Es que era muy coqueta, todo el tiempo muy pintada, muy arreglada, no dejo de pensar si alguien la habrá pintado y la habrá vestido como ella quería o qué le habrán puesto”.

Luciana Rodríguez, la Luly, se fue hace pocos días. A los 53 años se la llevó una enfermedad terminal pero sus amigas no pudieron despedirse. Desde que murió hasta que la enterraron sólo pasaron dos horas y sus compañeras no pudieron asistir al velorio. Era peluquera, cosmetóloga y soñó con ser profesora y cirujana. También era una mujer trans, aunque su identidad no se reflejara en la sala velatoria ni en la placa que indica el lugar donde está enterrada, donde solo se puede leer un nombre que no era el suyo, porque ella siempre supo que no podía llevar un nombre de varón. Por eso sus amigas, sus compañeras y docentes del CETRANS (Centro Educativo Trans de puertas abiertas) se juntaron a matear para homenajearla y llorarla, para abrazarse y reír; para recordarla. 

Claudia Díaz fue parte de la fundación del CETRANS y vio a Luly atravesar su formación allí, la vio llegar con sus dudas e incertidumbres, la vio tomar confianza y la vio soñar, conoció su solidaridad y estuvo allí cuando Luly portó la bandera de orgullo en nombre del centro en el día de la diversidad. “Tenía una enorme capacidad de soñar, como la mayoría de las compañeras trans. Ellas son luchadoras desde que se autoperciben, sólo hay que darles la oportunidad que puedan hacerlo. Es muy doloroso ver que no se la respete en la hora de su partida, una mujer de 53 años que se autopercibía así desde muy chica hoy no tiene un lugar que tenga el nombre por el que luchó siempre.”

Para Claudina Rukone, activista de LOTO (Asociación Libertad y Orgullo Trans Organizadx), la reunión del domingo da cuenta de la anormalidad normalizada por la que transitan su vida las personas trans, hasta los rituales más naturalizados para cualquier individuo implican para ellas un escollo que pocas veces se sabe cómo van a resultar: “Que no hayamos podido despedirnos como cualquier persona suele hacer con sus familiares, amistades o seres queridos cuando está en una situación de enfermedad fue muy duro. Encontrarnos el domingo en la plaza para recordarla con las mejores cosas que ella nos dejó, porque era una persona hermosa, sensible y muy agradable, sirvió mucho para hacer ese duelo que lo teníamos ahogado en la garganta porque no pudimos llorarla y despedirnos”.  

El encuentro, como suele ocurrir en estos casos, no solo implicó una despedida que inevitablemente arrancó algunas lágrimas, sino que también sirvió, de alguna manera, para celebrar la vida que tuvo Luciana, una vida trans que, como siempre, o como casi siempre, deja tareas pendientes para quienes quedan. “Su vida nos obliga a seguir luchando codo a codo por los derechos del colectivo trans, ellas son las más vulneradas dentro del colectivo LGTBIQ+, su vida depende mayoritariamente de la calle, su expectativa de vida corta (35 años) hace que muchas de ellas no se cuiden porque no tienen proyectos, saben que se van a morir. Pero cuando descubren que pueden tener proyectos les entran las ganas de seguir estudiando, de soñar y de concretar sus sueños”, recalcaba Claudia. 

Por su parte, Claudina encontró en la vida de Luly una referencia, un camino, un elemento de reflexión. “Para mi Luly representaba una persona que la peleó con todo, como pudo, y que como todas deseaba una vida mejor de la que pudo llevar, tenía sueños, ganas de progresar, y eso es importante porque la gente suele pensar que las trans no tenemos sueños. Luly representaba una de las principales causas por la que yo milito, pensar en las sobrevivientes, en que va a ser de su vida cuando dejen de recibir la mínima ayuda de sus madres cuando son ancianas o de parte de alguna persona que les ayuda con comida o casa”.

La despedida de Luciana reaviva las luchas por conquistar las principales deudas que tiene el Estado para con la comunidad trans, pero también las problemáticas que se dan en el seno de las familias ante el desarrollo de una personalidad trans en alguno de sus miembros. En cuanto a lo primero, Claudina destacaba: “todos los días tenemos que lamentar una compañera menos, tener que estar mendigando planes sociales para las compañeras que no tienen una posibilidad de acceder a un trabajo digno y de que ni siquiera podemos llegar a la categoría de pobres porque estamos muy por debajo de eso”. Esto deja claro, la necesidad de tener en la provincia una ley de cupo laboral trans, ya que la discriminación hacia el colectivo las empuja casi como única salida laboral hacia la prostitución. En 2017 un proyecto de ley de este tenor fue “cajoneada” por la legislatura provincial a expensas del Legislador radical Raúl Albarracín, quien la consideró discriminatoria para el resto de los trabajadores, y con la complicidad del bloque justicialista que aprobó la solicitud de devolverla a la comisión de asuntos constitucionales.

Sobre lo segundo, acerca de las personalidades trans en el ámbito privado, la cuestión gira alrededor de las relaciones intrafamiliares cuando un miembro de la familia se autopercibe trans. Al respecto, Claudia Diaz propone un abordaje desde la empatía y la contención: “Hay que empezar a respetar, entender y aceptar y sobre todo apostar a la felicidad de cada miembro de la familia, y si esa felicidad está en su identidad de género es a eso a lo que hay que apostar, porque esa lucha la va a llevar adelante toda su vida afuera, en la calle, apostemos a que no la tenga dentro de la familia, que la familia sea un lugar de remanso que permita que reconforte para salir a la calle donde tarde o temprano van a tener malos tragos. Les decimos a las familias que acompañen del principio al final, lo que ese miembro de la familia  siente porque eso hace a su felicidad, con el respaldo de la familia ellas cambian el mundo, sin ese amor que las contiene ellas se sienten perdidas. Cada miembro de la familia vale por el amor que brinda a ella y las chicas trans brindan mucha contención a sus familias, eso tiene que ser recíproco”. Aunque parezca obvio el llamado a la contención, en la mayoría de los casos las mujeres trans se encuentran con el rechazo de sus seres más cercanos, a veces pierden su vivienda debido al camino que han escogido, por lo que se torna imprescindible generar mecanismos de concientización acerca de la normalidad de estos procesos para eliminar la discriminación por elección de género de los individuos, para que cada persona pueda elegir cómo vivir y cómo ser recordado cuando el ciclo biológico termina.