AMIA: 18 años sin justicia

Bandera AMIA
Bandera AMIA

A las 9.43 de la mañana del 18 de julio del año 1994 el horror se hizo presente en la vida y el recuerdo de toda una comunidad. Una explosión en la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) se convirtió en uno de los mayores ataques terroristas ocurridos en el país. Los datos oficiales hablan de 85 personas muertas y 300 heridas, pero esas cifras están  muy lejos de representar lo que significó este hecho en la historia de un pueblo que quiere superar, de alguna manera, el dolor de la segunda guerra mundial y de un régimen que no puede ni debe olvidarse.

“Muchos judíos llegaron a la Argentina en busca de empezar a escribir una historia distinta, queriendo salir adelante como la mayoría de los inmigrantes que dejaron sus casas maternas”, expresa Judith, miembro de comunidad judía de Tucumán. “Solo queríamos olvidar el horror y mirar para adelante, algunos queríamos hacer de cuenta que nada pasó, pero pasó y no podíamos mirar para adelante mientras el dolor tiraba para atrás”. Con estas palabras expresa, de alguna manera, esa ambivalencia tan difícil de explicar y de entender para muchos. La de querer mirar y construir el futuro pero saber que lo pasado va a estar siempre presente.

Cuando se habla de lo ocurrido en 1994, Judith recuerda lo vivido esa mañana, las miles de cosas que se le cruzaron por la cabeza y el miedo que amenazaba con destruir la “paz” que tanto quería mantener. Ese recuerdo le hizo sentir una gran angustia durante mucho tiempo, “si bien estuve lejos no podía evitar pensar que mañana iba a pasar aquí, porque en Tucumán pasan esas cosas, eso pensaba, eso temía…y aunque no pasó, tampoco termina de pasar”. Y esa es la idea que queda dando vueltas. Idea que no termina de pasar mientras que no se haga justicia.

Fue en ese mismo sentido en el que habló el presidente de la AMIA, Guillermo Borger, cuando lamentó que cada 18 de julio en vez de ser para recordar y homenajear, tenga que seguir siendo para reactivar la memoria y alimentarla hasta dar el descanso de la justicia a los muertos y a sus familiares.

Desde la comunidad judeoargentina se tiene claro que hay una radical diferencia entre querer superar el pasado y olvidarlo. Al respecto Judith afirma “el olvido no es una opción, las cicatrices van a estar presentes siempre recordando a donde no queremos volver, pero superarlo va solamente de la mano con la justicia, algo que lamentablemente, no llegó todavía”.

La complicidad política de la que se sospechó en los noventa y la falta de voluntad de los gobiernos que siguieron son las principales causas por las que todavía no se sabe qué pasó realmente.  Borger fue claro ante la prensa y afirmó “desde Néstor Kirchner, con su pedido ante las Naciones Unidas, y ahora con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, este gobierno es el único que colaboró”, pero lo cierto es que eso tampoco alcanza. Dicen que el tiempo cura las heridas, pero el tiempo también borra las huellas. Y, en estos momentos, se hace necesario un verdadero compromiso para evitar que se termine de diluir la oportunidad de que la justicia llegue también para estas víctimas.

  Gabriela Cruz

gcruz@colectivolapalta.com.ar