La agricultura familiar como modo de vida

Fotografía de Norma Ayala

La Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado el 2014 como Año Internacional de la Agricultura Familiar. El objetivo es aumentar la visibilidad de la agricultura familiar y a pequeña escala al centrar la atención mundial sobre su importante papel en la lucha por la erradicación del hambre y la pobreza. Muchas son las familias que, en el campo, viven de los frutos que les da la tierra. Pero esta es una opción que, sobre todo en los últimos tiempos, se da también en contextos urbanos o semiurbanos en la medida en que es posible.

Mejorar el medio de vida, tener seguridad alimentaria y mejor nutrición, son los ejes que atraviesan al programa Pro Huerta, una política pública implementada por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) que funciona desde 1990. A partir de este programa muchas son las familias que pueden acceder a semillas de estación y hacer su propia huerta. Espacios grandes, chicos, cajones de madera, botellas plásticas cortadas. Todas son opciones viables a la hora de hacer la huerta familiar.

“Yo soy jubilado, el sueldo no me alcanza y tengo que trabajar, así que pongo verdura en la casa y vendo”, comentó José Luis Soria, un huertero del interior tucumano que vende el excedente de su producción. Carmen Sales contó que también es una desempleada más de esta provincia, y su trabajo consiste en realizar dulces y almibarados con frutas que produce en su propia casa. La agricultura familiar permite dinamizar las economías locales, especialmente cuando se combina con políticas destinadas a la protección social.

Desde la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura) se exhorta a los Estados que intensifiquen sus esfuerzos para hacer frente a los desafíos que tienen los agricultores familiares en relación con la productividad, los ingresos y la seguridad alimentaria. Pero los esfuerzos a veces son vanos en sectores donde abunda la marginalidad y pobreza, donde miles de familias viven hacinadas y no cuentan con agua potable, mucho menos con un espacio para sembrar sus alimentos, o donde la tenencia de la tierra por parte de las comunidades corre riesgos porque intereses económicos se mezclan con los políticos.

En América del Sur, solo el 18% de las tierras son explotadas por agricultores familiares. La tierra sigue estando en manos empresarias. El Año Internacional de la Agricultura Familiar es un buen momento para pensar en cambios que modifiquen la realidad de las familias campesinas y urbanas marginales de manera estructural.  

Marianella Triunfetti

mtriunfetti@colectivolapalta.com.ar